❦︎ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 32 ❦︎

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32. Darío Walker

Diciembre 1993

Después del almuerzo en su mesa habitual, Saye hizo que Alicia le prometiese no volver a casa sin ella, alegando que otro viaje en el autobús sí la mataría. Después de que Alicia lo jurara en nombre de las mismísimas estrellas, Saye Calfuray se separó de ellos para las clases de la tarde. Darío se hubiera separado de ella, pero resultó que el profesor de Aire estaba enfermo ese día. Él podría haber regresado a casa más temprano, tomar un autobús o pedir a alguien que le acercara a casa, pero decidió esperar a sus amigas y, mientras, acompañar a Alicia en su tarea.

No hubo problema con él sentado junto a su mejor amiga durante la clase, el viejo profesor Dennis era bastante flexible, sobre todo, porque conocía a ambos desde siempre y Darío había demostrado ser un joven que no causaba problemas. Aquella tarde Alicia estaba trabajando en su proyecto final, haría crecer por ella misma todo un árbol. Darío miró el arbolillo que apenas medía más de metro y medio y se preguntó por qué su amiga habría abandonado los bonsáis para dedicarse a ese proyecto. Con una sola mirada alrededor podría notarse diminutos arbolitos por doquier, ningún otro Capricornio tenía su facilidad para un arte tan delicado.

—Ya sé lo que estás pensando –le dijo ella—, es solo que estoy cansada de trabajar a escala.

—Pero se te dan muy bien los bonsáis.

—Solo porque se me dé bien algo no significa que es lo que quiero hacer toda mi vida –resopló, tocando las hojas rojas de su trabajo—. Quiero hacer algo grande, Darío, creo que es un buen momento para cambiar, ¿no? Es mi último año, quiero hacer algo diferente.

Darío apretó los labios en un intento por contenerse, pero las palabras salieron sin permiso.

—¿Por eso te besuqueas con Cesare?

Alicia rompió la hoja que estaba tocando y respiró hondo.

—Eso no es…

—¿Esa es tu gran acción del año? ¿Creer que estás enamorada de él hasta que te aburras?

—Yo no hago eso.

—Venga, Alicia, yo sé que no has estado enamorada de ninguno de esos chicos con que has salido. 

La chica apretó los labios y lanzó una mirada a su mejor amigo, una mirada confusa y llena de emociones silenciosas. Él acercó un poco más su banquito al de ella y la vio tomar una respiración profunda. Hubo un brillo en los ojos de la chica cuando descubrió los turbulentos sentimientos que hicieron que su mejor amigo levantara la mano hasta su mejilla y se la acunara.

—¿Darío…?

—Déjame decirlo, por favor –la interrumpió, cerrando los ojos un instante.

Esperó que ella lo detuviera, pero solo sintió los dedos de la chica sobre los de él, cubriendo la mano que mantenía en su mejilla. Fue una sensación cálida, de familiaridad que terminó de darle el impulso a su voz.

—Estoy enamorado de ti, Alicia –murmuró, abriendo los ojos para verla tomar una respiración nerviosa—. Me gustas mucho y odio verte dar tu corazón estúpidamente solo por un poco de emoción momentánea. Dame la oportunidad de hacerte feliz, de ser algo más que tu mejor amigo.

El corazón le latía fuertemente en el pecho y observó la forma nerviosa en que ella terminó por apartar sus ojos negros y sostener sus dedos, bajándolos lentamente lejos de su rostro.

—Darío, eres mi mejor amigo –dijo ella y él podía sentir sus sentimientos envolviéndose en una bola dentro de su estómago. Alicia apretó su mano, negándose a soltarlo cuando él quiso apartarse y volvió a mirarlo a los ojos—. Te quiero, te quiero de la forma más sincera que voy a querer a alguien nunca, aunque no te lo diga seguido, te quiero, Darío.

Hijos de EstrellasWhere stories live. Discover now