13 [Editado]

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KARA

Cuando salí del trabajo mi cabeza palpitaba.

Había sido un día demasiado movido, clientela en abundancia inundó el lugar y yo no pude hacer nada más que renunciar a mi hora de comida. Aunque igual no había tenido nada que comer, por lo que no lamentaba mucho la distracción de mi estómago molesto.

Lo bueno había sido que por fin recibí mi paga y, junto con las propinas del día, tenía para poder abastecer mi despensa con comida decente. No era la primera vez que pasaba días de hambre, pero era la primera vez que me afectaba tanto. La última vez había estado sumida en una horrible depresión después de lo que había sucedido y lo que menos había querido era comer, sobrevivir, seguir adelante. Solo quería dormir para que el dolor cesara; quería tener un accidente y perder la memoria o, en el mejor de los casos, dejar de respirar. Y eso que solo había tenido diecinueve años.

«Tienes toda una vida por delante», solía decirme la gente; sin embargo, ellos no sabían. No sufrían en carne propia lo que yo, y eso solo me hacía querer mandarlos a la mierda. A ellos, a Beck, a mis padres, a la vida. Todo. Quería mandar todo a la mierda y solo rendirme, pero eso solo les habría dado la razón a mis progenitores, y mi orgullo y terquedad no me lo permitieron. Luché bastante por salir del profundo hoyo en el que había estado metida, y casi cuatro años después de todo el drama, ahí estaba; una sonrisa falsa pintada en mi rostro y la mirada brillante de nuevo.

Cualquier rastro de la niña rota que había sido estaba escondido en un oscuro y lejano lugar dentro de mi mente, muy bien guardado. No pensaba dejar que esa oscuridad volviera algún día para absorberme. De lo que había sido solo me habían quedado lecciones; moralejas aprendidas y una madurez con la que solo un espíritu con mil heridas de batalla contaba. Yo era un alma vieja en un cuerpo joven, aunque a veces salía a flote toda esa basura que me encantaba escupir.

No siempre pasaba, había aprendido a controlarlo; solo cuando me sentía amenazada de nuevo, cuando pensaba que podía ser herida una vez más, era entonces cuando mis defensas se activaban. ¿Qué mejor defensa que el ataque? Sin embargo, en esos últimos años solamente una persona había logrado que saliera a la luz la niña tonta y asustada que había sido.

Me subí al auto cuando la noche ya estaba cayendo, y me dirigí al supermercado a comprar todo lo necesario para llenar mis estantes y el refrigerador. Hice cálculos mentales para apartar el dinero de la universidad y la renta, y luego me gasté casi todo lo demás en alimentos. Una vez que llegué a mi departamento y subí todas las bolsas de víveres, me dispuse a comer. Encendí mi reproductor de música, Centuries de FOB comenzando a sonar, y yo bailé alrededor de la cocina sacando los ingredientes necesarios, encendiendo la estufa y cantando; todo al mismo tiempo.

Estaba preparando un poco de pasta cuando escuché por sobre la música que tocaban la puerta. Me pregunté quién podría ser a las nueve de la noche. No era muy tarde, pero tampoco tan temprano como para recibir visitas, menos unas inesperadas, así que me tomé mi tiempo pidiendo que, quien sea que fuera, se rindiera y diera media vuelta para dejarme comer en paz. Quería disfrutar de la primera comida decente que tendría en casi dos días.

Cuando escuché que continuaban tocando, apagué la música. Me serví una considerable porción en el plato y apreté los dientes al escuchar que volvían a golpear. La única manera en la que podía librarme de esa persona era despachándola de inmediato, por lo que fui a abrir la puerta. Cuanto antes se fuera, podría disfrutar la pasta que olía tan bien.

—Espero que tengas hambre —dijo Owen antes de pasar a mi lado sin permiso, como si fuera el dueño del lugar.

Me di la vuelta con la boca abierta y vi que llevaba una bolsa marrón en una mano y una caja de pizza en la otra. La bolsa tenía una mancha oscura en el fondo y supuse que era grasa. Arrugué mi nariz con disgusto.

Sin ver atrás ✔ (EN LIBRERÍAS)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon