Capítulo 1

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Nota: Este fic se sitúa a principios del quinto libro. Es canon salvo que la fuga en masa de Azkaban en lugar de en primavera sucede unos meses antes. Es una historia corta (unos diez caps), actualizaré los jueves y espero que os guste. 

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Canuto corría entre los árboles a todo lo que daban sus extremidades perrunas. Sus oídos aún captaban las lejanas explosiones tras el ataque que había tenido lugar minutos antes. Era noviembre y hacía frío, pero obviamente eso no detenía a Voldemort, que seguía mandando a sus mortífagos a diversas misiones tanto a lugares mágicos como muggles. Acababa de resucitar y, por mucho que el Ministerio intentara negar su vuelta, resultaba bastante evidente.

Sirius intentaba ayudar, pero no era nada sencillo: todos en la Orden insistían en que se quedara encerrado en Grimmauld Place. Él no podía soportarlo. Discutía a menudo con Molly, Dumbledore, Ojoloco e incluso con Remus. Eran demasiado cautos para alguien tan amante del riesgo como él. Así que de vez en cuando se largaba de casa dando un portazo y pasaba unos días vagando por la naturaleza como cuando se fugó de Azkaban. Prefería vivir en cuevas y comer ratas que permanecer encarcelado en el lugar donde sufrió toda su infancia. Le cedió el piso a la Orden con gusto.

Los ataques del bando oscuro no eran continuos ni muy llamativos, pero aún así sucedían cada pocas semanas. Sirius acudía a las peleas por su cuenta, procurando no ser visto. Los mortífagos siempre aparecían encapuchados y a veces se camuflaba como uno de ellos. Cuando los aurores y la Orden tenían controlada la situación, se marchaba en su forma perruna.

En eso estaba ahora. Los aurores ejecutaban hechizos antiaparición en las zonas de los ataques, así que debía alejarse a pata. Nunca podía estar seguro de si le habían seguido; sus oídos y su instinto le decían que no, pero un fallo le garantizaría el beso del dementor. Mejor no arriesgarse. Además, le gustaba correr para mitigar la adrenalina tras el combate. Y más con ese paisaje: los Cotswolds ingleses, una zona de colinas que abarca algunos de los pueblos más hermosos del país. Casitas pintorescas perfectamente conservadas, bosques idílicos con olor a lluvia y, sobre todo, naturaleza y magia en estado puro. Esa libertad bien valía la falta de un techo y la alimentación ratonil.

Por cómo el crepúsculo había conquistado el cielo calculó que llevaba corriendo casi una hora. Aunque le hubiese seguido alguien, lo habría despistado. Así que paró a beber en un riachuelo. El agua casi helada discurrió por su garganta y cerró los ojos con placer. Cuando quedó saciado, decidió que era el momento de volver a su forma humana y aparecerse. Entonces, su olfato trajo hasta él un aroma peculiar: sangre y fuego mezclados con algo dulce que parecía más un perfume que la flora del paraje. Canuto se detuvo con las orejas alzadas.

No estaba solo. Había alguien más en el bosque. Podía ser un lugareño, pero no era habitual en esos pueblos pasear solo por el bosque de noche un lunes de noviembre. Además, los lugareños no olían a sangre y fuego.

"Es alguien que ha estado en la batalla", pensó, "Dudo que sea un auror porque no suelen ir solos... Será algún mortífago" dedujo. Desde la reciente fuga masiva de Azkaban, las filas de Voldemort se habían engrosado. Lo sensato sería mandar un aviso del avistamiento y desaparecer. Pero sería demasiado tarde... Y además, Sirius Black era de todo menos sensato. Con absoluto sigilo giró sobre sus patas y se dejó guiar por el olor. "Por favor, que sea Lucius Malfoy y así puedo reventarle los dientes" pensó con emoción.

El viento le iba en contra, pero no le preocupó: el olfato canino es unas cincuenta veces superior al humano. Era casi imposible que la otra persona le detectara a él. Cada vez estaba más cerca. El aroma del fuego se intensificó. Oía además un leve crujido que atribuyó a los pasos del intruso. Fue acortando distancia cada vez con más lentitud para no alertar al enemigo. Caminó pegado a los árboles, su pelaje se camuflaba bien con los troncos oscuros. Cuando el olor del fuego se superpuso a todos los demás y los crujidos se hicieron continuos descubrió una construcción de piedra. Parecía un cuarto de aperos, probablemente abandonado. No sabía si el mortífago estaría escondido dentro o fuera, así que decidió dar un rodeo.

¿Vienes a buscarme, perrito?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora