Capítulo 2 - Primera cita

1.1K 69 14
                                    

Gracias por la paciencia y perdón por la tardanza. Espero que os guste.

//////

–Uy... Va a llover, ¿no?

–Yo creo que sí... [Mira a Luisita] Te acompaño a casa.

–¿Sí?

–Sí. [Se miran y sonríen] ¿Vamos?

–Claro... Vale.

[Portal de Luisita]

–¿Tienes frío?

–Un poquito... Me he mojado un poco, ¿eh?

–Ya, pero no te preocupes, que este es mi portal.

–Eh... Lo sé. ¿He venido varias veces?

–Ay, es verdad.

–Bueno, pues...

–Oye, ¿te apetece subir... Y tomar...? No sé, es que después de la hamburguesa igual nos viene bien una manzanilla o... [Amelia se ríe] Yo es que no suelo hacer esto...

–No, yo tampoco, ¿Eh? En la primera cita no... Pero sí, sí, sí. Una manzanilla estaría bien.

Exactamente un minuto tardó en empotrarme contra la ventana del salón y besarme como si le fuera la vida en ello, como si el mundo fuera a terminar mañana. Y joder cómo besaba, cómo se deshacía en rozarme con esos labios, buscando cada centímetro que quedaba sin sus atenciones para dárselo.

Exactamente dos minutos tardó en conocer mi boca y sus alrededores, en acercarme a ella de una manera imposible; sus manos ancladas en mi espalda, abrazándome de maneras que nunca había pensado, y mucho menos conocido. No tardó en deshacerse de mi jersey y tirarlo por algún lado del salón. Ya habría tiempo para buscarlo.

Exactamente tres minutos tardó en tumbarme sobre el sofá, dedicarme una mirada ardiente y bajar hacia las clavículas y el esternón. Había deseo, por supuesto, pero también un cariño que pocas veces había notado en este tipo de cosas. ¿Qué me estaba haciendo? ¿Por qué sólo escuchaba retumbar mi aceleradísimo pulso en mi cabeza mientras me acariciaba?

Exactamente cuatro minutos tardó en quitarme los pantalones, darse un respiro y dejarme que por fin empezara el mismo camino que había seguido ella. Pensaba que había perdido toda la práctica que tenía, que era poca, pero a medida que iba descubriendo su piel llena de lunares y pecas iba acordándome de todo. No había olvidado nada.

Exactamente cinco minutos tardó en volver a por mí sin piedad alguna. El calor que sentía me empezaba a agobiar, pero no podía dejar de querer estar así. Era lo que quería en aquel momento, lo que necesitaba, lo que me estaban gritando mis entrañas. Acariciarla, besarla, conocerla en cada forma y momento posibles. Era lo único que quería.

Exactamente seis minutos después me dejé llevar y paré de contar. "Eres tonta, Luisi, la más tonta del barrio, la lesbiana más estúpida del mundo que en vez de centrarse en esto, se pone a contar putos minutitos", me dije mientras desconectaba totalmente y dejaba que todo aquello –su olor, su mirada, su tacto, ella en general– me embriagara.

Me rendí ante todo aquello, ante ella, y dejé que me conociera de esa manera: tan real, tan pura, tan honesta y sincera. No quedaba ningún puente por tirar abajo, ni muros que siguieran en pie. Solamente ella y yo, flotando en esa inmensidad que acabábamos de crear, cómplices de alguna manera del nacimiento de ese vínculo estrecho y firme. Sólo existíamos Amelia y yo. El mundo, el propio universo, se había parado y nos había cedido el control.

Hablarán de ti y de míWhere stories live. Discover now