3. Pesadilla

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Ya el cielo comenzaba a nublarse, anunciando la inminente tormenta

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Ya el cielo comenzaba a nublarse, anunciando la inminente tormenta. Ese junio había sido uno de los más lluviosos de la última década. Se lamentaba de haber dejado su paraguas en casa, y ya se imaginaba quedándose hasta tarde en la escuela, esperando como un tonto a que la lluvia acabase. En lo que la profesora explicaba los últimos ejercicios del día, él miraba a través de la ventana, y su vista se perdía en algún punto desconocido del horizonte. Su mente se transportaba al pasado, unos cuantos años atrás, y desempolvaba los recuerdos perdidos de cuando él y Mayumi eran tan solo niños de primaria. Recordaba la promesa que habían hecho a tan temprana edad, de casarse cuando fuesen mayores, y le parecía mentira que estuviese a punto de hacerse realidad. Aquel también había sido un día nublado de verano. Estaban jugando en el parque cuando comenzaron a caer las gotas heladas, y tuvieron que ir a refugiarse en la glorieta. Ella estaba temblando de frío, y él se quitó su camiseta para cubrirla. Fue entonces cuando ella se aferró a su cuerpo y lo abrazó con mucha fuerza, acercó sus labios a su oído y con una voz que se confundía con el viento por lo leve, le susurró aquellas palabras: “Casémonos en el futuro, Masahiro-kun, quiero estar para siempre contigo”.

— Ono-kun, ¿no trajiste paraguas?

Aquella voz conocida lo hizo volver de sus memorias. Desvió la vista de la ventana empañada por la lluvia, y sus ojos se posaron en la joven que sonreía frente a él. Era Mikami Junko, una chica bastante inteligente pero muy callada, con rasgos agradables a la vista. Lo que más destacaba en ella era su sedoso y largo cabello negro. Masahiro nunca había reparado en ella, pero sabía por bocas ajenas que gustaba de él.

— No, lo olvidé en casa. Supongo que esperaré…

— Puedes venir conmigo…Quiero decir, si quieres. Tomo el mismo camino que tú para llegar a casa…

Él se pasó unos segundos pensando en aquella propuesta. Era cierto lo que decía, pero temía que si aceptaba ella lo tomara de otra forma y pensara cosas que no son. Sin embargo, al final asintió con la cabeza y se decidió a ir con ella. A fin de cuentas, no sabía en qué momento pararía la lluvia, y si se comportaba de forma usual, Junko no tenía por qué crearse falsas ilusiones.

Caminaron sin hablarse por unos minutos, y aunque él no le daba importancia al silencio entre los dos, sabía que para ella debía de ser incómodo. Pero… ¿de qué podían hablar? No se le ocurría nada. Si mencionaba algo de la escuela… Qué va, si hablaba sobre eso ella se daría cuenta de que estaba forzando una conversación, pues todos sabían que ese no era un tema del cual platicara con emoción.

— Ono-kun…—dijo ella de pronto, salvándolo a él de un derrame cerebral por exceso de pensamiento.

—¿Sí?

— ¿Cómo va todo con Yamamoto-san?

— ¿Yamamoto? ¿Te refieres a Mayumi?

— Sí… ¿no es ese su apellido?

— Lo es, es que nadie la llama por su apellido. Generalmente le dicen Mayu-Mayu, Mayu-chan, o algo parecido. Sí, ella está bien. Ahora está de gira en Tokio, pero debe volver dentro de poco, para principios de julio.

—Ah…ya veo. ¿Entonces…se casarán?

— En agosto.

— ¿No creen que aún son muy jóvenes para casarse? Aún no cumples los dieciocho…

— Lo decidimos desde hace mucho, y nunca he estado más seguro de querer algo en mi vida.

Masahiro se detuvo cuando dijo esas palabras y vio la expresión en el rostro de Junko. Había olvidado por completo los sentimientos de ella hacia él. De seguro le había dolido mucho escuchar eso, y se maldijo por tener tanta falta de tacto. Pero, para su sorpresa, ella cambió pronto de expresión y volvió a dirigirle la palabra.

— ¿Y ella? ¿No crees que está poniendo su carrera por encima de su relación?

— ¿Qué quieres decir?

— Me refiero  a que casi nunca está contigo.

— Sí…pero eso no es su culpa…

— ¿Y no te preocupa su fama? Quiero decir…ella es muy popular, sobre todo con los hombres. De seguro hay muchos jóvenes de posición que desean estar con ella…

— Lo sé…pero…

— Ella está todo el tiempo rodeada por esa gente. Vive asistiendo a fiestas de millonarios, hace giras con otros cantantes. ¿No te preocupa que te pueda cambiar en cualquier momento? ¿Quién sabe si ahora mismo está con otro y no sabes nada?

— ¡Claro que no! ¡Ella jamás haría algo como eso!

Dejó caer el paraguas de la chica y comenzó a correr con desesperación. En su interior, algo se había roto. Las palabras de Junko le dolían como un puñal clavado en el estómago. ¿Por qué había dicho algo como eso? Quizás eran celos…o envidia…o rabia… ¡O todo junto! Sabía que no tenía por qué hacer caso a ese veneno, pero ya había tomado su mente y pronto alcanzaría su corazón. Llegó a su casa y se encerró en la habitación, deseando que aquel extraño sentimiento surgido en él cesara…pero no lo haría. Estaba en una pesadilla y no podía salir. Era esa sensación de querer correr y no poder mover un músculo, de querer gritar y no lograr proferir ni el más mínimo suspiro.

La quinta estaciónWhere stories live. Discover now