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Matt.

¡FONDO, FONDO, FONDO! –gritamos todos para que Cristian se tome lo que resta de una botella de pisco.

En el instante en el que se toma la última gota todos gritamos elogiando su hazaña.

–¡Sí! –exclama–. ¿Quién es el rey? ¡Yo soy el puto rey! –grita sacándose la polera.

Lo elogiamos con gritos de gloria y palmadas en la espalda.

Observo como una chica lo toma del rostro y estampa sus labios en los de él, Cristian le devuelve feliz el beso.

­–Maldito suertudo –dice Aaron sonriendo a mi lado.

–Maldito suertudo –repito riendo.

–¿Quién es ella? –pregunto.

Al notar que Aaron no me responde dirijo mí vista hacia él y veo que mira serio en una dirección específica.

Sigo la dirección de sus ojos y veo a Laura con un tipo alto abrazándola de la cintura y hablándole al oído.

– ¿Has hablado con ella? –le pregunto calmado.

– ¿Sobre qué? ¿Sobre con cuantos tipos se mete? –dice irritado y le da un gran sorbo a su cerveza.

–Ambos sabemos que Lau no es así, y si lo fuera, bien por ella ¿quiénes somos nosotros para juzgar, hombre? En todo caso no me refería a eso, tú sabes de que hablo –le refuto mientras termino mi vaso y me sirvo otro trago.

No me responde y se limita a seguir bebiendo mientras sigue observando cómo Laura se retira con el tipo alto.

–Lo pasado pisado –dice melancólicamente.

–A la mierda con eso –le digo borracho–. Es tu mejor amiga, tú sabes lo que es mejor para ella y ella sabe que es lo mejor para ti, y si ambos son lo mejor para el otro deberías tomar cartas en el asunto e ir a golpear al imbécil con el que está ahora.

Aaron me observa y niega con la cabeza –No me perdonará nunca si le arrebato a su cita de la noche.

– ¿Quién lo dice? –le espeto mientras le doy un trago a mi vaso.

–Pues...

–Nadie lo dice –le afirmo.

Me mira con una cara de derrotado –Es que yo... no creo que sea el momento.

–No hay un momento Aaron, tú siempre me dices que no sea inmaduro y actúe, pues te estoy diciendo que hagas los mismo. Yo se que la quieres, así que muevete maldita sea.

–Bien –dice apretando los dientes.

Sonrío mientras lo veo alejarse, solo espero que el tipo alto no lo mate a golpes. Camino hacia la pista de baile y entre la gente veo a Karen en una esquina, me acerco y me recuesto en la pared al lado de ella.

–Sabía que esos dos no podrían estar más tiempo peleados –dice mirando hacia Rony que besa a Emilia como si su vida dependiera de ello.

–Todos lo sabíamos –afirmo cruzándome de brazos.

Karen gira su rostro hacia mí y me mira escéptica –¿Te estás divirtiendo Matt?

–Por supuesto que sí –digo y luego coloco una sonrisa del millón– ¿No se nota?

Ella rueda los ojos y suspira –Hace unos momentos vi a Isa, se veía bien acompañada.

Me quedo quieto un instante, alejo el pensamiento de ella en los brazos de otra persona, y me concentro en respirar calmadamente.

–¿Quieres bailar? –le pregunto a Karen tendiéndole una mano al recomponerme.

Ella observa la mano y sonríe irónicamente –¿Crees que bailar conmigo te hará olvidarla? Así no funcionan las cosas campeón.

–Karen, por qué mierda siempre eres tan terca –le digo irritado–. Te estoy diciendo que bailes conmigo.

–Solo un momento encantador –dice ella rodando los ojos–, luego tu irás por tu pelirroja.

Me trago otro sorbo de mi vaso y solo asiento con la cabeza. Tomo a Karen de la mano y nos mezclamos en la mitad de la pista. Me divierto todo lo que mi deprimido y alcoholizado cuerpo me permite, Karen es una buena compañía en estos casos. Alocada y liberal.

–¡Buena fiesta! –le grito extasiado mientras saltamos al ritmo de la música.

–¡De nada! –grita ella igual de energética.

Bailamos hasta que mi vaso se acaba. Termino abrazado a Karen, meciéndonos lentamente.

–Eres un buen muchacho Matt –susurra Karen en mi oído–, si ella no lo nota, no te merece.

Me reincorporo, y la observo a los ojos –Karen estas... ¿llorando?

– ¡No imbécil! –dice ella repentinamente enojada y pasando sus manos por sus mejillas.

–Está bien, está bien cálmate, yo tengo que ir a ver cómo está el... el chico rubio.

– ¿El chico rubio? Querrás decir Cristian –dice Karen cansada.

–Sí, ese –le digo y suelto una carcajada.

– ¿Cuánto has tomado? –dice ahora con una sonrisa.

–No sé –respondo encogiéndome de hombros y me alejo, pero antes me doy media vuelta y le digo –Por cierto, no deberías dejar a la chica de pelo negro sola, podría necesitarte.

– ¿Laura?

–Sí, esa –le digo y tambaleante me dirijo a la cocina.

Nuestro DesordenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora