XVI

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Llegaron más ninjas a pelear, un grupo de tres se quedó a proteger al Señor Feudal, mientras que otro grupo de seis se dirigió hacia Kisame, pero pararon en seco al ver lo que hacía, estaba usando su espada para extraer chakra del cuerpo de su compañero. Cuando ya no pudo sacar más, guardó su espada.

Los ninjas, molestos por ser subestimados, atacaron al ex-ninja de la Niebla, pero éste los atacó con un fuerte taijutsu y los remataba con sus ninjutsus.

Seguían llegando más y más ninjas, pero todos acababan perdiendo ante el Monstruo de la Niebla Oculta, la sala, antes elegante ahora estaba tapizada de cadáveres, había incluso algunos en los restos de los muebles que quedaron destrozados cuando fueron arrojados hacia ellos. La roja sangre pintaba el piso y los muros, incluso había en el techo.

—¡Alto! —ordenó el Señor Feudal—. De seguir así, todos morirán. Dile a las tropas que se preparen para asaltar el lugar, usaremos toda la fuerza. —ordenó. Algunos se miraron inseguros, pero obedecieron las órdenes.

Kisame aprovechó para hacer la última cosa que le pidió Itachi.

Sujetó en sus manos una vez más a Samehada y la colocó frente a los cuatro ninjas que tenía Itachi en su genjutsu. Estos se pusieron de pie, como si de zombies se tratasen, y comenzaron a hacer los sellos del jutsu que habían dejado a su compañero en ese estado, solo que ahora lo hacían a la inversa, mientras que Kisame los imitaba. Para su suerte, iban lento, así no cometería ningún error.

El Señor Feudal veía todo desde lejos, sabía lo que planeaba, pero no funcionaría si no había víctima a la que liberar del jutsu.

La luz azulada surgió y se dirigió a Itachi, todo parecía ir de acuerdo al plan, en poco invertirían el jutsu. La luz se hizo de color rojo y también se volvió más potente, hasta ser cegadora como aquella vez.

Por fin terminaron los sellos y Kisame se tuvo que cubrir los ojos para evitar lastimarse la vista con tanta luz.

Cuando por fin terminó, Kisame volteó a ver a Itachi, esperando que sea el de antes, su compañero con el que cumplía sus misiones de Akatsuki, con quien compartió momentos inolvidables, el que lo complementa en todos los aspectos, sin embargo, eso no pasó.

Su vista buscó por el Itachi de siempre, pero solo se topó con el pequeño cuerpo de éste. Seguía siendo un niño.

—No puede ser... —susurró con gran tristeza y confusión en su voz.

Goro, el Señor Feudal, rio.

—Parece que después de todo no funcionó —se burló—. ¡Ahora! —gritó, para cuando Kisame se dio cuenta de lo que planeaba ya era demasiado tarde.

Un ninja salió del techo y cayó a un lado del Uchiha, clavando una katana en donde se encontraba su corazón.

Kisame sintió que su mundo se venía abajo.

Itachi había sido el único con el que se había sentido tan feliz, respetado, querido, quien nunca lo juzgó por ser quien era o por como se veía, el único con el que, ha pesar de su primer encuentro que fue algo hostil, había sentido una conexión en verdad especial. Cerró sus ojos con fuerza mientras que una lagrima traicionera resbalaba por su rostro, la verdad, es que quería caer rendido, no creía poder ser capaz de regresar y decir que había perdido a su compañero, su pareja, la única persona que le importaba.

—¿Qué demonios...? —escuchó decir al Señor Feudal, no le dio mucha importancia pero abrió de nuevo sus ojos y dirigió su vista hacia Itachi de nuevo. Su cuerpo estaba desapareciendo entre cuervos.

La habitación se comenzó a pintar de luz rojo, los cuerpos de los ninjas caídos desaparecieron. La sangre comenzó a escurrir de las paredes y cada vez más y más, tanta que empezaba a inundar la habitación. Las puertas de cerraron de golpe y con un gran estrépito, dejando encerrados al Señor Feudal, al ninja y a Kisame.

En el techo, donde antes se encontraba un tragaluz, apareció un ojo en el cual había algo que Kisame reconoció de inmediato y lo llenó de una indescriptible alegría.

Era el Mangekyo Sharingan de Itachi Uchiha.

—Kisame-san. —el ex-ninja de la Niebla sintió que le tocaban el hombro, un segundo después de sentir el tacto toda la escena que había visto desapareció. Volvía a estar en la sala normal.

Observó como Goro y aquel ninja se retorcía de dolor en el piso, parecían sufrir mucho. Pero eso nada el importó, lo único que le importaba es quien estaba a su lado. Itachi había vuelto a la normalidad.

Si bien sus ropas estaban un poco desarregladas, al igual que su cabello, no le cabía duda de que era su compañero quien se encontraba frente a él.

—¡Itachi-san! —dijo a la vez que lo abrazaba, tomando por sorpresa al Uchiha quien después de unos segundos le regresó el abrazo—. Es un alivio ver que estás bien. —le susurró dejando que unas lagrimas salieran.

—Lo siento por eso, no me dio tiempo de evitar que cayeras en el genjutsu —se disculpó algo avergonzado mientras intentaba limpiarse la sangre de su rostro. Kisame lo abrazó con más fuerza, no quería soltarlo. Se alejó un poco para mirarlo a los ojos, éstos eran rojos lo que indicaba que estaba usando su poder ocular, aunque en su rostro se notaba el cansancio que sentía—. Kisame-san, debemos salir de aquí, no podré mantener mucho tiempo más el Tskoyomi, además... tomaste más chakra del que te dije. 

Kisame rio por lo bajo, con su cabeza aun recargada en el hombro de Itachi, no quería soltarlo pero podía sentirlo, no tendrían mucho tiempo antes de que llegaran los refuerzos.

Muy a su pesar, soltó a Itachi y tomó su espada, Samehada, pero antes de irse, mató a los cuatro ninjas del sello, más al que tenía intención de apuñalar a Itachi y al Señor Feudal.

—Así ya no nos volverán a causar problemas. —murmuró lo suficientemente alto para que Itachi lo escuchara. El ex-ninja de la Hoja no dijo nada, solo le señaló la puerta y salieron de la sala.

Corrieron hacia la puerta principal, pero al ver que estaban entrando muchos ninjas, decidieron buscar por otra salida. Subieron las escaleras hasta llegar al techo, donde se toparon con unos pocos ninjas.

¿De dónde sacan a estos tipos?

—¿Dónde está Goro-sama? —los pensamientos del ex-ninja de la Niebla se vieron interrumpidos por la pregunta de uno de ellos.

Kisame rio.

—Creo que dejó un poco de su sangre en mi querida Samehada —dijo en tono sarcástico—, ¿quieres que te la devuelva? —por supuesto, aquella broma solo ocasionó que los ninjas corrieran hacia ellos con intenciones homicidas, pero no fueron oponentes para Kisame, quien seguía muy molesto porque casi pierde a Itachi.

—Kisame-san, relájate —pidió el Uchiha, colocando suavemente su mano sobre el hombro de su compañero—. Ya fueron suficientes muertes por hoy, de seguir así, llamaremos mucha más atención cuando digan que dos ninjas mataron todo un ejército. 

Kisame suspiró pesadamente.

—Sería bueno para la reputación de Akatsuki. —comentó en broma.

—Eso no es divertido. —replicó Itachi, sin embargo, a pesar de lo que dijo, se había reído por el comentario del otro.

Kisame se sentía tan feliz de escuchar esa risa, lo llenaba de pura alegría.

Todos los ninjas que se encontraban afuera habían entrado a la mansión, buscando a ambos ninjas de Akatsuki, pero éstos aprovecharon aquello y escaparon por el techo hacia el bosque, donde finalmente los perdieron a todos de una vez por todas.

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Entre broma y broma, la verdad si me preocupé por la ONU y el FBI, pero bueno, detalles, no es como que me puedan hacer algo... creo...

Bueno, lo importante.

Este es el penúltimo capítulo, mañana subo el último, así que...

Gracias por leer.

Hasta luego :3

Pequeño UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora