Capítulo 28: Lullaby, la voz de Katrina

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La nana de cuna que Katrina solía tararear todo el tiempo suena en mi cabeza, es una melodía pegadiza y suave que narra la historia de una guerrera que busca calma para dormir a su bebé en medio de una guerra, la voz melodiosa de mi hermana hace que sea algo melancólico, pero consigue su fin y adormece al oyente lentamente de una manera dulce.

Mientras corro por el bosque jadeando y con la mirada cargada en lágrimas mi cabeza repite una y otra vez la voz de Trina entonando la canción de cuna como si eso fuera lo único que me frenara en la línea de la desesperación, mientras el estribillo se desarrolla en mis pensamientos consigo ver algo que me es familiar, la cueva, la cueva donde mis hermanos y yo nos ocultamos la noche de la casería, no puedo entrar allí sin ser vista, pero es un punto que me dice a donde ir.

—¡No corras más! ¡No hay salida! —la voz de Kel llega hasta mí y aunque sé que tiene razón trato de seguir, pero estoy tan cansada que mis piernas tiemblan.

—¡Para ahora mismo o dispararé! —al ver sobre mi hombro noto que el rey me amenaza mientras apunta hacia mí una flecha.

Paro de correr porque ya no aguanto más mi propio peso, giro sobre mis pies para verlos a la cara al menos aprovechando que la distancia que nos separa del camino de tierra no es mucha, retrocedo un paso cuando él avanza y al no ver donde piso mis pies se enredan con la maleza del suelo y caigo sentada bruscamente hacia atrás causando que el último par de flechas caigan entre las hojas a mi alrededor.

—Eres demasiado valiente para tu propio bien —se ríe el antiguo rey al que tanto odia todo Ayzel.

—Y eso que aún no me conoce —mi única defensa ahora mismo son las palabras y es todo cuanto puedo usar en su contra —. Se sorprendería con lo que mi valor puede causar.

—Disfrutaré con matarte —gruñe Kel acercándose y no me molesto en levantarme porque ya no tengo fuerza para sostenerme de pie.

Kel se acerca lo suficiente y en un arrebato golpeo su rostro con el arco que aun sostenía causando que vuelva hacia atrás, veo su nariz sangrar y enseguida la risa estridente de Gellart cruza el bosque divertido al ver a su camarada herido por mi causa, incluso algunos de sus otros acompañantes se burlan y eso me dice que Kel no estará nada feliz conmigo y mis acciones.

—Ella definitivamente tiene valor, Alteza —comenta un hombre hacia Gellart.

Usando el arco de soporte me pongo de pie alerta a lo que Kel hará ahora, me tambaleo, pero logro quedarme erguida y de pronto la canción de cuna vuelve a mi cabeza acompañada de la voz melódica de Katrina.

Dios mio, permíteme ver a mis hermanos una vez más, no dejes que muera hoy aquí en manos de estos hombres.

—Zorra —ladra Kel, limpiando de su nariz el líquido carmesí.

Bueno, los zorros son conocidos por su astucia así que no voy a ofenderme, mejor lo ignoro y trato de alargar la plática con el padre del hombre que me robó el corazón. Mi mirada café recorre a cada uno de estos hombres, son en total nueve y para ellos no soy una amenaza física, de aquí solo salgo usando el cerebro.

—Arrodíllate ante tu Rey —Gellart camina acercándose con una expresión de felicidad como si ya hubiese ganado esta batalla —. En estos momentos el inútil de Aren está protegiendo el reino de un ataque de Arkazu, no tiene tiempo para buscar a una campesina.

Demonios, ellos lo planearon todo muy bien.

—No soy una campesina, yo soy Crystal Rosella Lovelace, Duquesa de Lorieta y usted no es mi Rey —mi cerebro ya no es racional y mi cabeza le dejó el control a mi corazón, que logrará que me maten aquí.

Gellart me abofetea enviándome al suelo, al caer veo a mi alcance una de las flechas que se me cayeron antes, mi mano la envuelve discretamente mientras trato de impulsarme hacia arriba, el padre de Aren toma mi despeinadas trenzas en un puño y aprovecho su cercanía para girarme rápidamente y verlo de frente.

—En el nombre de rey Aren —mi mano se mueve por instinto propio hasta que la flecha esta incrustada en lo más profundo del vientre del hombre, la sangre mancha mi brazo caliente y viscosa dándome nauseas.

Se crea un alboroto entre los hombres al ver al hombre que llaman su rey toser sangre, lo empujo para quitarlo de mi cuerpo y aprovechando que ellos corren a ver que le pasó yo me pongo de pie y usando lo que resta de mí misma corro rumbo al camino de tierra, lloro mientras avanzo porque estoy tan aterrada que ya ni siquiera pienso con claridad.

Caigo al suelo por milésima vez al tropezar, pero al hacerlo veo a pocos centímetros de mí el camino. Herida y llorando como una bebé abandonada me pongo de pie de nuevo y con desesperación cojeo hasta allí, me lastimé el tobillo con esa última caída, ya no puedo aguantar un solo golpe más sin desmayarme.

Mi salvación llega en forma de carreta, Tobías maneja una carreta llena de hombres y se dirigen hacia la capital, seguramente van a ayudar en la batalla que armó Arkazu en alianza con el hombre al que le clavé una flecha en el estómago.

—¡Ayuda! —grito sabiendo que Kel no me atrapará al tener menor número de aliados de los que se acercan a mí, campesino o guerreros son fuertes y valientes —. ¡Auxilio!

—¡Crystal! —Tobías me reconoce y ahora mis lágrimas son de felicidad porque de alguna manera salí viva del bosque una segunda vez —. ¡Crystal!

La canción de cuna suena en mi mente, la doncella al fin consigue dormir a su bebé y la carreta frena junto a mí, la doncella dice que la guerra está acabando mientras que Tobías baja de un salto y me sostiene.

La canción termina y yo me suelto a llorar. 

En el nombre del reyWhere stories live. Discover now