XVII

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Después de toda aquella pelea, ya había anochecido.

Si bien ambos ninjas de Akatsuki dudaban que los fueran a perseguir luego de todo lo que pasó en la mansión de Goro, los ninjas que trabajaban para el Señor Feudal ya sabían que Kisame se encontraba en la Aldea Oculta de la Niebla, por lo tanto, debía irse lo antes posible.

No hubo tiempo para un barco, así que tuvieron que caminar sobre el agua unas tres horas para poder escapar de la Aldea. Kisame tuvo que ayudar a Itachi, pues éste no tenía las energías para hacerlo por sí mismo.

Finalmente, llegaron a tierra y de ahí caminaron un poco más hasta llegar a un pequeño pueblo, donde pudieron rentar un cuarto en una posada.

Caminaron hacia su habitación y, por lo que Kisame pudo sentir, eran los únicos en el lugar.

Al entrar, Itachi se quitó su protector y bata, además de soltarse el cabello. Estaba muy cansado por lo que se acostó de inmediato en su cama.

Kisame también se retiró su bata y protector, pero solo se sentó en la orilla de su propia cama y miró fijamente el suelo, perdiéndose en sus propios pensamientos.

—Deberías descansar, Kisame-san. —le dijo Itachi algo somnoliento. El ex-ninja de la Niebla levantó su vista, encontrándose con que su compañero ya se estaba tapando con una sábana.

—No tengo sueño. —murmuró y regresó su vista al suelo. Itachi se extrañó un poco por el comportamiento de Kisame, así que se puso de pie y fue a sentarse a un lado de él, ignorando su propio cansancio.

—¿Qué sucede?

Kisame notó lo cerca que estaba el Uchiha de él. De algún modo, le había tomado más confianza cuando tenía la apariencia de un pequeño niño, pero ahora que había vuelto a la normalidad se sentía nervioso, incluso ansioso. Quería hacer cosas...

—Nada, tú ve a dormir, Itachi-san, yo me quedaré despierto por si pasa algo.

Kisame solo quería que su compañero tomase el descanso que le hacía falta, en lo que él... aclaraba sus pensamientos.

—Si no quieres hablar de eso, está bien, pero tú también deberías dormir, Kisame-san. —replicó el Uchiha poniéndose de pie.

No dio ni un paso cuando sintió como lo tomaba de la muñeca y lo aventaba contra la cama. Kisame se puso sobre él y lo acorraló colocando sus manos una a cada lado de la cabeza de Itachi.

Ninguno dijo nada, Itachi esperaba a que Kisame dijera lo que tuviera que decir, pero la posición comprometedora en la que se encontraban lo está poniendo algo nervioso y un ligero sonrojo apareció en sus mejillas.

—Yo... —comenzó Kisame. Las palabras se atoraron en su garganta mientras que su rostro se volvía sombrío. Había actuado por puro instinto, por lo que, al no ser capaz de decir algo, se quitó de encima de Itachi y se volvió a sentar en la orilla de la cama.

El Uchiha se sentó también, algo extrañado por la acción de su compañero, pero pudo observar que en su rostro había cierta indecisión.

—¿Qué sucede Kisame-san? —preguntó Itachi preocupado.

Había notado que desde que volvió a la normalidad hace unas horas, Kisame parecía un poco más distante, lo cual le preocupaba y a la vez lo entristecía.

Kisame suspiró pesadamente.

Sin decir nada, recargó su cabeza en el hombro de Itachi, mientras que con sus brazos lo rodeaba y abrazaba con fuerza.

—Solo me alegra que estés bien —dijo, por su tono, el Uchiha se dio cuenta que parecía muy feliz, cosa que hizo acelerar su corazón—. Me preocupé mucho cuando vi a aquel ninja caer del techo. Es un alivio que fuera un genjutsu. —murmuró con una ligera sonrisa.

Pequeño UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora