Días de juventud: Primer calor en verano

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El joven de ropas holgadas y apariencia fresca bajaba corriendo desenfrenado por las escaleras. Los empleados miraban asustados a la figura que salía casi volando sobre sus cabezas sin regresar a verlos, tras él le seguía otra figura de ropaje negra y cabellera alborotada.

Jiang Cheng tenía una genuina sonrisa plantada en su rostro y sus ojos albergaban un grácil brillo que le daban la apariencia de un pequeño niño. Abrió el portón y se encontró con un sosegado XiChen que esperaba pacientemente, con la espalda recargada en el portón. Su cabello estaba pulcramente peinado hacia los lados y aquellas prendas blancas, planchadas delicadamente, no mostraban ni una sola mancha. Lan XiChen estaba rodeado por un aura inmaculada que hasta los ojos más puros quedarían cegados por tal sublime belleza.

Sin embargo, el mayor había quedado embelesado por Jiang Cheng y ante los ojos de él no habría persona más hermosa que él. Una sola sonrisa podría iluminar el cielo más oscuro y una caricia hacer temblar su vulnerable corazón.

—Hola—saludó Jiang Cheng quedito. Xichen fue despertado de su maravillosa ensoñación y le devolvió el saludo con una cariñosa sonrisa.

Pero era imposible, su mirada siempre se regresaba hacia él cual imán y, a medida que se quedaba mirándolo, un calor se extendía por sus orejas, tiñéndolas totalmente de carmesí. Tragó en seco.

— ¿Nos vamos?—preguntó jugueteando con sus manos. Jiang Cheng percibió aquel gesto como algo tierno. Sonrió enternecido con sus mejillas también coloreadas y asintió.

—No tan rápido, jovencitos—Aquella voz potente y firme dispersó el ameno ambiente. Su madre apareció detrás de su hijo con la frente arrugada y miraba al mayor con ojos recelosos—. Espero que estés aquí...

—A las once, entiendo—interrumpió Jiang Cheng impaciente por salir, tomó de la mano al mayor y comenzaron a alejarse, mientras asentía rápidamente a cada advertencia que su madre le decía—. Madre, ya nos vamos.

—Pase una buena noche, señora Yu—alcanzó a decir XiChen, mientras era empujado por Jiang Cheng.

— ¡Esperen, aún no he terminado, ustedes dos...!

— ¡Volveré pronto, lo prometo!—Vociferó, mientras se alejaba corriendo por la acera agarrado de la mano contraria. Por otro lado, XiChen se inclinaba atarantado varias veces y prometía cumplir con la hora acordada.

— ¡XiChen, cuida bien de él! — Ziyuan se quedó de pie bajo el portón con una mano sobre la frente y miraba inquieta a los dos adolescentes que se perdían a lo largo del camino. Formó una discreta sonrisa al ver lo vívido y contento que se mostraba su hijo, le recordaba a sus días de juventud.

— ¡Espérenme!—Wei WuXian salió atolondrado, sin percatarse de la presencia de la mujer, llevaba los zapatos en la mano y su cabellera estaba despeinada— ¡A-Cheng! No se vayan sin mí—infló las mejillas berrinchudo cuando lo único que vio fueron las calles desoladas sin ningún rastro de los dos jóvenes.

—Entremos— Yu Ziyuan colocó una mano sobre su espalda y le dio palmaditas

— ¿Qué se traen esos dos?—preguntó, aunque ya sabía la repuesta, pero quería escucharlo de otra boca. La mujer se encogió de hombros y musitó un desinteresado "¿quién sabe?" para luego entrar a la casa, ignorando la pequeña rabieta de su otro hijo.

Claro que él lo sabía. Jiang Cheng había estado actuando muy extraño desde entonces, su extraño humor apacible sólo lograba ponerle los nervios de punta y una pequeña alarma dentro de su cerebro le enviaba señales de peligro anunciándole que aquel no era su A-Cheng. Cuando lo molestaba o hacía sus travesuras éste ni se inmutaba y cada vez que era reprendido por los maestros ya ni se molestaba en regañarlo. Y lo más desafortunado, ya ni siquiera regresaban juntos a casa.

Se Venden Recuerdos Para Poder Dormir  [XiCheng]Where stories live. Discover now