Capitulo: 24

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Canadá había regresado a México para hablar con Rusia, había que hacer algo y había que hacerlo rápido.

La situación ahora era delicada, con Alemania secuestrado, NAZI iba a poner en marcha a todo su ejército a tierras Españolas, sin advertencias, sin piedad, NAZI sería capaz de exterminar todo el país y no se detendría hasta encontrar a sus hijos.
Ésto no solo significaba innumerables perdías, eso significaba que habría bandos, y más tarde que temprano aquella disputa recaería en una tercera guerra mundial.
Las cosas era serías, y bastante preocupantes.

Rusia se encontraba en la oficina de México, llevar las riendas de un país tan caótico era agotador.
Canadá entro sin previo aviso a dicha oficina y encaro al ruso directamente.

Han secuestrado a Alemania. Tenemos tres países desaparecidos y a la ONU a punto de rompernos a todos las pelotas. NAZI está preparándose para una guerra, tiene armamento desplegado, sus tropas avanzan sin contemplaciones hasta las fronteras de Francia, y con o sin su permiso, los tanques de guerra alemanes y sus bombarderos van a abrirse paso por ésta hasta llegar con los españoles.—

Rusia de inmediato dejo lo que estaba haciendo y miro alterado a Canadá, ésto era malo. — Intentaste... ¿Intentaste hablar con él?— Cuestionó Rusia.

Lo hice, y mucho, intente todo para convencerlo pero no me escucho. Tú más que nadie conoce lo que va a suceder si una guerra se desata nuevamente... — El ruso se levantó de su asiento arreglando todo, tal vez era hora también de llevar las riendas de su tierra y así, tal vez, ayudar a evitar una tragedia.

Iré a mi país... Alguien va a tener que contener a NAZI antes de que llegue a las fronteras de Francia. Enviaremos refuerzos a los franceses, Third Reich no debe llegar a las tierras Españolas.

Tan rápido como pudo, Rusia empacó lo poco que tenía consigo, saliendo rápidamente de la mansión del mexicano seguido por el canadiense. Una vez en el exterior la camioneta que llevaría al Ruso al aeropuerto estaba ya esperando afuera.

Canadá y Rusia se despidieron y el ruso emprendió su viaje, ahora cada segundo era vital.
Dejando todo en manos del canadiense, Rusia pensaba en como le haría frente a su padre, aquello era una tarea imposible, pero estaba en juego demasiado.

Canadá por su parte había salido a tomar aire a la carretera, caminaba de un lado a otro carcomido por los nervios. Él era un país pacífico, y ahora estaba en medio de todo ésto.

Repentinamente sintió un par de manos cubrir su boca, tres hombres altos y encapuchados trataban de subirlo a la fuerza a una camioneta negra.
Canadá luchaba aterrado contra la fuerza de esos hombres, pero le era casi imposible. Recibió un fuerte golpe en el estómago que lo hizo perder toda la fuerza de su cuerpo y le saco el aire de los pulmones, estaba desorientado, y finalmente se desmayo.



Despertó poco después, lentamente y respetando profundo, lo primero que vio fue la imagen de su hermano de 50 estrellas frente a él, sosteniendo su rostro con ambas manos. — ¡Canadá! Hermanito, casi te pierdo...— Dijo el estadunidense abrazando a Canadá, quien miro por sobre su hombro los cadáveres de los tres hombres, acabados a balazos.

Lo siento, se que no te gusta mi manera, pero era la vida de ellos o la tuya... — Se excuso E.U. alejándose lentamente de su hermano y ayudándolo a levantarse.

Pronto, unas cuantas camionetas más los rodearon, subordinados del estadounidense, quienes se hicieron cargo de los cuerpos. — ¿Q-quienes... eran ellos?— Musitó Canadá, quien se alejaba de la escena siendo cargado de caballito por su hermano. — Ellos... Ellos son espías Rusos, fieles perros de URSS... no entiendo porque iban por ti, pero encontré su camioneta merodeando la casa de México y después vi como te seguían, debí actuar antes pero debía estar seguro... Pero no entiendo porque espías de la URSS vendrían a buscarte a ti...

La fuerza más poderosa del mundo no es el amor, son las armas. Where stories live. Discover now