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Capítulo 18

Nunca había visto cosa semejante.

Al lado de la chimenea reposaba un pequeño árbol de navidad con guirnaldas y luces, además de pequeños muñecos y una estrella en la punta.

En el comedor, las sillas tenían un lindo decorado en guirnaldas, y en la mesa, dos platos de pavo relleno, vino tinto y unas rosas en el centro... Hicieron que mis ojos empezaran a picar.

En eso, Frank salió de la cocina con un delantal y una red en la cabeza, lo que provocó mi risa.

Reitero: lo más tierno que he visto.

—¡Oh! Llegaste... Mmm... Toma asiento, no tardo, voy a cambiarme.

—Esto...¿Esto lo hiciste tú?

—Ah...Sí... Por qué, ¿no te gusta el pavo?

—Sí... solo que... Dios, nadie había hecho esto por mí... Gracias.

Sonrió ampliamente.

—Con el mayor de los gustos... Ahora si me disculpas, voy a cambiarme antes de comer.

Paseé por la sala cuando se fue, observando cada detalle y cada decoración, hasta que volvió a aparecer con una camisa de cuadros negros y rojos, y unos jeans negros.

—Bien, ahora sí... Siéntate, por favor.

Corrió mi silla para que me sentara y luego se sentó él.

—Gracias de verdad Frank... Esto es... Más de lo que podría esperar.

—¡Ya deja de agradecerme! Te lo mereces, nadie tiene por qué agradecer los gestos que se merecen.

Sonreí.

—Y... ¿Cómo te fue en el pueblo?

—Oh... Muy bien, en realidad... Tengo cierto regalo para ti.

—¿En serio?

—Sí, pero primero comamos. ¡Está delicioso!, ¿tú lo cocinaste?

—Sí, estuve en cursos de culinaria hace algunos años... y bueno, algo me quedó de eso.

—Qué bien...

Todo en la comida iba normal hasta que me tomé el vino.

No podía creer lo que estaba viendo... Era hermoso... y era un regalo suyo.

—Esto... ¿Esto es lo que creo que es?

Dije casi llorando, y sacando el anillo de plata con un cuarzo amatista en el centro del fondo de la copa.

Sonrió.

—Sí, es para que haga juego con tu collar, ¿me permites colocártelo?

—Claro, adelante.

Cuando me lo colocó le di una fuerte abrazo.

—Bien, ahora viene tu regalo.

Le entregué la bolsa de regalo y sacó la pequeña caja roja, Abrió la boca formando una "O" mientras sostenía el llavero en sus manos, me abrazó muy fuerte y luego me soltó, sus ojos destilaban brillo.

—¿Quieres ir a probarla?

—¿Qué dices?, ¡Claro!

Salimos y bajamos hacia la moto, se subió y se puso el casco, yo igual. Encendió el motor y comenzamos nuestro paseo nocturno. Abracé a Frank por la cintura mientras pasamos el bosque, fuimos mas allá y paramos en un lago muy hermoso, bañado por la luz de la luna.

Me senté en una roca mientras el encendía un cigarrillo.

—¿Sabes? Ésta es la mejor navidad que he pasado en mis años de vida.

Sonrió

—Igual yo... —Le dio una calada al cigarro y se acercó a mí— Y te prometo... —Tomó mi mano— Que si me lo permites... Así serán el resto de la eternidad.

Sonreí y me miró a los ojos.

—Tus ojos se ven más hermosos a la luz de la luna.

Mis ojos brillaron y tomé su rostro mientras cerrábamos los ojos... Y pasó finalmente lo que los dos habíamos querido.

Sus labios encajaban perfectamente en los míos mientras nuestras lenguas danzaban con una música invisible, enredó sus manos en mi cintura y yo en su cuello, duramos así segundos eternos, y nos separamos por falta de aire.

—Te amo, Cathy. —Junto nuestras frentes— Y lo he hecho desde el día en que choqué contigo en el pasillo.

Sonreí.

—Te amo también, Frank.

Volvimos a besarnos, para luego de un rato volver a la moto y encaminarnos a la montaña.

No pude decirle a Frank desde cuando lo amaba, porque fue un sentimiento que nació cuando menos lo esperaba... No lo supe... Solo pasó. Cuando llegamos a la cabaña le ayudé a Frank a lavar los platos y a organizar la mesa, luego me cubrió los ojos.

—¿Qué haces?, ¿a dónde me llevas? ¡No me secuestres! —Grité riendo.

—No lo haré tonta... Sigue mi melodiosa voz.

Reí.

—No es tan melodiosa.

—¿Envidia?

—... Solo llévame. —Reí.

Luego de varios pasos me frenó.

—Para. —Se fue de mi lado, sentí como abrieron una puerta, me quitó la venda de los ojos y no supe que decir en ese momento, mis ojos casi se salen de sus cuencas— Te... ¿te gusta?

La alcoba estaba llena de pétalos de rosas blancas y rojas..., y en la cama reposaba un corazón con los mismos, y dentro de el decía "Te amo"

—¿Que si me gusta?... Frank... Oh Dios... —Volteé a mirarlo— ¡Me encanta! ¡Te amo! —Lo abracé y me besó lanzándome  a la cama, se puso sobre mi sin aplastarme y la temperatura se fue a las nubes.

Luego de dulces besos, caricias, revolcones de sábanas, ropa y más... Paso lo que debía pasar, fue mi primera vez, y nunca la olvidaré, como sé que él tampoco.

Agotado y risueño, Frank se lanzó a mi lado, coloqué mi mano en su pecho, y él en mi espalda baja, fue una escena patéticamente romántica.

—¿Quieres un trago? —Preguntó y me miró.

—Claro. -Sonreí y me dio un beso en la frente para después levantarse desnudo, fue a la cocina y volvió con una botella de champagne y dos copas, sirvió y levantó su copa.

—Por nosotros, porque esta será una bella historia de amor, porque te amo, y porque no te abandonaré nunca.

Sonreí.

—Salud.

Las doce campanadas empezaron a sonar, reímos y brindamos.

—Feliz navidad, Frank.

—Feliz navidad, Cathy.

Academia Bleed (Versión física disponible)Where stories live. Discover now