capitulo 13

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—¿Ya te tienes que ir? —preguntó Alexander cerrando sus ojos.

—Tengo que comprar yogurt y comida.

—Dime que pensarás en mí esta noche Larissa —murmuró dándome un beso esquimal—. Dime que pensarás en mí y en la forma en que mis dedos te dieron placer.

—Pensaré en ti, Alex, de ahora en adelante tú ocuparás mis pensamientos todas las noches.

—Que bien, porque yo tendré que pensar en cómo ese maldito disfruta de ese bello sexo sin darle la atención que requiere.

—No te tortures la cabeza con eso por favor, aparte por cómo van las cosas probablemente él ni siquiera me toque por un tiempo.

—Bueno, ese es un consuelo.

Mientras caminaba por los pasillos del supermercado no podía sentirme más liviana, a pesar de que no llevaba ropa interior debajo del vestido y a pesar de que mi entrepierna aún seguía algo mojada nada podía romper mi paz en ese momento, cuando llegué a casa con las compras comprobé que efectivamente Aaron no estaba en casa, guardé los víveres, eché la ropa a la lavadora y mientras esperaba a que esta terminara respiré profundo, estaba empezando a odiar un poco esta vida, esta no era la vida que Aaron me prometió, no estaba ni cerca de lo que él me había jurado en el baile de graduación o cuando me pidió matrimonio, era viernes, eran las ocho de la noche y estaba en casa sola.

Cuando desperté ya era de mañana, el sol estaba en todo su esplendor y Aaron descansaba a mi lado pero dándome la espalda, otra vez amanecí desnuda pero ahora un poco dolorida de abajo, eso me asustó, me levanté de la cama y prácticamente corrí al baño intentando limpiarme, me costaba creer que él se había aprovechado de mí en la noche, él no era así, aunque sinceramente en ese momento ya nada me sorprendía.

Mientras preparaba el desayuno me sentía un poco perdida, el dolor no desaparecía y una horrible sensación de que algo no muy agradable sucedió anoche me invadía y cuando se levantó Aaron y me miró con algo de vergüenza supe que algo había sucedido, no me miraba a los ojos y estuvo tan callado mientras comía que me sentí asustada.

—¿Qué harás hoy? —pregunté tratando de calmar los ánimos.

—Iré a jugar tenis con los muchachos en la tarde —respondió él mirándome por fin.

—¿Quieres que vaya a verte? —tomé un sorbo de café.

—No, no quiero, prefiero que te quedes en casa y limpies, esta casa está hecha un desastre.

—¿Y por qué no te quedas y me ayudas? Así podemos hacer algo juntos.

—¿Yo? ¿Limpiar? Cariño —agarró mi mano por encima de la mesa—. Para eso me casé contigo.

—¿Te casaste conmigo para tener una sirvienta personal?

—No —su rostro se volvió duro—. Me casé contigo porque eres la esposa perfecta, fuiste criada para serlo.

—Pensé que te habías casado conmigo porque era tu mujer perfecta, no una esposa perfecta.

—Sé porque me case contigo Larissa, estuvimos juntos por cinco años en la secundaria, tres años como prometidos y ahora tres meses como esposos ¿Lo ves? Estamos hechos el uno para el otro.

—Sí, entiendo —preferí dejar el asunto ahí—. Yo iré a visitar a Paulette, la mujer a la que reemplacé, se ha convertido en una gran amiga.

—Bien ¿Te llevo?

—No, necesito caminar un poco, estar encerrada en casa me tiene un poco aburrida.

—Métete a clases de costura entonces —respondió él como si nada.

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