Capítulo 23

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Victoriano se quedó unos segundos paralizado y luego la siguió. — Por lo menos dime ¿a dónde vas? Sí tienes dinero, o por lo menos, ¿con quién te vas a quedar? - cuestionó preocupado.

— No me voy del país, Victoriano, voy a estar bien. - le dijo con tranquilidad. — tengo unos ahorros guardados. Solo te pido que me despidas de mis niñas y les digas que cualquier cosa que necesiten, me llamen al celular. - dicho esto, salió de la casa con una maleta con intensiones de pedir un taxi que la llevara.

— ¿Nos volveremos a ver? - cuestionó él con un nudo en la garganta mientras la seguía.

— Supongo. - se encogió de hombros. — en un momento llega mi taxi. - le dijo mostrándole el celular.

— No es necesario, permíteme llevarte. - propuso.

— No creo que sea buena idea, tu esposa debe estar furiosa. - rodó los ojos.

— Ahorita eso es lo que menos me importa, ándale... por favor.

— Está bien. Vamos. - aceptó y justo cuándo estaban por salir, alguien se los impidió.

— Tú no irás a ningún lado, Victoriano. - sentenció Déborah, llegando a la entrada. Inés rodó los ojos fastidiada y observó detenidamente a Victoriano.

Ya basta, mujer. - le miró serio. — Llevaré a Inés y eso no está en discusión.

— ¿Nos podemos ir antes que sea demasiado tarde? - preguntó Inés.

— Adelante, pero tú serás el único responsable de lo que le pase a nuestro hijo. - amenazó.

— No puedo creer que sea capaz de jugar con algo así solo para cumplir sus caprichos  - comentó a morena visiblemente molesta. — Pero no se preocupe, mi taxi esta por llegar.

— Esos no son tus problemas, criada de quinta. - contestó irritada. — ¡Lárgate ya! No te quiero ver ni un segundo más en mi casa.

— ¡Te dije que basta! - la sostuvo de los brazos con algo de fuerza. — No me hagas perder la paciencia, porque ahí sí que me vas a conocer. - espetó furioso.

— ¡Victoriano, por favor, contrólate! - intentó intervenir. — Será mejor que te quedes aquí, ¿sí?

— Pero, mujer, no te puedes... - se vio interrumpido.

— Pero nada. - lo calló y en ese momento llegó el taxi e Inés se fue.

— ¡Por fin se fue esa mosca muerta! - dijo Déborah con una sonrisa triunfante.

Mejor cállate, ¿quieres? - sugirió hecho una furia y se marchó al despacho.

Inés llegó a la casita del huerto y se instaló. Dejó su maleta a un lado y se duchó esperando poder dormir. Pero fue lo último que hizo esa noche.

A la mañana siguiente las jóvenes Santos bajaron a desayunar, encontrándose con el desastre que habían ocasionado Jacinta y Candela en el comedor.

¿Qué sucede? - preguntó Diana llegando a ayudar.

¿Dónde está mi nanny? - inquirió la más joven de las Santos.

— No lo sé, debe de estar en su recámara, ¿no? - contestó Cass.

— Pues fíjese que no, señorita, la señito Inés no está ni en su cuarto ni en la casa grande. - manifestó Jacinta.

Mi primer y unico amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora