Capítulo 06: El corazón de un reino

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—Eres tan peculiar que ni siquiera el mismo rey puede mantenerse lejos de ti —María comenta mientras entre ambas limpiamos los vitrales de la iglesia, la volteo a ver con confusión ante sus ideas alocadas y ella sonríe —vamos pequeña, admite que Su Alteza es un hombre muy guapo.

—Estas diciendo disparates —le contesto, regresando la mirada al cristal que estoy limpiando, porque ahora María se unió al equipo de Trina Y Aiden para molestarme con el dueño del trono, único monarca de Ayzel.

El rey está en la habitación que se usa para guardar las mesas y los objetos de los que no se disponen a diario en la iglesia, hablando con el padre Cipriano, él puede dar fe de cómo es la gente, al menos en la capital de Ayzel. Este reino es cálido, pese a lo mucho que le han quitado su gente sigue creyendo en la esperanza, claro que hay delincuentes y una considerable corrupción, pero eso no hace al lugar algo malvado, creo que bastante normal que donde existe el bien entonces manchas negras surjan de las esquinas.

—Disparates, pero tus mejillas están más rojas que las cerezas en tiempo de cosecha —la mujer se burla de mi mientras toma entre sus manos el cubo de agua enjabonada y empieza a caminar hacia la siguiente ventana, sin esperar una respuesta de mi parte.

Murmurando por lo bajo lo loca que está la mujer, termino mi trabajo en la iglesia, María me da mi pago de tres monedas de bronce, no las aceptaría, pero ambas sabemos que Aiden depende de lo que Katrina y yo podamos conseguir, así que meto en mi bolsillo las monedas y dispuesta a esperar a que el rey termine su charla con el hombre de Dios, me acomodo en una de las bancas y mi curiosa mirada cae en el exterior a través de una de las ventanas que da la Calle Real, conocida así porque da directamente al palacio.

Entonces lo veo.

—Kel —el nombre se escapa de mis labios en un aterrado susurro que nadie escucha, pero mi corazón late desesperado ante el miedo que siento con solo ver a ese hombre, el asesino de mi padre y el de Katrina.

Alguien pone una mano en mi hombro haciéndome gritar del susto, llevo las manos a mi pecho y cierro los ojos tratando de calmar el latir ahora desbocado de mi pobre corazón, María, quien fue quien trató de llamar mi atención, se preocupa y se apresura a servirme agua en un vaso.

—Niña, por Santa María, parece que viste un fantasma —me dice mientras observa como bebo el agua fría con lentitud.

—Vi al diablo, caminando entre nosotros —le digo entre dientes y ella de hace la señal de la cruz ante mis palabras, Kel es el demonio encarnado y lo disfruta.

—Escuchamos un grito —dice el padre Cipriano saliendo de la puertecita de madera con afán, detrás veo a Aren seguirlo.

—Una araña —me encojo de hombros, el sacerdote sabe que me dan pánico así que me cree y niega con la cabeza.

—Esos pobres animales te temen más a ti que tú a ellos, Crystal —me dice terminando de acercarse y suspira —Su Majestad ya ha terminado de hablar conmigo, hija.

—Entonces puedo mostrarle a Su Majestad la plaza, antes de que se empiece a poner el sol —me pongo de pie con ánimo renovado, es como si me sintiera segura, entonces Kel ya no pudiera hacerme daño alguno —si le parece bien al rey, claro.

—Me parece bien —dice él mientras se acomoda de nuevo la capa cubriendo su aspecto —fue un gusto conocerlo, padre, señora María.

—Vuelva cuando quiera, mi rey —la mujer le sonríe casi maternal y el sacerdote solo imita el gesto sin decir nada más.

Aren me extiende el brazo, lo miro divertida haciendo de ese gesto una broma personal que él entiende y sonríe levemente, casi ni se ve el gesto, pero es suficiente para indicarme que, aunque nuestro rey parece un guerrero intimidante es un hombre con sentimientos, como todos los demás miembros de Ayzel. Engancho mi brazo al suyo con delicadeza, me despido de los religiosos sonriendo y salgo de la iglesia con el rey.

—He de admitir que nunca, en toda mi vida, imaginé que podría caminar por las calles de Ayzel del brazo del misterioso príncipe Aren —hablo sin poder evitarlo mientras bajamos los escalones despacio —mucho menos cuando fuese el rey.

—Yo ni siquiera imaginé llegar a ser el rey —me responde, haciéndome hacer sentir sorprendida por su declaración, chasqueo la lengua mientras niego con la cabeza y a él parece divertirle que sea tan expresiva porque veo de nuevo el gesto leve que tira de las comisuras de sus labios hacia arriba.

—Venga, la plaza va a gustarle, Alteza —como una niña pequeña que es llevada por primera vez a un lugar nuevo, me atrevo a tirar de él hacia la dirección correcta —se que quiere conocer Ayzel para saber que esta reinando, pero déjeme ser indiscreta un momento y decir que es usted muy valiente al tomar la corona de una tierra y un pueblo que no conoce.

—Son mi tierra y mi pueblo, señorita —me recuerda con voz ronca y yo analizo eso un momento antes de responder.

—Nació aquí, pero antes de poder saber siquiera la ubicación de la plaza principal había sido llevado a otro lugar —en definitiva lograré que me corten la lengua por imprudente y entrometida —Su Alteza, fue entrenado como guerrero y ahora debe actuar como un rey.

—No se preocupe por eso, señorita —insiste él mientras llegamos a nuestro destino —mi madre se encargó de darme educación en todo lo necesario antes de perecer, puede estar tranquila en que recibí la etiqueta de un noble.

—No ponía en duda tal cosa, Alteza —sonrío nerviosa dándome cuenta que me excedí como de costumbre en mi curiosidad —hemos llegado.

La plaza principal es mi sitio favorito en Ayzel, al menos en lo que conozco del reino, no solo los mercaderes de víveres tienen sus puestos aquí, es como entrar a otro mundo dentro de la nación, cualquier cosa existente es vendida allí por alegres comerciantes que buscan buenos negocios. Le muestro al rey los puestos más concurridos, le hablo de cada comerciante que conozco o al menos veo allí seguido y le cuento que el verdadero corazón de Ayzel no es el palacio sino esta plaza.

La presencia de Aren Egemen es suficiente para que olvide por completo en ese momento que Kel existe, que mi padre y el de Katrina fueron asesinados, que mi madre tomó su propia vida, que mi hermano menor depende de mi, que el ducado de Lorieta busca respuestas sobre el paradero de alguien que está muerto.

Todo lo que pienso mientras sonrió en la plaza, es que los ojos de Aren están llenos de misterios sin resolver.

En el nombre del reyWhere stories live. Discover now