8. Paraíso resquebrajado

6 4 1
                                    

Tan solo faltaba una semana para la boda, sin embargo, ella sabía que algo no iba bien con él

Hoppla! Dieses Bild entspricht nicht unseren inhaltlichen Richtlinien. Um mit dem Veröffentlichen fortfahren zu können, entferne es bitte oder lade ein anderes Bild hoch.

Tan solo faltaba una semana para la boda, sin embargo, ella sabía que algo no iba bien con él. Evitaba sus miradas, la evadía, le hablaba con desgano. Si se sonreía, no lo hacía con la misma alegría que lo caracterizaba. Ya no le daba aquellos abrazos sorpresivos, ni le susurraba esos “te quiero” al oído. Hacía varios días que tenía aquel extraño comportamiento, sin embargo, cada vez que le preguntaba qué sucedía él no hacía más que cambiarle el tema, justificándose con la excusa de que estaba cansado. De todos modos, ella pretendía no darle demasiada importancia, y procuraba estar siempre sonriente para él. Quizás eran los nervios lo que lo hacían sentir mal y no se lo confesaba por vergüenza.

Aquel mediodía estaba algo malhumorada. Las flores que había encargado llegarían algo tarde, y el vestido no estaría listo hasta un día antes de la ceremonia. Planificar una boda no era nada fácil, especialmente si se trataba de la propia. De pronto, su semblante cambió al escuchar a Masahiro entrar a la habitación. Lo recibió con un fuerte abrazo, pero se sorprendió cuando él la apartó y la hizo sentarse sobre la cama, diciéndole, con una seriedad que asustaba, que debían hablar. Ella no sabía qué pensar, pero nada la habría preparado para escuchar lo que él venía a decirle.

— Mayumi, creo que debemos terminar.

— ¿Qué?

Al principio no comprendió el significado de esas palabras, fue como si ella misma se estuviese negando a escucharlas. Sintió una molesta sensación en la boca del estómago, y unas insoportables náuseas. Sus manos se congelaron, y el fuerte latido de su corazón la hacía sentir como si se ahogara. Nunca creyó que sentiría tanto miedo de escuchar algo, sin embargo, lo que más la aterraba era el rostro impasible y desprovisto de emociones de él.

— Ya me escuchaste. Creo que deberíamos terminar. Lo he estado pensando durante todo este tiempo, y me parece que es lo mejor.

— Pero… ¿por qué? No entiendo lo que dices… No veo ningún motivo por el cual…

— ¡¿Que no hay motivos?! ¡Pues motivos son los que me sobran!

— ¡Pues dímelos! ¡Dime cuáles son esas razones tan fuertes por las que quieres acabar nuestro compromiso siete días antes de la boda!

— ¡¿Acaso no te has dado cuenta?! ¡Pasas más tiempo con otros que conmigo! ¡Es como si todo lo demás fuera más importante que yo! Vives de fiesta en fiesta, saliendo a cenar con personas que ni yo conozco… ¡Me estás excluyendo de todo!

— ¡Pues tú nunca me has pedido venir!

— ¡¿Ahora es mi culpa?! ¡No soy yo quien anda coqueteando por ahí con chicos ricos!

— ¡¿Qué dices?!

— ¡¿Piensas que te he estado evitando por gusto?! La otra noche fui a dar una caminata por la playa, y te vi a ti teniendo una plática algo más que cariñosa con uno de esos chicos de traje… ¡Y no te atrevas a negarlo!

— ¿Hablas de la última cena que tuve? Ese chico era un amigo mío…También es cantante. Estábamos hablando de su próximo concierto…

— ¡No me importa de qué estuvieran hablando! ¡Por qué tienes amigos que yo no conozco!

— ¡Qué clase de celos locos son esos, Masahiro! Además… ¡No puedo creer que pensaras que te estaba engañando!

— ¡Tengo mis motivos para pensarlo! ¡Me paso la mitad del año sin verte la cara! ¡No sé lo que haces cuando estás por ahí, en una de esas fiestas de sociedad!

— ¡Crees que te soy infiel! ¡Acaso piensas que me acuesto con otros hombres por dinero, es eso!

— ¡Quién sabe!

— ¡Eres un completo idiota!

— ¡Debo serlo para haber confiado en ti como un ciego! ¡Tan solo déjame solo!

— ¡Masahiro…!

Él dejó aquel cuarto, marchándose a toda prisa y tirando con fuerza la puerta. Ella, horrorizada, se arrimó a la esquina de la habitación, cerca de la ventana, y lo vio alejarse, yéndose a Dios sabe dónde. Se dejó caer de a poco y explotó en llanto, abrazando sus rodillas. En ese momento no sabía si odiarlo u odiarse. No comprendía por qué le había dicho esas cosas tan horribles, sin embargo, sabía que el dejarlo siempre en segundo plano algún día iba a traer sus consecuencias. Miró el anillo de plata en su anular, y sintió su mundo quebrarse al pensar que todo podía acabar.          

La quinta estaciónWo Geschichten leben. Entdecke jetzt