Voulez-vous coucher avec moi, ce soir?

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La misma decoración en rojo y negro le dio la bienvenida, consciente de sus acciones se sirvió una copa de licor de magnolia. Le parecía curioso que fuera la única bebida en las habitaciones, de pie, analizando el contenido de su copa se perdió el momento en el que la puerta fue abierta.

—Buenas noches, Señor Joestar. Es un placer verlo de nuevo.— Saludó, está noche él vestía un corsé rojo con detalles negros adornaba su cuerpo, no tenía una peluca puesta y pudo apreciar su corto cabello rubio adornado por sus características plumas.

Su garganta inevitablemente se secó ante la vista, de arriba a abajo recorrió con hambre a Marmalade.

—Buenas noches, ¿Podrías decirme tu nombre?— Pidió, necesitaba saber a quién se estaría follando esta noche. El chico pareció considerar la opción, comprendía perfectamente su duda.

—Soy Caesar, Joseph. Supongo que, ¿Quieres acostarte conmigo está noche?— A pasos rápidos decidió cruzar la habitación, y, arrinconando al rubio entre la puerta le besó con desespero.

El rubio tardó unos segundos en corresponder al gesto, sin darle demasiada importancia, comenzó a pasar sus manos por la cintura de Caesar. Tanteó aquella cintura y subiendo un poco, desató el listón que sostenía la prenda y uno por uno fue quitándola.

No iba a mentir, tenía urgencia por poseerlo. Pero ya no era un adolescente que iba solamente al acto de penetración, encontraba más placer en el disfrute de su pareja que en el propio.

Haciendo uso de su experiencia, bajó el ritmo del beso recorrió con la punta de su lengua el labio inferior de Caesar mientras lo coordinaba con la caricia en su cintura.

El ligero estremecimiento en el cuerpo contrario envío toda su presión sanguínea a su polla. Decidiendo que era momento de subir las cosas de nivel, tomó posesión del pálido cuello.

Recorrió con su lengua un hilo desde la parte trasera de su oído hasta la clavícula. Era algo incómodo por la posición en la que encontraban, pero no podía negar que se sentía en la gloria saboreando la piel ajena.

—Vamos a la cama...— La que suponía era una orden salió más como súplica, siendo complaciente, levantó los muslos de aquel joven entendiendo el mensaje Caesar le envolvió.

Besándose en el corto camino, depositó en la cama a aquella belleza, adorando el contraste de las luces en su piel volvió a la faena besando aquel pecho que era semi cubierto por el corsé que estaba a punto de salir de su cuerpo.

—No dejes demasiadas marcas.— Entre un suspiro advirtió, sonrió ligeramente ante el fuerte carácter.

—Haré lo que quiera, está noche eres mío.— Recordarle quien mandaba terminó por endurecer su miembro, con manos hábiles quitó por fin la estorbosa prenda.

Miró la hermosa vista frente a él, los pezones efectos en aquel pecho semi firme le hicieron agua la boca, sin pensarlo llevó uno de los botones a sus labios. Realmente no sabía si este método de estimulación funcionaba de la misma manera que en una mujer, la respuesta a sus dudas fueron aquellas manos atrayendo su cabeza para más contacto.

Con su otra mano jugueteó con el otro pezón, arrancando una serie de suspiros al rubio. Levantó su cabeza un poco para apreciar la hinchazón y enrojecimiento junto a las pupilas dilatadas.

Aparentemente cansado de ser el único que recibía atención, fue volteado bruscamente hasta que estuvo debajo de él. Con maestría, Caesar retiró su camisa acarició su pecho suavemente, pero no se detuvo mucho ahí.

Tomó la hebilla de su cinturón y le desabrochó los pantalones en un santiamén, un suspiro abandonó sus labios en anticipación, bajando sus bóxers lo suficiente para liberar su virilidad se detuvo un momento antes de levantar sus ojos verdes hacia él.

—¿No tienes ninguna enfermedad, cierto?— Serio de repente preguntó. Era imposible para él tenerla, su única compañera sexual había sido Suzie.

—No. Estoy bastante seguro, ahora, continúa.— No tuvo que repetirse dos veces antes de ver cómo la lengua de Caesar daba una lamida a su punta. Sin poder controlarse, un ronco gemido abandonó su garganta.

Momentáneamente recordó ese sueño donde él le hacía una mamada, y la realidad de las cosas superó por mucho a su fantasía.

Conforme con su reacción, Caesar comenzó a lamer por completo su extensión. Rodaba la lengua y con su mano se ayudaba a masturbarlo, cuando vio la pequeña fuga de pre semen que salió por su punta la lamió hasta quedar limpio.

Sabía que si seguía así llegaría en este momento.

Tomó el cabello rubio en su mano y levantó la cabeza de su compañero, encontrando un leve sonrojo en sus mejillas además del perfecto maquillaje ligeramente regado por su rostro.

—¿Tienes un condón?— Le preguntó, su voz se escuchaba más gruesa producto de la excitación. Acercándose al buró a lado de la cama, abrió un pequeño cajón de dónde extrajo el pequeño paquete.

Tomándolo en sus manos, lo puso a su lado antes de volver a besar a Caesar. No debería haber mucha diferencia entre el sexo homosexual al que se tenía con una mujer supuso.

Acarició las piernas que aún eran cubiertas por las medias y el liguero, decidiendo que le gustaban demasiado de esa manera dejó las prendas. Posicionándose en medio de sus piernas, bajó aquellas bragas negras que vestía liberando el miembro del rubio.

Nunca en su vida se esperó que el ver la polla de otro hombre causaría una excitación tan grande en él, rindiéndose una vez más, masturbó al rubio con una de sus manos.

La otra la llevó a los labios de Caesar, quién entendiendo lo que pedía se encargó de llenarlos de saliva al compás que era masturbado.

Metiendo el primer dedo, sintió el cálido interior, por un momento quiso mandar todo el ritual al diablo y tomarle ahí mismo. Reprimiendo ese impulso, metió otro sintiendo el interior del rubio relajarse ante la intromisión.

Un fuerte gemido escapó de los labios ajenos cuando tocó un punto en su interior, una sonrisa adornó sus labios ante el descubrimiento. Un tercer dedo fue agregado, embistiendo en forma de tijeras Caesar comenzó a empujarse contra su mano.

—Estoy... Listo, házlo.— Retirando su mano, colocó el condón de forma rápida y sin más preámbulos comenzó a penetrar al objeto de sus delirios.

Ambos emitieron un gemido por las sensaciones abrumadoras, adaptándose al interior comenzó a embestir lentamente. Realmente era bastante diferente el interior de una dama al de un hombre, mientras que la primera era húmeda y resbaladiza el segundo era apretado y algo rugoso.

Se sintió envenenado por ello, cayó completamente adicto.

La mezcla de sonidos que ambos hacían llenaron por completo el cuarto, lo que empezó de manera lenta se había vuelto frenético y desesperado. Se besaban a ritmo descuidado, dientes y lengua chocando entre sí, gemidos entrecortados escapaban de sus labios.

—Joseph v-voy a...— La voz apenas logró salir.  Tomando el miembro de su acompañante, le masturbó al ritmo de sus embestidas. Estremeciéndose bruscamente, Caesar llegó a su orgasmo.

Extasiado ante la vista, no pudo aguantar más y dando un último empujón en el interior del rubio llegó con un fuerte gruñido al orgasmo también.

Cayó acostado a lado suyo, sus respiraciones agitadas se escuchaban por toda la habitación.

Ese había sido el mejor sexo de su vida y quería repetirlo de nuevo.

—•—
1,000 palabras de pura cochinada, can't believe it JAJAJAJA

Soy muy insegura con esta clase de escenas así que díganme que les pareció.

Lxs quiero.

Lady Marmalade «Josecae»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora