3. La carta de James

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—¿Un brujo? —murmuré aún con el libro contra mi pecho—. ¿Realmente existen?

—Eso es evidente —me miró de forma condescendiente—. ¿Me vas a decir que no lo suponías?

Muchas cosas vinieron a mi mente, si eso era verdad explicaría muchas cosas, como el por qué mi cadena me había protegido de aquel beta.

—Aún buscaba explicaciones, pero sigo sin entender, yo no soy amiga de ningún brujo, no conozco a nadie que practique... —hablé, pero el soltó una risa y me interrumpió.

—Como se nota que no sabes nada sobre el tema.. Los brujos tienen prohibido revelar su identidad, solo pueden darte pistas para que los descubras, pero ellos jamás te diran, oh si, practico hechicería. Eso va contra sus reglas.

Jodida mierda.

Damián.

Me quedé en silencio, ¿eso es lo que no me podía decir? Necesitaba encararlo, ¿como era posible?

—Veo que ya adivinaste quien es —Me adelantó, bajando el resto de escalones, lo seguí—. Ten cuidado con lo que le dices acerca de los hombres lobo, ellos son aliados con cazadores y si necesitan algún material que ellos tengan no durarán en intercambiar valiosa información como paga.

—Y-yo jamás haría o diría algo para perjudicar a ninguno de los chicos, yo estoy con ellos... —hablé siguiéndolo hasta la puerta—, pero... ¿Como es que sabe todo esto?

—Soy un lobo viejo.

—Genial, entonces puede ayudarme a...

—No voy a ser tú tutor —Me interrumpió abriéndome la puerta—. Toma esta charla como un buen gesto por tu aprecio hacia nuestra especie, pero no vuelvas jamás, a la próxima no seré tan amable.

¿Amable? ¿Había sido amable? Vaya, bueno saberlo.

—Entonces... ¿Me puedo llevar el libro? —murmuré atravesando el marco hacia afuera.

—Ya te lo estás llevando. —Comenzó a cerrar la puerta—. Solo no dejes que ningún brujo lo vea y tampoco vuelvas por más. ¿Oíste?

—Es un trato. —murmuré justo antes de quedar cara a cara contra la madera. Suspiré.

Eso había sido intenso.

Emprendí el camino a casa, pero me detuve antes de avanzar más metros. Hace ya tres días que no iba a la cabaña, ayer había decidido cambiar de dirección y se me había olvidado volver. Bufé y me di la vuelta, las nubes en el cielo estaban negras, lo más probable es que comenzaría a llover muy pronto.

Avancé a pasos rápidos por los pasajes, acercándome cada vez más al camino que antes solía repetir cada día junto a Caleb. Con el pasar de los minutos, ya me encontraba caminando entre los árboles. ¿Que sería de los demás chicos? Nunca había tenido sus contactos, sus números, y estando en vacaciones con el instituto ya acabado, lo más probable era que no los volviera a ver jamás.

A menos que Caleb regresara.

Divisé la cabaña a lo lejos y apresuré el pasó, pequeñas gotas de llovizna comenzaron a caer sobre mi pelo, me pasé el gorro del poleron por la cabeza.

La ausencia de la bestia Where stories live. Discover now