Veintinueve.

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Creo que está de más decir que lloraba a mares y sentía que Rafael también lo hacía.

—Te odio, stupid. - Se separa de mí y limpia mis mejillas.

—Yo también te extrañé, goofy. - Sonrío utilizando su sobrenombre de cuando éramos unos críos.

También me sonríe y vuelve a abrazarme.

—¿Por qué escribiste esa carta tan dolorosa? - Su pregunta me confunde, ¿qué carta? - Sé que no debía regañarte así por teléfono, pero conducías borracha y estaba muy preocupado por ti. No pensé que eso sería un motivo para que te vayas de casa.

—No entiendo Rafael, ¿de qué carta estás hablando? - Se separa de mí otra vez y toma mi mano guiándome hasta mi departamento.

Me dió la el papel y lo desdoblé para comenzar a leer.

Rafael, entiendo que soy una tonta y por ende, sólo hago y digo tonterías, soy una humana que merece ir al infierno y quedarse allá para siempre, es por eso que he decidido irme, gracias por ser mi amigo que aguantó a esta humana tan torpe, estoy un poco mareada y ya tengo que irme, dile a mi mamá la humana que la extrañaré, que no me extrañe ella a mí porque soy un dolor de cabeza, además soy muy pesada. Te quiere, Lilith la humana.

Termino de leer la carta y sólo puede reirme, Rafael me mira serio desde su lugar pero no puedo dejar de reír.

Me empuja levemente y luego de unos segundos me calmo.

—Es tan obvio que yo no escribí esta carta. - Limpio una lágrima producto de mi reciente risotada.

—Estabas tan borracha que ni lo recuerdas. - Rafael sigue serio y entiendo que esto no le causa gracia.

—Bueno, te voy a contar todo pero siéntate.

Hace lo que yo le digo y espera hasta que yo hable.

—Resulta que me secuestraron, entonces cuando desperté me sí cuenta de que estaba en el infierno y que el diablo era mi padre. Samael estaba en un despierto porque lo habían desterrado y él era un demonio. Todos eran demonios excepto yo.

Rafael se empieza a reír como un desquiciado y eso me empieza a enojar.

—Si no le querías decir a tu madre que te escapaste con un chico toda una semana por despecho me lo tenías que decir, Lith. Yo te cubría.

Su comentario me enoja más pero entonces lo entiendo, mi historia se escucha tan fantástica que si no fuera porque la viví, no lo creería.

—Sí, sólo fue eso, perdón por no decirte. - Me rendí, aunque él no me creyera, lo importante es que estoy en casa. —¿Dónde está mi madre?

—Desde que te fuiste, hace más turnos en el hospital y casi no viene. Pero cuando se entere de que volviste, después de castigarte, estará muy feliz.

Genial, hasta por algo que no hice me van a castigar. Unos toques en la puerta llaman nuestra atención.

—Debe ser ella. - Él abre la puerta pero quién se encuentra detrás no es mi madre es... —Niniane.

Lo primero que la susodicha hace es lanzarse a la boca de mi amigo y devorarlo. Aww, que lindos.

Se separan por falta de aire o porque recordaron que yo estoy detrás.

Los ojos de Niniane se posan en mí y luce sorprendida.

—¿Tienes alas? - Su pregunta me confunde y observo mi reflejo en el espejo.

Oh mierda...

Escucho algo desplomarse y se trata de Rafael, ahora te desmayas y antes me creías loca.

Busco el alcohol y lo paso cerca de sus fosas nasales, segundos después, se despierta.

Rafael lleva sus manos detrás de mí y siento que me está tocando alguna parte de mi cuerpo y luego me pellizca.

—Eso suele idiota. - Me quejo.

—Lo siento, quería confirmar que no estaba soñando.

—Típico de tu padre, te deja volver a la tierra pero con una maldición. Tendrás que acostumbrarte, humana.

Algo me dice que quién escribió esa carta fue Niniane pero no digo nada.

(*)

Samael's Secret ✔ #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora