XI

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Itachi despertó algo desconcertado.

Sentía un gran calor alrededor de él y podía escuchar con claridad una respiración pesada.

Abrió sus ojos y se encontró con una imagen que le sacó el más grande sonrojo que haya tenido en toda su vida.

Kisame estaba en la misma cama que él y lo estaba abrazando.

Su pequeño cuerpo estaba completamente rodeado por el de su compañero. Su cabeza se encontraba a la altura del pecho de Kisame y sus manos estaban ligeramente recargadas en el mismo. Que suerte que ahora tuviera su camisa.

No sabía cómo reaccionar, su primer impulso había sido alejarse, pero dos razones se lo impidieron. La primera, no podía, el abrazo que Kisame le daba lo mantenía cautivo y segundo, realmente no le molestaba, era cómodo, a pesar del calor que sentía.

Se preguntaba cómo había llegado a su cama. Después de pensarlo un poco, recordó que su compañero por lo general se levantaba en medio de la noche para tomar agua.

Supuso que se confundió cuando regresó, al menos era mejor a que se confundiera de habitación. Con eso en mente, ya no le dio más vueltas al asunto.

Pensó en volver a quedarse dormido, pues todavía estaba algo cansado, pero su idea de vio arruinada cuando escuchó que la respiración de Kisame se volvía más irregular y pesada.

Itachi hizo uso de todas sus fuerzas y logró zafarse del abrazo. Se acercó al rostro de su compañero y posó su mano en su frente, vaya que era pequeña, apenas y podía cubrir su frente. El calor le indicó que tenía fiebre.

Tenía un resfriado.

—Tengo frío. —murmuró Kisame débilmente.

—Ehm... ¡Ya sé!

Itachi camino con cuidado por la cama y tapó a Kisame con las sábanas, también uso las de la otra cama. Caminó en círculos por la habitación, pensando en qué debía hacer.

No podían irse, no con su compañero en esa condición. Pero tampoco quería quedarse, no quería ver más a esa mujer y esa niña, no creía ser capaz de soportarlas.

Pero... su compañero estaba enfermo, no podía poner sus sentimientos por sobre eso. Debía hacer lo mejor para Kisame.

Al final se resignó. Si quería irse de allí, sería hasta que su compañero se mejorase. La sola idea le hacía hervir la sangre, pero debía pedir ayuda para cuidarlo. Era por el bien de su compañero.

Se tendría que repetir miles de veces esa frase antes de salir de la habitación y caminar hasta la recepción, donde, desgraciadamente, encontró a la persona que buscaba. En serio no quería hablarle.

—Oh, Itachi-kun, buenos días —saludó con una sonrisa Jin, su hermana estaba al lado de ella, parada en una silla para ver desde detrás del escritorio—. ¿Vienes por el recibo? —preguntó.

El Uchiha quería responder que sí, que ya se iban y que nunca se volverían a ver... para su desgracia, no era eso a lo que iba.

—En realidad, Kisame-san se enfermó y debo salir a buscar algunas cosas para la medicina —explicó, se detestaba por decir esas palabras, pero no tenía de otra. No entendía bien de dónde venía ese odio hacia esa amable mujer, solo que no soportaba su comportamiento hacia su compañero—. Quería pedirle a Jin-san que lo vigilase en lo que regreso, por favor.

Itachi observó que en los ojos de la joven mujer se encendía una chispa. Le estaba dando una oportunidad, lo sabía, y se detestaba por ello, sin embargo, ¿qué otra alternativa tenía?

Pequeño UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora