XXXV - Para salir de dudas

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Otra manzanilla. Las había comprado a conciencia. No pensaba hacerle ninguna más, porque sería un abuso. No obstante, la muchacha necesitaba relajarse, y no había nasa mejor que aquello.

Vanderwood no era el tipo de persona que buscaba el momento adecuado para decir las cosas, simplemente las decía directamente. Aún así, esta vez había preferido esperar a que la situación se calmara un poco.

—Me he asustado tantísimo, y Seven no está. Me da tanto miedo que no esté, y si me dejas sola ya... —decía afligida—. No tienes que encerrarme cuando salgas. —Continuaba—. Se me caía el mundo a pedazos.

Esa mujer era una exagerada.

—Diez minutos. Miento, nueve minutos y diecisiete segundos. —Le mostró el cronómetro de su muñeca—. No puedes ponerte así por cosas tan... por simples bobadas.

—No sé qué me pasa. Todo me afecta, me siento rara... agotada.

Y eso solo le daba más motivos para querer arrastrarla al baño cuanto antes.

—Estoy más hinchada, la comida no me sienta bien y me dan jaquecas.

—Y vómitos —Remató Vanderwood—. ¿No se te ha pasado por la cabeza ir al médico?

—Claro que sí. —Se terminó el té—. Pero con la exposición y esto... no era tan importante.

El silencio volvió a reinar. Vanderwood llevaba un buen rato pensando que hacer, y lo cierto es que él no era así. Solo pensaba tantas veces las cosas que le iban a dar dinero y esto no aplicaba.

—Tengo una idea de lo que puede ser. —susurró. Melissa le prestó más atención—. De hecho, es la razón por la que he salido. Te he traído algo.

Se levantó del taburete de la encimera y salió de la cocina, más tarde regreso con una pequeña cajita rectangular en las manos.

—¡Dios, Vanderwood! ¿Estás de broma? —dijo ella, cuando el depositó la caja sobre el mármol de la cocina. —No puede ser eso.

—¿Estás segura?

En ese preciso instante el cerebro de Melissa tuvo una tarea muy importante que hacer. Repasó a la velocidad de la luz los acontecimientos sucedidos en las últimas semanas y, de repente, cayó en la cuenta de algo.

Agarró la caja de cartón y se dirigió de inmediato al servicio. El agente secreto esperó en el mismo sitio, suspirando y rezando porque no tuviera razón.

Tenerla sería un problema.

De pronto la puerta del baño se abrió, Vanderwood escuchó el estruendo retumbar por las paredes del apartamento. La fémina caminó lentamente hasta la encimera de la cocina y se sentó delante de él.

—¿Y bien?

Melissa pasó saliva y le miró directamente a los ojos.

—Míralo tú.

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¡Dios, Seven! - Mystic MessengerWhere stories live. Discover now