семнадцатый

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El intendente observo al chico, Horacio se reía como un niño inocente, había firmado su sentencia más se reía con tranquilidad.

—Yo estoy loco y todo lo que tú quieras, pero los que ocultan su locura son más o igual de peligrosos que yo.

—¿¡Qué quieres decir!?

La mirada de Horacio, era irreconocible, estaba feliz, aliviado pero se veía lo mezquino en ella —. ¿¡Qué coño te pasa!? —grito dando un golpe a la mesa observando a Horacio —. ¡No era una mentira era por tu bien! ¡No debes de morir! ¡Trabajas para mí!

—¿Por qué tengo que ocultarme? Es inútil ¿No lo ves? Si muero, quiero que sea por el héroe que soy, si muero, no quiero morir como un cobarde. Si muero, papu no quiero morir como soy. Me niego, lo detesto, lo siento pero no. Quiero ser un héroe no un cobarde.

—Piensa que Horacio lleva toda la vida conmigo, ha visto lo mismo que yo, ha hecho lo mismo que yo, ¿Sabes por qué quiere ser una mariposa?

—¡Pero que coño estás diciendo! ¡No puedes morir! ¿¡Qué coño te pasa!? ¿¡Dónde está Horacio!?

El chico se rio —. ¡Por primera vez estoy aquí! —le sonrió con suma inocencia —. Soy libre de las cadenas que me implante.

—Por que anhela morir, ¿Sabes por qué? Todo lo que ha visto, hecho, dicho, lo ha matado poco a poco. Somos hermanos, ¿Qué esperabas?

Ante el silencio del intendente Horacio se levantó y camino hasta este —. ¡Confíe en mi papu! Solo me queda usted, así que porfavor confíe, déjeme demostrarle que soy un héroe, déjeme demostrarle quién soy. 

No te creo, Horacio es...

—¿Te sabes el cuento de Caperucita roja? Una niña "inocente", está iba a casa de la abuelita, el lobo era amigo de la  abuelita, por eso sabía su paradero. Resumiendo mucho el cuento Caperucita con su “inocencia" mato a su abuelita pues no le dejaba hacer lo que quería, y como el lobo lo vio, para que no hablara fue al cazador con lágrimas en los ojos y dijo “casi me mata, matelo”. Los más inocentes llevan más muertes en su espalda que los locos más latentes.

Con eso Horacio salió de la sala de interrogatorios.

—Estas reteniendo al sicópata equivocado.

Horacio salió de la sala de interrogatorios y camino por los pasillos con tranquilidad. La sonrisa brillaba en sus labios, algunos agentes se apartaban dejando pasar al de la cresta y cuchicheaban cosas como: “ha perdido el juicio como su hermano” o “No me esperaba que ese carácter fuera de ese algodón de azucar”.

Horacio detuvo su paso y observó cómo una figura alta caminaba hasta este con decisión, algunos agentes observaban esperando algún grito, más el ruso agarro la muñeca de Horacio haciéndole girar caminando por donde el de la cresta había venido en dirección del despacho del ruso —. ¿A dónde me llevas? —le pregunto dejandose arrastrar. El ruso ignoro al chico entrenado en el despacho y cerrando tras de el soltando su agarre, le observó fijamente —. ¿Estás enfadado? —el ruso se apoyo en la mesa, quito sus gafas dejándola sobre la superficie que estaba apoyado y levantó sus manos ocultando su rostro soltando un suspiro, Horacio mordió sus labio —. Estás enfadado —aseguro.

—¿Y no es más probable que esté consternado, confundió, flipando? —pregunto con ironía quitando las manos de su rostro y agarrando el borde de la mesa con ambas manos —. Una parte de mi está alegré, otra confundida, y la otra...

—¿La otra...? —pregunto al obtener silencio por parte del ruso.

—La otra está realmente cabreada, Horacio. Me habéis mentido, primero con tu muerte, luego con la foto donde "aparece" Horacio, Fred y Dan y ahora con la identidad de Dan. Estoy lleno de me tiras, es más reboso de estas —la mirada llena de culpabilidad de Horacio bajo hasta sus zapatos observándolos —. Pero no por ello el sentimiento de cabreo es más... Más latente que los otros dos... Horacio, solo estoy confundido, eso es todo...

—Lo siento...

—¿Por qué no has podido mantener un poco más tu rostro ocultando? ¿Eres consciente qué...? —las palabras del ruso eran tristes, no sabía cómo salir de ese lío que el de cresta había decidido meterse.

—Soy consciente de ello, y no me arrepiento en lo absoluto, Volkov. Me dirás lo que me ha dicho Conway, “Es una sentencia de muerte... No deberías de bla bla bla" seguido de...

—Vámonos de la ciudad —murmuro el ruso de manera rápida interrumpiendo la burla que hacía de su superior.

—¿Qué? —pregunto confundido abriendo sus ojos, caminando hasta el comisario.

—Si te quedas te van ha... —el ruso fue interrumpido por cierto chico poniéndose de puntillas abrazándole por los hombros —. Horacio porfavor... Vayam...

—No, no me iré y tu menos —susurro —. Todo irá bien.

Los dos no se creían esas tres palabras “todo irá bien”, ¿Quién se las creería en este momento? ¿Después de todo? Nadie. Nadie las creía.

El ruso con manos temblorosas las llevo a su espalda acariciando está con la palma abierta.

—¿Que te hace creer que me lo creere?

—No te lo estoy diciendo para que me creas, si no para que cuando ocurra me veas reírme allí con cata de “El loco tiene la razón”.

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¡La decisión importante no será el la hostia, si no en el epílogo! ¡Y esa decisión será tomada por Volkov que vosotros decidireis!

Un beso.

—N.G.A

incógnitamente enamorado. VOLKACIO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora