Capítulo once

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Pasaron los días y ni Singto supo de Krist ni viceversa, hasta que una mañana en la que el informático salía de darse una ducha, este escuchó su móvil, entonces corrió a cogerlo a la mesita y vio que había recibido inquietante mensaje.

Mensaje de Singto:

«¿Podemos vernos?, por favor.»

Simplemente era una simple pregunta, la cual le hizo sonreír pero también lo dejó confuso pues este lo había ignorado durante días tras haber follado en el restaurante varias noches atrás.

Su orgullo no le permitió dejarse fácilmente, así que este decidió no hacer caso y aunque se moría por volver a verlo, tampoco quería engancharse a un hombre del que podía acabar enamorado para luego sufrir como un condenado.

Poco después su móvil volvió a sonar.

Nuevo mensaje de Singto:

«Pequeño, quiero hablar contigo. Venga por favor, contéstame.»

Este lo leyó y rió como un niño cuando hace alguna trastada pero nuevamente volvió a dejar el móvil en la mesa para seguir con lo que estaba haciendo.

Diez minutos más tarde empezaron las llamadas y entonces este siguió en su plan de ignorar al gigoli y darle de su propia medicina.

-¿Por qué iba a querer hablar contigo y de qué?-le habló al móvil-... de lo bien que lo pasaste follando con tus clientes y lo mucho que​ has ganado en estos días...No, ni lo sueñes.

Mientras en su lujoso apartamento, el moreno daba vueltas sin parar pues por más que insistía, no conseguía que el informático contestara a sus mensajes y llamadas.

-Vamos.... vaaamooos pequeño contesta ya.... ¡maldita sea!, ¡joder!.- gritó ya muy molesto.

Sabía que Krist tenía que estar en su casa por ser sábado pues el chico era de esos a los que denominan "friki de la informática", así que éste tenía que estar ignorándolo a propósito.

Definitivamente fuese por lo que fuese, el acompañante no lo aguantó más, así que decidió que lo mejor sería ir a casa de este, llamaría a su puerta hasta que le abriera e incluso la tiraría abajo si hiciese falta pero el jodido chico no tendría más remedio que escucharlo.

Una hora más tarde, Krist se estaba preparando unos deliciosos spaghetti cuando de repente oyó el timbre de su puerta, fue a ver por la mirilla de quien se trataba y al ver a Singto este se sorprendió mucho pero no abrió.

-¡Krist soy yo Singto!, ¡abreme, por favor!-gritó aporreando la puerta.

Este siguió ignorandolo.

-¡Joder, sé que estás ahí!, ¡ábreme!.

Este rió y siguió cocinando.

El gigolo resopló molesto y siguió tocando como un loco en la puerta.

-¡Krist por favor!, ¡perdóname por ignorarte!, ¡venga, es importante!.

El informático se sirvió la comida y se sentó a comer como si nada.

-¡Joder!, ¡llevó aquí veinte minutos suplicandote!, ¿no crees que ya es suficiente?, ¡Tus vecinos acabarán por llamar a la policía!

De repente el móvil del gigolo sonó en su bolsillo.

Mensaje de Krist:

«No, no es suficiente

Este apretó uno de sus puños hasta que se le puso blanco y lanzó un grito de frustración pues a pesar de estar furioso, extrañamente le ponía mucho la rebeldía del chico, así que le siguió el juego.

-Bueno está bien, me voy entonces y ya no te molestaré más, precioso-eso fue lo que dijo gastando su último cartucho-... Siento haberte importunado pero quería tenerte cerca.... Tú me haces mucho bien.

Rápidamente este se escondió en la columna situada a la derecha de la puerta y esperó paciente a que el obstinado informático mordiese el anzuelo y consiguiendo así su propósito.

Dos minutos más tarde Krist bastante triste abrió la puerta y salió para comprobar si este realmente se había ido pero para su sorpresa el gigolo salió de su escondite y le sujetó fuertemente de la cintura, metiéndole rápidamente en el piso.

-¡Suéltame Singto!, ¿qué mierda quieres?.

El acompañante siguió sujetándolo contra su cuerpo.

-Tienes que escucharme... verás....es que ha ocurrido algo y necesito tu ayuda.

-Si quieres dinero, te diré que pierdes tu tiempo- dijo rápidamente Krist evitando mirarlo a los ojos.

El acompañante rió.

-Pequeño, jamás sé me ocurría pedirte dinero, sé que estás tieso.

Krist rodó lo ojos.

-¿En-entonces qué es lo q-que quie-res?- preguntó muy nervioso pues este no paraba de olisquearle el pelo y cuello, además de que se estaba acercándose peligrosamente a su boca.

-Quiero que me acompañes a un lugar al que no quiero ir solo-le susurró jadeante.

El chico al fin se soltó del agarre y volvió a su plato de comida, haciendo caso omiso de lo dicho por el acompañante.

-Krist... mi padre ha muerto.- dijo entonces Singto con pesar.

Este paró de comer y lo miró entristecido.

-Lo siento pero ¿eso qué tiene que ver conmigo?.

Entonces el gigolo resopló, se acercó y acto seguido se sentó en una silla junto a él, ya que al parecer tendría que contarle toda su historia si quería que el hermoso y enfadado chico le ayudase con su problema.

Entonces el gigolo resopló, se acercó y acto seguido se sentó en una silla junto a él, ya que al parecer tendría que contarle toda su historia si quería que el hermoso y enfadado chico le ayudase con su problema

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