11- Maratón 1/4

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11 | Aventura Secreta
"Nos amaremos en el silencio de un secreto mientras nuestras almas mudas no digan nada aunque sientan todo."


—¡Que venga el décimo!—Ovidio alzó su mano con un shot en ella y la llevó a su boca intentando hacer lo mismo que Serafín, Alfredo, Iván y yo, tomar cuanto más pudiésemos para así ganar la apuesta tan poco ingeniosa que había tenido el pelinegro.

Tosí sin soportar más el ardor en mi garganta peor igualmente pasé el líquido por ella.

—¡Vamos Ivanita, tu puedes!—Le sonreí al señor Joaquín, Don Mayo y Emma quienes estaban igual o más enfiestados que nosotros, y quienes también nos habían permitido hacer esto.

—¡Oigan! ¿Y a nosotros?—Se quejaron ellos.

—Que los alienten sus hermanas.—Respondió con simpleza Joaquín haciendo una seña con su mano.Pero aún así no beban demasiado, mañana tienen que ir a hacerme un trabajito.

Ellos asintieron y yo me serví otro trago.

—Que no tomemos más dijo mi apá.

—Les dijo a ustedes no a mí, Alfredillo.—Pasé mi lengua por mis labios con lentitud sintiendo el sabor a limón en ellos. Él rodó sus ojos cuando apartó su mirada de aquel gesto y se cruzó de brazos parándose de la mesa.

—¿Qué pasó carnal? ¿Ya te vas?

—Quiero salir a tomar aire.—Respondió Alfredo palpando con sus manos los bolsillos de su pantalón. Iván le tiró una pequeña cajita color plata la cual su hermano la atrapó en el aire, le sonrió y se marchó.

—Nosotros nos despedimos plebada.—Los brazos de Don Joaquín sobre mis hombros me hizo voltear a verlo, algo que él ya hacía con una extraña sonrisa en su rostro. Cuando los demás se despidieron también, los adultos se marcharon no sin antes dejar unas cuantas advertencias para todos.—Ivana ya sabes, puedes quedarte mas allá del horario permitido para nustros trabajadores.

Le sonreí en forma de agradecimiento a los dos hombres mayores y volví a sentarme a un lado de Ovidio, quien estaba acostado ocupando tres sillas juntas.

—Haber, hazte a un lado enano de jardín.—Con mis manos golpeé las piernas del pelinegro quien dormía, cruzando sus brazos sobre su pecho apretando sus manos en sus axilas y con su típica gorra tapando su rostro. Se levantó sobresaltado y desorientado.

—¿Cómo me dijiste?

—Pinche enano de..—Iván se vio interrumpido por el gimoteo a causa de su hipo, dejó de lado su botella de cerveza y se sentó en las piernas de su hermano impidiendo que éste desocupara mi silla. Llené mis pulmones de aire y me abracé a mí misma cuando una fresca brisa pasó por el interior de la palapa abierta, mis ojos se pasearon a mí alrededor.

El volumen de la música ya había disminuido pero no dejaba de ser alto, las personas que desconocía a todos bebían, algunos bailaban entre sí sin dejar de lado sus extravagantes armas o simplemente conversaban sentados en las sillas alrededor de las mesas redondas. Todos concentrados en sus mundos, sus entretenimientos y relajos después de un día, seguramente, agotador de trabajo. Todo lo contrario sucedía con los integrantes de la mesa a la que don Joaquín casi me había obligado a utilizar.

Iván molestaba a su medio hermano quien intentaba defenderse de sus abusos -según él y su dramatismo-, Serafín seguía bebiendo sin parar junto a Yesenia, las dos hermanas de ésta ya se habían marchado y Vicente dormía en su silla, al parecer a él era a quien menos le interesaban este tipo de reuniones.

Aventura Secreta | Alfredo Guzmán |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora