Capítulo 8

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Abrazados juntos en la cama les encontró la mañana siguiente.

-Das más calor que la manta, perrito –murmuró la morena bostezando.

Canuto gruñó por ser despertado, estaba muy a gusto. Hasta que fue consciente de la situación y de las revelaciones de la noche anterior. Se incorporó de golpe. La bruja remoloneó un rato más pero enseguida se levantó y se lavó la cara.

-Ven, que te pongo tu zumo –murmuró dirigiéndose a la cocina.

De nuevo le echó un chorro de whisky también al perro y se sirvió lo mismo en una taza.

-Vaya día hace –murmuró contemplando el ventanal del salón-, no veía uno así desde Azkaban.

Una fuerte tormenta tronaba en el exterior y descargaba sobre el bosque haciendo rebosar el lago que se extendía junto a la casa. A pesar de que los densos nubarrones oscurecían el ambiente, de vez en cuando vivaces relámpagos iluminaban el salón. En Inglaterra la lluvia era un ciudadano más, pero solía ser ligera, sin semejante aparataje eléctrico. Aún así, a Sirius no le recordó en absoluto a la prisión.

Estaba muy a gusto en el calor de aquel refugio, con un delicioso desayuno y olor a lluvia mezclado con el aroma a sándalo que flotaba en esa casa; nada comparable al frío penetrante con olor a podredumbre de Azkaban. Además estaba la seguridad de que nadie podía encontrarlos en ese lugar tan oculto y protegido. Lo único que fallaba era la compañía de su prima la psicópata... pero bueno, no se podía tener todo.

En eso, una lechuza oscura golpeó la ventana. La bruja abrió y el animal se sacudió violentamente intentando librarse de la lluvia. Le entregó una carta y se marchó de mala gana. Bellatrix la leyó asintiendo como si ya conociera el contenido. Después la quemó con un chasquido de dedos.

-Me temo que esta tarde nos despedimos, perrito, tengo una misión lejos, ¡hay gente que matar! No creo que regrese aquí hasta que vuelva a necesitar calmar mi ansiedad...

El perro la miró ladeando la cabeza y maldijo internamente porque esa carta sí que la hubiese quemado. Ahora no podía saber a dónde iba o qué planeaba Voldemort. Cuando terminaron de desayunar, la morena empezó a recoger las prendas y libros que había ido desperdigando por casa. Estaba organizando sus jerséis de estar por casa cuando uno de ellos al fondo del cajón llamó su atención. Lo sacó y sonrió con melancolía.

-Era mi jersey favorito –comentó la bruja mirando su prenda escolar.

Canuto se había tumbado en la cama a observarla porque le hacía mucha gracia ver a una mortífaga ordenando su casita. No pudo evitar soltar un pequeño gruñido de desprecio ante la prenda de su casa rival. Eso llamó la atención de la morena que se giró hacia él, primero con altanería y luego con una inquietante sonrisa formándose en sus labios.

-Aunque es un poco pequeño... -murmuró acercándose a la cama- creo que lo podría ajustar...

El perro abrió los ojos con horror. La bruja se abalanzó sobre él y lo atrapó. Le pasó la cabeza por el cuello del jersey pese a que se intentó liberar violentamente. No logró cogerle la pata porque Canuto empezó a golpearla con ellas. La morena no se rindió y siguió forcejeando. El gryffindor intentó alejarla con todas sus fuerzas.

-¡Ay, perrito! –protestó ella defendiéndose- ¡Es raro que me sobes así las tetas!

Canuto se quedó paralizado, desde luego no era esa su intención, eso sería demasiado raro hasta para los Black. Por desgracia, Bellatrix aprovechó su parálisis para terminar de ponerle el jersey. Lo ajustó con su varita y le quedó como un guante.

-¡Mírate! –exclamó satisfecha- ¡Esta es la casa en la que deberías estar!

Él la miró con horror.

¿Vienes a buscarme, perrito?Where stories live. Discover now