»El Torneo de los Tres Magos«

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Pasados los sucesos de aquella trágica noche, en la que Neville y yo no pudimos pegar un ojo, tanto por el frío que se sentía como por el miedo, volvimos a la casa de los Longbottom. Pasé allí un buen tiempo, y por supuesto que mis padres me escribieron lo antes posible, para comprobar que todo estaba bien, y así era.

Lo que resultaba innegable para todos era que lo que había ocurrido no era algo usual, y por alguna razón los mortífagos habían decidido salir a manifestarse en esa ocasión; buscando por supuesto causar frustración a la mayor cantidad de gente posible, pues la cantidad de magos y brujas que asistían a los torneos de quidditch era impresionante, y eso sin sumarle que era una competencia mundial. No, ellos habían buscado el momento perfecto para causar ese impacto ¿Y por qué? Tan solo podíamos imaginarlo, o suponerlo. 

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—Unos droobles y.. una varita de regaliz -le pidió Ron a la señora del carrito, el cual llevaba una infinidad de dulces. Yo miré a Longbottom, al mismo tiempo que él dirigía su mirada hacia mí, y me paré de mi asiento junto a Herms para acercarme al carro. Mientras esperaba con la mano abierta tras de mí el dinero de Nev, oí al pelirrojo hablar otra vez- oh.. creo que solo serán los droobles.

Harry se ofreció a pagarlos, entonces sentí un par de monedas en la mano. No presté mucha atención a lo que el joven decía gracias a que estaba contando cuánto sumábamos mi amigo y yo en total, pero al girar la cabeza observé al Weasley volviendo a su asiento con solo un empaque de chicles en sus manos.

Cuando estaba por pedir el chico de lentes se me adelantó, e iba a dejarlo hablar, pero entonces de la nada llegaron algunas alumnas de Ravenclaw y todo se puso un tanto diferente.

—Dos pasteles de calabaza.. -pidió Cho Chang, la que iba en frente, y le recibió a la anciana lo que debía después de pagarle.

Harry había quedado hipnotizado con ella, por lo que lo vi con ojos curiosos. Al darse la vuelta, la señora volvió a preguntar.

—¿Y tú quieres algo? -él se limitó a verme, a lo que le dirigí una sonrisa que demostraba un "Disculpa ¿Algo que quieras contarme?", por lo que rió y aún con nervios respondió.

—Ehh.. no tengo hambre, gracias -para luego volver a su asiento.

—Dos varitas de regaliz y dos babosas de gelatina, por favor -dije, y le entregué las monedas.

Tras recibir mis dulces salté otra vez a mi asiento junto a mi mejor amiga, que se encontraba leyendo El Profeta. Le alcancé a Neville su babosa junto a la varita de regaliz que le correspondía y me dispuse a abrir la mía.

—¿Y? ¿Dice quién la conjuró? -pregunté, y mordí con ganas la punta de la varita, mientras que mi amigo había comenzado con la otra golosina.

—¿No es increíble? No tienen la más remota idea.. ¿Acaso no había seguridad o..?

—Mucha, según papá.. -contestó Ron- por eso les preocupa, sucedió en sus narices.

—Si no les molesta ¿Podemos no hablar de la seguridad del lugar? Por favor -pedí- Nev y yo ya tuvimos bastante información de parte de Augusta.

—¿De qué hablas? -me preguntó mi amiga, a lo que comencé a imitar a la mujer, causando la risa de Neville.

—¡Es IM-POSIBLE! No pueden realizar un evento con total libertad y de la nada.. ¡Dejar de supervisarlo de esa manera! Deberían aprender algo de responsabilidad.. -me había sentado derecha y hecho movimientos bruzcos con la cabeza para acompañar- .. ¡JURO que capté a un jovencito con uniforme del Ministerio, que siquiera tenía su varita en mano! Si Arthur lo hubiera visto.. -y más risas, se había vuelto algo bastante divertido, hasta para el pelirrojo, luego de que mencionara a su padre. Para continuar me paré una vez más- Apréndelo Neville, siempre hay que estar preparado... -me dirigí a mi mejor amigo- .. ¡¿Oíste?! -le pregunté para que me siguiera el juego.

•|Ollivander y Longbottom|• {Libro 4}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora