El camino hacia el hogar de las Sirenas.

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Cogí de la mano a Esperanza. Había bajado de los hombros de Timba y él se había ido a compartir opiniones con Trollino, dejando sola a la pequeña.

Ella enseguida aceptó mi mano y se arrimó a mi. Parecía nerviosa y preocupada. Yo la acaricié para tranquilizarla. 

-Tranquila pequeña... Pronto llegaremos a un lugar seguro.

-No es eso señor Rius...- empezó a explicarme en susurros- Es que la chica está muy malita y me preocupa...

"No sólo a ti..." quería decirle, pero me guardé esa opinión y le ofrecí una sonrisa que ella me devolvió. Después de eso simplemente seguimos a la tal "Huit", que creo que es Ocho en francés.

Vimos un camino que se abría entre la maleza y entramos en él. Era de piedrecitas, pero estaba bastante limpio. La falta de población era bastante observable.

Conforme caminábamos los arboles eran más altos, grandes, floridos... Era como si de repente hubiera habido una explosión de vida al lado de tal cementerio como el Bosque Muerto. Habían incluso pequeños animales que de vez en cuando pasaban corriendo de un lado a otro del camino. Era un gran contraste comparado con el paisaje que habíamos tenido hacia bien poco.

A las horas nos encontramos una formación de árboles que parecían formar una mano gigante abierta hacia arriba que le seguía un brazo del mismo tamaño y que se perdía en el bosque (que ahora sí era verde). Era impresionante. Todos nos paramos a contemplarlo anonadados. Aunque algunos tenían otras intenciones.

-¡Quiero subir!- me gritó Esperanza- ¿Puedo señor Rius?

Me miró con muchísimas ganas, pero le recordé que teníamos que llegar a la casa de las Sirenas para así poder curar  a Eco. Ella me miró comprensiva, pero algo desanimada. Por eso después le prometí que buscaría la manera de hacerle pasar un gran día de diversión. 

-¡Síííí! ¡Azul! ¡Azul! ¡El señor Rius me ha dicho que algún día pasaremos un súper día divertido!

La pequeña fue disparada a hablar con Timba, pero se tropezó y sin querer empujó a Ocho. Esperanza cayó al suelo. La pobre se puso blanca, no sabía reaccionar. 

-P-Perd-dón.

La mujer le sonrió y le ofreció su mano para levantarse. Esperanza la aceptó y siguió cogida de su mano, que empezó a acariciar.

-Hala... Tienes la piel muy suave... -al darse cuenta de que Ocho la miraba, la soltó-. Perdón. 

-Tranquila. No molesta. 

-¡¡FLEX BAJA DE AHÍ!!

Me giré a ver a Trollino, que le estaba gritando a Flex. Al parecer se había subido a la mano.

-No te oigoooooo....

De repente Víctor lo tiró de la mano y cayó al suelo con un sonido hueco. El Cazador bajó de allí y sujetó a Flex con fuerza para que no se escapara.

Después de eso, seguimos caminando un poco más hasta que pude ver algunas casas. Y una sensación de seguridad se instaló en mi pecho. Al fin habíamos llegado.

Habían diez, y estaban colocadas alrededor del camino o en pequeñas desviaciones. Las fui observando, y me di cuenta de que una de ellas daba al lago. Ese mismo lago donde nos encontramos con unos Escamosos.

-¡Todo este tiempo hemos estado al lado!- exclamó Mayo.

-Ouais. Pero...  no está bien y no va, ¿cómo se dice? Orientada.

"Eso explica mucho" pensé. Quizá le empiece a faltar sangre y ya no sepa ni dónde está. Ese pensamiento hizo que andara un poco más rápido. Pero no pude evitar despistarme con el resto de edificaciones del lugar.

Cada casa era diferente, incluso algunas ni llegaban a ser casa como tal. Cabaña, o techado quizá. La que está próxima al lago no tiene más que una pared, y el resto son telas beige. Otra es una cabaña medio dejada de paredes negras que parece que en cualquier momento vaya a caerse. Y hay una que estaba hecha de ¿cristal? Todas eran únicas y extravagantes, excepto una.

 La casa que finaliza el camino era la más grande y ,al parecer, preparada para poder vivir en ella. Tenía dos pisos y era de estilo como americano, con jardincito y todo. Era de color madera, muy bonita en general. Comparado con la casucha compartida que teníamos en Esparta, esta era todo un lujo.

-Entrad y decid que sois amigos-ordenó Ocho, y empezó a irse con su pantera y Eco-. ¡Ah! Y que venga Pongo a la cabaña Cinco. 

-¿Claro?- respondió Víctor no muy convencido. 

Después de que ella se fuera el resto nos quedamos quietos delante de la casa. No nos decidíamos a entrar.

Si lo hacíamos deberíamos dejar atrás nuestra vida de cazadores y empezar una nueva aquí, como fugitivos. Y si no entrábamos tendríamos que volver a Esparta, dejar aquí a Esperanza y posiblemente algún día encontrarnos con ella o con alguna otra Sirena y matarla. Y no podíamos volver a esa vida. No otra vez.

-Yo creo que está muy claro lo que vamos a hacer, ¿no?- dijo Mike casi convencido.

Ninguno podíamos dar el primer paso.

Monstruos. Un AU de los Compas.Where stories live. Discover now