Capítulo 4

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Tras una larga caminata llegamos a la dichosa terminal de micros.

Todo era abismalmente diferente a nuestra época. El aire se sentía más puro, los autos eran muchísimos menos y la tristeza en el ambiente era más que palpable.

El país estaba adentrándose en otra guerra ajena, y la gente lo sabía.

Los hombres se sentían poderosos y valientes, las mujeres (principalmente las madres) lloraban por los rincones.

Y allí estábamos, en esa terminal de Nueva York, donde los hombres partían hacia Europa sin esperar lo que se les avecinaba, sin embargo, las madres sabían que posiblemente no volverían a ver a sus hijos...

-Steve, ve a sacar los boletos, te espero aquí- le ordené absorta al ver todo lo que nos rodeaba.

Jamás pensé que fuera posible viajar en el tiempo, pero aquí estábamos, presenciando con nuestros propios ojos los secretos de hace un siglo atrás.

Al volver mi vista hacia el rubio noté que estaba teniendo un pequeño percance.

Una rubia trataba de seducirlo mientras un grupo de mujeres detrás de ella cuchicheaban divertidas.

La cara de Steve era digna de fotografía, tenía los ojos bien abiertos, las mejillas rojas y lentamente iba dando pequeños pasos hacia atrás. Era evidente que estaba aterrado...

Era algo habitual que Steve tuviera este tipo de problemas.

Para mí era gracioso y algo tierno que el glorioso capitán américa tuviera tantos problemas para tratar con las mujeres.

Así que con paso firme y decidido fui a rescatar al héroe de américa de las "garras" de una coqueta mujer.

-amor- le digo mirando fijamente a la chica –como vas con los boletos? –

-bien cariño- me respondió con una aliviada sonrisa. Mientras la rubia se retiraba disimuladamente

-señor Rogers, sus boletos- respondió la joven de la boletería dándonos los pasajes

**en serio le dijo su nombre real...**

-Steve, no puedes decir tu nombre, tienes que usar el de Clint, ese es el nombre que está en nuestros documentos...-

-tienes razón Nat, simplemente se me escapó-

-pues debes controlarlo, podría traernos problemas... definitivamente no tienes madera de espia- respondí mientras nos dirigíamos hacia el autobús.

–gracias Nat por salvarme-

-wow, el gran héroe de américa asustado por una rubiecita- me burlé de él mirándolo con una coqueta sonrisa.

-nunca me gustaron las rubias- respondió con una brillante sonrisa

-no parecías pensar eso con Sharon-

-cuantas veces debo decirte que Sharon no me gustaba...-

-por más de que "te crea", es divertido molestarte-

-eres malvada Romanoff... y bien, cuál será nuestra coartada??-

-tengo algo en mente... que te parece una pareja?, ya lo hemos hecho cientos de veces- respondí confiada, sin lugar a duda sería divertido actuar esto con él durante un mes...

Además, sería muy útil para comenzar a resolver mis enmarañados y confundidos sentimientos

--Nat estas segura??, siempre que hicimos esa coartada era para asistir a alguna fiesta juntos, lo más lejos que llegó fue al beso de la escalera mecánica, aquí debemos convivir un buen tiempo, es algo arriesgado-

La MisiónWhere stories live. Discover now