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| V.I.O | ━━ II

La tela se deslizaba por sus hombros con delicadeza, causándole un leve cosquilleo y ansias de ver el resultado final; había pasado toda la mañana en un lugar apartado para no ser vista por las demás divinidades. La razón era que sería la sorpresa exótica, y que debía ser bien presentada, según las palabras del Dios de la vid.

La cinta alrededor de su cintura fue ajustada con poca delicadeza, causándole cierta molestia.

-No, no. Es mejor que pongas una mejor sonrisa, ya que esto es parte de la rutina diaria de las Diosas- Regañó una de las ninfas del séquito de Artemisa, otorgada por Atenea. -Todo sea por verse espléndida.

Intentó quejarse, y discutir por aquel ridículo lema, pero su rostro fue tomado por una de las chicas que estaba terminando los últimos retoques. Sus labios fueron decorados con tinta fresca de un color carmesí muy suave, y su cabello decorado con una hermosa y no tan extravagante corona de laurel dorada. Además, el atuendo hecho a su medida realzaba el esplendor de su belleza, y personalidad radiante.

Pero, al ver su reflejo en el agua de la fuente, tuvo una reacción muy diferente al de las demás presentes

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Pero, al ver su reflejo en el agua de la fuente, tuvo una reacción muy diferente al de las demás presentes. No se sentía tan majestuosa, y mucho menos hermosa en aquel atuendo. Desde pequeña había aprendido que ''menos es mejor'', y en ese momento, ella realmente lucía demasiadas cosas sobre sí misma.

-No soy tan importante como para ser adornada de esta manera- Sus manos recorrieron desde su cabello, hasta el final del vestido que marcaba más arriba de la altura de sus rodillas. -Deja de mirarme así- Acusó con inseguridad y nerviosismo a la encargada, la cual no se encontraba de muy buen humor.

La sujetó de los hombros con algo de fuerza, y suspirando pesadamente la miró de arriba a abajo.

-¿Por qué crees que te trajeron aquí? ¿Por ser una simple mortal sin derecho a siquiera vivir libremente?- Intentó responder pero fue callada rápidamente. -No eres una mortal, niña tonta. Eres el futuro de esos Dioses, lo que significa que serás parte de todo esto muy pronto- Aclaró buscando algo de interés en el rostro de la joven. -Si no querías venir, ¿por qué no solo lo dijiste?- Bufó alejándose para comenzar a llamar a las demás musas.

-''Hey, Atenea... Aprecio tu oferta pero jamás sería parte de ustedes, adiós''- Comentó con sarcasmo exagerado.- Y, después me podrías ver como una nueva escultura en sus tesoros como la chica que respondió mal y se negó ante la Diosa- La puerta fue abierta con sutileza dejando ver a las jóvenes esperando por la chica. -¿Moraleja? Nunca, pero jamás ignores a una Divinidad como ella. Si lo hubiera pedido Dionisio, te aseguro que ya me verías muy lejos de aquí. Hay diferencias muy notables- Ante sus desesperadas palabras que salían con  rapidez, un par de carcajadas distintivas del Dios nombrado la hicieron cerrar los ojos por ser descubierta.

-¿Diferencias? Bien señorita, me ofendes- Le hizo una ligera seña para que lo siguiera. Las musas le negaron con reproche, pero ella solo se limitó a suspirar con pesadez. -¿Atenea es la madre respetada? Eros también lo es, ¿qué seré yo? ¿El padre permisivo y que permite todos los caprichos?-  Al obtener de respuesta una sonrisa burlona de la joven, se hizo el sorprendido. 

-Creo que serías el padre que todos aman, pero a quien no obedecen. No lo sé, aún así eres bueno- Antes de poder reír, divisaron las enormes puertas de mármol doradas, que estaban adornadas de laureles blancos como la nieve fresca, y cintas de fuego del mismo color. El pasillo se hallaba decorado de la misma forma a excepción de que quedaba completamente opacado con el esplendor de aquella entrada. -Es fascinante.

-No tanto cuando sabes que es lo que te espera allí- Estiró su brazo esperando que ella lo aceptara, y cuando lo hizo, la puerta se abrió de par en par dejando salir un delicioso aroma a miel y rosas, algo que sorprendió tanto a la chica y no pasó desapercibido para Dionisio. -Las apariencias engañan- Murmuró al ver a las musas salir para recibirlos con esencias aromáticas.

La sala de banquetes quedaba al aire libre, siendo decorada por el coloreado y tranquilo atardecer, las nubes tan cerca aligeraban el ambiente convirtiéndolo en uno cálido y a simple vista, bastante artístico. La alargada mesa se hallaba ocupada por las Divinidades, siendo distintivas en apariencia y personalidad, desprendiendo su propia aura en el lugar; no había tenido ni tiempo para pensar en la cantidad de los que estarían presentes, y tampoco quiso interrogar a su encargada por temor a ser señalada de tonta. 

Aunque en su antiguo hogar, el santuario, estudiaba una y otra vez la historia de la mitología griega, nunca imaginó estar de pie frente a todos esos personajes de los libros. Se sentía muy pequeña en comparación a todo el esplendor del lugar en cuanto entró, y no disminuyó el agarre que tenía sobre el brazo del Dios cuando todas las miradas recayeron sobre ella.

Su mente permaneció en blanco durante un par de segundos, intentando encontrar las palabras correctas, o al menos algo que decir. Dionisio reprimió las carcajadas desviando la mirada, la chica realmente lucía nerviosa y, a la vez tierna. -Frente a ustedes, Divinidades, tienen a nuestra...- Dejó de hablar en cuanto ella soltó su brazo y avanzó lo suficiente, quedando a poca distancia de la mesa.

-Soy Halia Denise, una Semidiosa producto del futuro que marcaré en contestación a la nueva era- Caminó con distintiva sutilidad hacia una de las musas que en su mano llevaba una jarra de plata, y dentro de esta había miel totalmente fresca. Se giró hacia la pátera de cada Divinidad a la cual nombraba, y vertía un poco de la miel en ella. -Hija de Atenea, Dionisio y Eros. En disposición y obediencia completa a sus órdenes, y culto- Se arrodilló conteniendo el aire ante el nerviosismo que había vuelto, pero se vio interrumpida en cuanto Atenea la invitó a levantarse, y al recibir una de las copas de la mesa por parte de Zeus.

-Halia Denise, de gran valentía y dulces palabras- Todas las copas se levantaron ante aquella oración, y sintió que estaba a punto de desmayarse del alivio.

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| D.I.P | ━━ I (Part. I)

La fuerza ejercida sobre sus brazos la hicieron quejarse en voz baja, ni siquiera había intentado forcejear ya que sabía que sería inútil, y sus pensamientos de desesperanza y decepción no se lo permitían. Ambos guardias la empujaron hacia un pequeño sendero de rocas y tierra, suponían que ella podría encontrar un lugar en donde esconderse de las personas malvadas que vagaban por allí. 

Aún sobre el suelo, y teniendo la vista sobre éste, escuchó como su transporte comenzaba a alejarse, y poco después La isla tembló dando por perdida su oportunidad de largarse de allí. Con dificultad se levantó y comenzó a sacudir sus manos, buscando con la mirada algún lugar para descansar, o simplemente para sufrir en paz.

Algo dentro de su pecho dolía con intensidad, y estaba segura de que era mejor estar en un lugar donde no pudiera hacer daño.

𝐂𝐮𝐫𝐬𝐞𝐝 𝐝𝐢𝐯𝐢𝐧𝐢𝐭𝐲  | ᴰᵉˢᶜᵉᶰᵈᵃᶰᵗˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora