Capítulo 29: Un amor que no se olvida

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Unos días después del accidente de Zulema las cosas no habían cambiado demasiado. Físicamente ella se encontraba mejor, aunque su recuperación completa iba a tomar algunas semanas. Todavía se encontraba en el hospital recuperándose de la cirugía que había tenido y estaba evolucionando mejor de lo esperado. Sin embargo, en el aspecto emocional y sentimental, todo estaba completamente igual que el primer día en el que se reencontró con la rubia y su relación amorosa terminó definitivamente. Maca había quedado en visitarla nuevamente para ver como seguía, pero a pesar de que ya habían pasado unos cuantos días, no se había presentado por allí. Zulema sabía que no debía esperar demasiado de ella ni culparla por no haber regresado, pues estaba consciente que no se lo merecía. Pero aun así, guardaba la esperanza de poder verla pronto aunque las cosas entre ellas no fueran como antes. Pasada una semana y algunos días, por fin el médico que atendía a Zulema le dijo que le firmaría el alta para que se fuera a casa, aunque por supuesto debía guardar reposo. La morena lo agradeció infinitamente, ya estaba harta del hospital y se la pasaba día y noche discutiendo con las enfermeras que según ella no hacían bien su trabajo. Fátima había estado cuidándola todo el tiempo y le decía que tenía que tener paciencia y no tratar así a la gente. Pero Zulema no era una persona muy sociable y le costaba demasiado interactuar con otras personas, por lo que su estadía en el hospital había sido toda una aventura que ambas esperaban que no tuviera que repetirse jamás.

...
—Ya por fin nos vamos a casa, mamá. —le comentó la chica esa mañana cuando el doctor al fin le firmó los documentos de salida.

—Ya era hora, joder, yo por mí me hubiera ido desde el primer día. —se quejó mientras trataba de acomodarse en la cama para esperar a que viniera un enfermero por ella para llevarla hasta el primer nivel del edificio, ya que por protocolo debía bajar en silla de ruedas, además de que no iba a poder caminar normal por unas largas semanas.

—No se podía, ¿o es que acaso se te olvida que tuviste un accidente bastante fuerte?

Zulema hizo un movimiento con la mano como restándole importancia.

—Peores cosas me han pasado y a los pocos días estoy como si nada. Tengo gran tolerancia al dolor, ya estoy acostumbrada a recibir golpes. —su tono de voz estaba cargado de melancolía y Fátima al escucharla entendió que no solo hablaba de golpes físicos.

—Bueno, pero tenías que recuperarte un poco primero. Lo bueno es que ya estás mejor y que no te pasó nada grave, y por fin te vas a casa, aunque sabes que tienes que descansar, no puedes hacer esfuerzos todavía.

—Ni me lo recuerdes, que la idea de pasar semanas acostada o sentada sin poder hacer nada me está estresando más que el propio accidente. —protestó. —Sabes que odio estar en un solo lugar, no sé cómo voy a aguantar tanto tiempo con esta mierda puesta. —señaló su brazo y su pierna izquierda enyesada.

—Pues tendrás que hacerlo, mamá, no tienes opción. —la vio poner los ojos en blanco y resoplar frustrada.

De repente hubo silencio, Zulema quería preguntar algo y llevaba rato dándole vueltas a lo mismo en su cabeza, pero no se animaba a hacerlo.

—Puedes preguntarme por Maca si quieres. —dijo de un momento a otro Fátima tomando a su madre por sorpresa, la mayor abrió los ojos grande sin comprender cómo es que su hija siempre parecía leerle la mente, o quizás es que ella estaba siendo muy evidente y ni siquiera se había dado cuenta.

—¿Quién dijo que quería preguntar por ella? —intentó disimular, pero el brillo en sus ojos con la simple mención del nombre de la rubia la delató.

—Te conozco, mamá, es obvio. —explicó. —Quieres saber por qué no ha venido a verte. —dijo en un tono más de afirmación que de pregunta.

SOCIEDAD LIMITADAWhere stories live. Discover now