Capítulo 38

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Adrien

Presiono con fuerza la mano de Liz, y ella me da un leve apretón, sonriéndome en cuánto la miro. Desde que llegamos al juzgado no dije una sola palabra, nuestro abogado ya está presente, y lo hablé todo con él anoche, necesito silencio ahora, porque me encuentro molesto, preocupado y triste. Elías dice que debo confiar en el abogado, porque es uno de los mejores del país, y es amigo de Mauricio. Liz dice que debo estar tranquilo y pensar en positivo, porque bueno, ella es así; siempre cuando se trata de los demás, es positiva, pero nunca cuando se trata de ella misma.

Llega la jueza y con sólo ver su expresión sé que lo tendré difícil. Creo que me verá la cara y decidirá que no soy apto para cuidar de Mat, ni de ningún otro ser vivo.

—¿Ella es la jueza?— pregunta mi madre en susurros.

No pude hacer que se quedara en la casa, insistió tanto en venir, que al final le tuve que decir que sí, y ya que estaba le pedí que colaborase como testigo.

—Creo que sí, y no tiene pinta nada amigable—  comenta Liz.

—Tiene una cara de culo, que le llega hasta los tobillos—  farfulla Elías—. Espero que esa cara de culo también se la ponga a la plástica de Marla. 

—Tiene cara de que odia a los hombres, estoy jodido— digo.

—Tal vez sólo sea la cara, no nos apresuremos en tratar de adivinar el veredicto, sólo por las facciones del rostro de la jueza— propone Liz.

—No sólo es su rostro, sino también cuanto pagó Marla, si tiene comprada…

—¿¿Qué?? Ah no, en cuanto vea alguna injusticia ahí dentro, me escuchará; la jueza, los abogados, Marla y todos los que quieran— dice mi madre causando que Liz y Elías se larguen a reír.

—Voy a pedirte que te comportes ahí dentro mamá— digo—. No quiero que te lleven detenida por escandalosa.

—No me importa, sí…

La presencia de Marla y de Mat, junto con sus padres interrumpe las palabras de mi madre, que se queda atónita, no sé si al ver a Mat tan grande, o de ver lo cambiada que esta Marla de la última vez que la vio. O ambas.

—Señora Gabriella, ¿Que está haciendo aquí?— pregunta Marla en cuanto se encuentra frente a nosotros.

Mat me mira desde la distancia, en donde permanece agarrado de la mano de su abuela materna, que no lo deja acercarse a nosotros. Aprieto la mandíbula, y me contengo de las ganas de decirle que suelte a mi hijo, que lo deje abrazarme, y que lo deje abrazar a mi madre.

Un hombre de traje y anteojos, sale de la sala, y nos avisa que ya podemos pasar.

Cuando la madre de Marla intenta ingresar con Mat, este se lo impide.

—No está permitido que pasen menores, debe esperar afuera.

La madre de Marla observa a su hija, esperando a que le diga algo.
Pero antes de que Marla hable, en su lugar la que se oye, es la voz de Liz:

—Yo puedo quedarme con Mat…

Su voz se desvanece al ver la mirada de Marla y de su madre. Mat en cambio muestra una enorme sonrisa. La idea le agrada.

Decido tomar partido como padre.

—Me parece bien, Mat no puede entrar y no es correcto que se quede aquí solo. Alguien debe quedarse con él.

Marla aprieta los dientes y mira a su madre, esta niega con la cabeza pero luego suspira.

—Soy tu testigo, no puedo quedarme yo.

Aún lates en mí | CompletaWhere stories live. Discover now