3. Rosas color turquesa

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El sonido del agua chocar con las rocas le traía paz, amaba ese sonido acompañado junto a el canto de los pájaros que volaban de un árbol a otro, el aroma de las flores de aquel lugar llenando su alma. Mantenía sus ojos cerrados imaginando aquel hermoso escenario, si tan solo pudiera apreciar solo una vez la hermosa vista frente a él – lo agradecería eternamente- con solo un instante se conformaría. Se encontraba sentado en el borde del lago, sus pies estaban sumergidos en el agua clara que estaba realmente fría, al pelinegro le gustaba el frío, estaba solo pues no le había pedido a su único amigo que le hiciera compañía ya que no la necesitaba. Quería estar solo y pensar, para luego imaginar un mundo diferente con cosas que quisiera hacer y vivir.


Habían pasado exactamente tres días de lo sucedido en el castillo, su amigo le susurraba que las personas del pueblo los miraban extraños, como si se preguntaran porque habían regresado. No le importaba la verdad, que miraran todo lo raro que quisieran. Su abuela por otra parte le prohibió rotundamente pisar siquiera el bosque, ha estado tan regañona desde entonces. Él a veces creía que era un estorbo para la anciana, era consciente de que estaba muy mayor para atenderlo y agradecía haber cumplido la mayoría de edad para valerse por sí mismo, pero su abuela temía a que le sucediera algo por su discapacidad. Suspiró y tiró de sus piernas para hacer que el agua chapoteara, mojando un poco su ropa.


A veces sentía un vacío en su corazón, tanto, que dolía. Casi haciéndole llorar, inconscientemente en las madrugadas se aferraba a su almohada, pidiendo por algo o alguien.


Decidido a volver a su pequeño hogar, se levantó sacudiendo la tierra que yacía en sus ropas y tomó la cesta de flores que llevaría con él, quería sembrarlas en el patio de su casa para que estas pudieran florecer hermosamente. Con cuidado de no tropezar iba palpando algunos troncos, para saber el camino que tomaba, tarareando una canción que por algún motivo se sabía. La mañana se sentía cálida, y le agradaba de sobremanera, quería ver a su amigo y mostrarle las flores que había tomado y preguntarle el color de cada una. Jungkook era un chico que había aprendido a apreciar las cosas, y verlas tan hermosamente con solo sentir su olor o la paz que transmitían.


Sabía que amaba las rosas y el aroma de estas, amaba escuchar el sonido del piano y sentir las paginas de un libro a pesar de no poder leer cada línea que contenía escrituras maravillosas. Había pasado toda su infancia aprendiendo a hacer muchas cosas, cosas básicas, como identificar cada letra, tener conocimiento en contar y dirigirse de una manera apropiada hacia las personas. Su abuela siendo siempre su motivación. En su camino de vuelta a casa comenzó a sentirse un poco mareado y odio su dependencia de otras personas cuando se encontraba perdido, sintiendo un poco de temor de no encontrar aquel tronco rustico y característico que le indicaba cuando ya estaba cerca de su hogar. No escuchaba a las personas de su pueblo, ni las risas. Se sentía indefenso al solo escuchar sus pisadas aplastar hojas secas al parecer.


De un momento a otro se encontraba en medio del bosque, su cuerpo sintiendo escalofríos y quiso llorar, porque intentó gritar para pedir ayuda, pero nada salía de su boca. Sintió algo cerca de él no sabiendo cómo reaccionar siguiendo el sonido de aquellos pasos, no debía, pero igual lo estaba haciendo sin siquiera saber a dónde se dirigían sus pasos. Estaba alejándose de su pueblo en vez de acercarse, se detuvo al encontrarse mucho más desconcertado, su respiración siendo rápida casi a punto de no poder sentir el pulso débil de su corazón. Allí de pie totalmente paralizado, a la deriva, a merced de personas o cosas malas.

𝗥𝗘𝗙𝗟𝗘𝗝𝗢 𝗗𝗘𝗟 𝗔𝗟𝗠𝗔 ᴛᴀᴇᴋᴏᴏᴋ |Pausada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora