Capítulo 3: Me jode no vivir como yo sé vivir

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Si alguien le hubiese dicho que al salir de la cárcel iba terminar trabajando en un puto lavado de autos, hubiera rogado para que la dejaran quedarse en prisión. Apenas habían pasado dos semanas desde que consiguió esa mierda de curro y ya estaba perdiendo totalmente la cabeza. No soportaba a los clientes, odiaba tener que rogar para que le dejaran aspirarles el coche por tres putos euros, eso sin contar el simple hecho de tener que seguir las órdenes de un jefe gilipollas al que odiaba. Zulema siempre había sido un alma libre, y creyó que al salir de la cárcel eso de seguir las reglas y tener un horario para todo se iba a terminar. Pero pronto descubrió que el mundo real en sociedad era una completa tortura, mucho peor que vivir tras las rejas. Seguía sintiéndose presa a pesar de estar técnicamente en libertad. Le jodía no vivir como ella sabía y le gustaba vivir. En esas dos semanas se imaginó a sí misma tantas veces golpeando a algún cliente o pegándole un tiro a su jefe, o tal vez prendiéndole fuego a algún auto de los muchos que lavaba al día. Cualquier cosa con tal de sentir un poco de adrenalina y no ahogarse con la vida tan aburrida que ahora vivía. Sin embargo, no había hecho nada de eso. Y el único motivo por el cual se había contenido era por su hija, para poder presentarse ante ella sin ser más una delincuente. Aún no sabía nada de Fátima, pero estaba intentando dar con ella, aunque a decir verdad no tenía muchos medios para hacerlo. Ya no contaba con demasiados contactos ni tenía dinero para acelerar el proceso. Lo único que podía hacer era preguntar a personas allegadas a su madre que conocieran a Fátima y simplemente rogar encontrársela en alguna parte algún día. Aunque siendo sincera tenía que admitir que no sabía exactamente para qué quería volver a verla. Porque si bien era su hija y ansiaba encontrarse con ella y tal vez llegar a conocerla mejor, no estaba segura de que Fátima quisiera lo mismo. No se conocían, no eran madre e hija, de sangre sí, pero en el mundo real, la verdad era que no sabían nada la una de la otra. Pero a pesar de eso no había otra cosa que Zulema ansiara más que volver a encontrarse con esa niña, que aunque ya no era tan niña, una vez tuvo en sus entrañas y sintió crecer.

...
Su despertador sonó, pero ella ya estaba despierta. Tantos años de cárcel habían hecho que desarrollara el hábito de despertar temprano sin que algo o alguien tuviese que despertarla. Se levantó y se dirigió al baño para cepillarse los dientes. No tuvo que recorrer un gran camino porque su piso era realmente pequeño, ni siquiera tenía un cuarto separado de la sala. Había conseguido esa mierda de habitación que más que una casa era un estudio de mierda con muy poco espacio. Lo odiaba, pero era para lo único que le alcanzaba el puto sueldo que ganaba en el car wash. La primera noche fuera de la cárcel la había pasado en el departamento de la rubia, y tenía que aceptar que no se lo había pasado tan mal. Pero no había vuelto porque no le gustaba depender de nadie, prefería estar sola, ser libre, no tener ataduras, ni siquiera con enemigos. Además, de que era muy absurdo vivir con alguien con quien tantas veces intentó matarse, no tenía sentido. Sin embargo, debía aceptar que no había podido parar de pensar en Maca desde esa mañana que se marchó de su departamento. Lo cual era una total paradoja y contradecía todo lo que ella misma creía; que no se necesitaba a nadie para estar bien, que era mejor ser un alma solitaria y libre. Era estúpido, pero más de una vez en ese par de semanas pensó en buscarla. La rubia era la única persona que podría entender la soledad que sentía. Ella también lo había perdido todo y no tuvo a nadie al salir de prisión. Pero más allá de eso, había una extraña conexión con ella, que por más que intentaba seguir su vida sin preguntarse qué era de la de Macarena, no podía. La necesitaba, y era ridículo.

...
Llegó a su curro a tiempo, saludó con un movimiento de cabeza a uno de sus compañeros de trabajo y siguió a los vestidores cerca del baño para ponerse el horrible uniforme gris. Ya cambiada, el compañero que había saludado antes la alcanzó en uno de los pasillos de la parte de atrás. Era un muchacho al que probablemente le doblaba la edad, pero estaba bueno y Zulema se lo había follado un par de veces en los baños del mismo lugar. Porque quiso, porque le apetecía y simple y sencillamente porque no tenía a nadie más. No buscaba tener una relación, solo quería sexo, y tirarse a ese chaval era sin duda una distracción para la mierda de vida que llevaba. Y también era una de las cosas que la mantenían alejada de la idea de ir a buscar a Maca y proponerle ir juntas a atracar una joyería o algo así. Sabía que la rubia estaba tan harta de su vida simple y aburrida, que tal vez no se negaría a una propuesta como esa. Pero no, no podía hacer eso, por más que necesitara la adrenalina no debía hacerlo. Tenía que mantenerse firme en cambiar su vida, porque por nada del mundo quería terminar de nuevo en la cárcel. Aunque odiara esta vida de mierda, en el fondo y a pesar de que en ocasiones llegaba a pensar lo contrario, debía admitir que cualquier cosa era mejor que vivir en una jaula como un puto pájaro.

SOCIEDAD LIMITADAWhere stories live. Discover now