IV. Oportunidad

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En su regreso sólo podía ver la bolsa, era un gesto tan lindo que a la vez le hacía sentirse deprimida, no era la primera vez que los pobladores le daban algún regalo, pero era de algún modo impresionante o indescriptible cómo podían darle algo te...

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En su regreso sólo podía ver la bolsa, era un gesto tan lindo que a la vez le hacía sentirse deprimida, no era la primera vez que los pobladores le daban algún regalo, pero era de algún modo impresionante o indescriptible cómo podían darle algo teniendo ellos tan poco, no necesitaba regalos materiales sinceramente ya que verlos felices era suficiente, irónicamente siempre hacía lo mismo cuando Chara le daba dinero ¿Así que tal vez era tonto ponerse triste? No lo sabía aunque tenía en claro que eran situaciones diferentes, pero era agradable ver que las personas fueran tan amables aún teniendo poco aunque agregaba que se sintiera aún más impotente de no darles lo que se merecían, era injusto.
 
Había vuelto al castillo y ciertamente había tenido mucha suerte consigo ya que la doceava campana estaba a punto de sonar si es que no había contado mal, lo malo era que no le daría tiempo a llevar a White al establo y regresar a tiempo a sus aposentos, eso era un gran problema.
 
A lo lejos pudo ver a una reconocida persona y gracias a Dios que justo se encontraba ahí.
 
—¡Kris, por aquí!— Llamó al joven de cabellera castaña que muy probablemente ya se dirigía a su hogar al dado por terminado su entrenamiento con Chara, aunque reconocía que era muy tarde para que fuera así.
 
Vio sus pasos acercarse hacia ella a penas oyó su voz.
 
—¡No sabes lo feliz que estoy de verte aquí! Necesito un enorme favor tuyo.— Exclamó mientras bajaba del caballo y le sonreía aliviada al duque.
 
—Debo suponer de que se trata, ha regresado muy tarde, su alteza, Chara me pidió que la esperara al notar su tardía ausencia.— Dijo para sin más sujetar las riendas en sus manos.
 
—Oh, te agradezco eso, me has salvado la vida, parece que perdí un poco la noción del tiempo.

—Y lo está perdiendo más ahora, vuelva rápido, yo me encargo de él.— Dijo para alzar su cabeza en dirección al caballo con una sonrisa.
 
—Oh, sí, jajaja, gracias de nuevo ¡Nos vemos!— Dijo para salir corriendo y con un ademán de mano despedirse del joven.
 
De forma cautelosa entró a su hogar, pero cuando sus pies estaban apunto de tocar las escaleras más cercanas, una voz con un tono levemente molesto pronunció su nombre haciendo que parara al instante.
 
—¡Frisk ¿Dónde te habías metido? ¿Y qué es lo que traes en esa tela mugrosa?!— Exclamó su madre que detrás suyo tenía a sus damas de compañía y las de ella, las cuales podía notar que estaban nerviosas.
 
—Perdone, su majestad, yo...fui un rato a cabalgar al bosque y sólo traje algunas...flores.
 
—Eres tan incompetente al igual que tus damas de compañía que, como siempre, al primer instante te pierden de vista.— Decía la reina con un semblante molesto, Frisk se sentía culpable de que por culpa suya regañaran a sus damas, pero sabía que no podía simplemente contarle a todos lo que hacía, no era una opción, sólo podía disculparse con ellas como siempre que la atrapaban. —Te he dicho varias veces que tienes prohibido ir sola a ese lugar, sabes muy bien que alguno de esos repugnantes monstruos del reino vecino podrían andar merodeando por ahí y si fueras tan tonta como para pasar las limitaciones podrían hacerte daño al instante, lo cual sé que es una gran posibilidad con tu inepta actitud.— Exclamaba con un notorio desagrado en sus palabras mientras se sujetaba el sien por un aparente dolor de cabeza.
 
La joven hizo una mueca discreta, su comentario sobre ella y de pensar que era una tonta, aunque le molestaba, le importó muy poco al estar junto a otro de sus miles de comentarios denigrantes que su madre siempre decía al hablar del reino de Ebott, además de que estaba acostumbrada a ese trato, su madre siempre decía cosas de ese tipo sobre ella que por desgracia ya lo tenía normalizado, por lo que le disgustaba más que siempre que hablara sobre los monstruos lo hiciera con un evidente asco en su rostro. Sin importar su forma física y los rumores que se decían sobre ellos, eran iguales a los humanos y merecían respeto ¿No por nada tenían un tratado de paz, verdad?
 
—Lo sé y lo lamento.— Le respondió a regañadientes mientras miraba a otro lado evitando ver los ojos zafiros de su madre. —Reconozco que no es una escusa, pero necesitaba algo de aire.
 
—Por algo existe un enorme y bello jardín aquí, no puedes simplemente salir sola a una zona peligrosa. Eres la futura reina de Francia, debes darle más respeto a la corona, es una ofensa que tomes a la ligera tu lugar.
 
—Yo me refería...
 
—Sólo ve a tus aposentos.— La interrumpió luego de un suspiró tratando de calmar la rabia que a veces le causa su hija, en serio a veces no llegaba a comprender cómo podía ser tan ignorante, a veces dudaba de que esa niña fuera realmente su hija, aunque desgraciadamente para ella así era. —Vistanla y llévenla al comedor.— Indicó como último a sus damas antes de retirarse.
 
—Sí, su majestad.— Dijeron en coro las mujeres para sujetar a la princesa y acompañarla.
 
Cuando llegaron a la exageradamente enorme y bien decorada habitación, como les habían indicado, la vistieron con otro vestido cambiando aquel que estaba lleno de barro. Frisk estaba muy cansada, a penas notó que terminaron aprovechó para dirigirles la palabra.
 
—Lamento los inconvenientes, pero les pido que me dejen sola unos minutos.
 
—Pero...
 
—Sólo espérenme afuera, por favor.
 
Todas asintieron con una reverencia y la dejaron sola. Su cuerpo, con pasos lentos y pesados, avanzó con el objetivo de llegar a su lecho y descansar por el dolor muscular que sentía y le exigía hacerlo, cerró sus ojos por unos inexactos minutos en los que sólo podía pensar.

KingdomTale: Changez Vostre Destin (En Edición)Where stories live. Discover now