Aquí seguimos

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Bajar de aquel escenario hizo que miles de recuerdos regresaran a mi abandonada mente. Me recordó a nuestra boda, donde canté ¨I've just seen a face¨de the beatles. También me recordó a un monologo que interpreté en la universidad escrito por ti, o de la vez en la cual fingimos que volvía a pedirte matrimonio porque sabíamos que así no pagaríamos la comida de aquel restaurante.  En fin, que simplemente recordé nuestros momentos. 

Bajar de ahí y encontrarme con la mirada de Gabriel, la cual me recordaba al pequeño niño que juré proteger con mi vida, convertido en adulto. 

—Eso fue bastante lindo, debo admitir. 

—¿Celoso de mi hermosa interpretación?—las palabras salen con sarcasmo entre mis dientes. 

—No tienes ni la menor idea. 

Seguí a mi hermano por un camino de mesas, hasta llegar a una en donde se encontraban un grupo de personas variadas. 

—Hermano, te presento a mis compañeros de trabajo.

Señaló a cada una de las personas con su respectivo nombre. La mayoría parecía tener la misma edad, no más de 32 años. Inició con una chica de cabello rojo, casi del mismo tono que el mío llamada elizabeth; Un castaño con tatuajes bastante visibles en el cuello le siguió, Ernesto; Otro chico más llamado Francisco y para finalizar con una chica de cabello muy corto, Elena. Me presenté con cada uno de ellos para después ordenar un par de botellas y cervezas. 

—Gabriel me dijo que eres pintor—dijo Francisco mientras tomaba una cerveza. 

—Lo soy. 

—Debe ser increíble. Muy pocas personas tienen la suerte de dedicarse a las artes y poder ganar un buen dinero con esto. 

—Supongo, aunque más que suerte es esfuerzo—Francisco me mira directo a los ojos, puedo darme cuenta de su color verde avellana, pese a la tenue luz. 

—Veo que tienes un anillo—dice señalando su dedo anular—¿Y tu esposa? o ¿Esposo? ¿Noche de hermanos?

Tomo un trago a mi cerveza—. Llevo el anillo por costumbre en realidad. Ella falleció hace  ya un tiempo—su expresión cambia a una seria. 

—No lo sabía, de verdad. Dios, siempre ando metiendo la pata. 

—No te preocupes, es mi culpa por seguir con el anillo. 

—¿Podemos imaginar qué jamás hice aquella pregunta tan imprudente e iniciar de nuevo?

—Por supuesto. 

La noche marchaba bien, descubrí que Francisco tiene treinta y dos años y que lleva trabajando en el despacho de mi hermano desde hace un poco menos de un año. Resultó que tenemos bastantes cosas en común, una de ellas es que cursó dos semestres en la  carrera de artes plásticas, pero desertó a leyes por alguna razón. Hablé con los demás de aquel curioso grupo. La pelirroja me preguntó sobre mis cuadros y si dibujaba a quien fuera. 

—Claro, solo que las pinturas las hago con personas presentes. Cuando son por imágenes suelo utilizar grafito y agregar algún toque en acuarela. En casos especiales hago la pintura si es que no está la persona. Pero insisto, casi nunca hago eso. 

Terminé dándole mi número a todas las personas en la mesa. 

—De nada hermano. Ya te conseguí empleo—Gabriel habló burlona mente. 

—¿No tienes algún caso de divorcio que atender?—él solo me mostró el dedo de en medio.

Mientras la noche pasaba, más mareado me sentía, así que decidí dejar de tomar. A Gabriel parecía no importarle que tanto tomar, en realidad a nadie en la mesa a excepción de Francisco parecía tomarle importancia.  Después me explicó que él era el elegido para conductor designado. En algún punto Gabriel y Elena empezaron a competir y ver quien se sabía de memoria más artículos de la constitución, paro después reír y preguntar sobre qué estaban hablando. 

—¿Así son siempre?—le pregunto a Francisco. 

—No, les falta vomitar—reí. 

Francisco parecía tener un don para mantener una plática fluida, simplemente era imposible dejar de hablar con él. Así que toda aquella noche y parte de la madrugada hablamos, hasta que Elena y Francisco vomitaron en la cubeta donde se encontraban las cervezas, parecía de alguna forma graciosa sincronizados para turnarse por aquel balde. 

—Creo que será hora que los lleve a todos a casa—Francisco me dedicó una cálida sonrisa.—¿Vienes en carro? Puedo llevarte a tu casa si gustas. Traemos una camioneta.  

—Mi casa no queda muy lejos de aquí, pediré algún taxi. 

—No seas modesto, los llevo. Solo asegúrate que tu hermano no vomite en los asientos. 

Salimos todos de aquel lugar justo cuando el reloj marcó las 2:30 am, al subir al coche le di las indicaciones de hacia donde ir para llegar a mi casa. 

—Tenías razón, está bastante cerca. 

Francisco se estacionó frente al edificio. 

—Debo admitir que imaginaba una casa muy rustica de madera y no unos apartamentos—Francisco me mira enarcando una ceja. 

—Estereotipos de artistas—Digo encogiéndome de hombros para bajar del carro y abrirle la puerta a mi hermano.— Muchas gracias por traerme. 

—No hay de qué. Cuando quieras te vuelvo a traer. 

Le sonreí amablemente y con mi hermano me alejé de aquel grupo de personas. 

—La extraño. No me habló en toda la noche ¿Debería hablarle yo?—Gabriel comienza a quejarse. 

—Tal vez cuando estés menos ebrio podrás hacerlo. 

Tomamos el elevador, y como pude logré que Gabriel llegara sano y salvo hasta hasta mi hogar. Al entrar él fue directo hasta mi cama para dormir. Me encargue de quitarle los zapatos para después acomodarlo en la cama y taparlo con las cobijas. 

Me senté en la orilla de la cama, poco a poco me miré en el espejo y le sonríe a mi reflejo cansado. 

Olivia, aún duermo del lado izquierdo de la cama, con la esperanza de ver tu silueta entrando por la puerta junto con un libro entre las manos, porque siempre te gustó leer antes de dormir, y a mí me encantaba escucharte mientras lo hacías.  

Sin tiWhere stories live. Discover now