Capítulo 14

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De todas las cosas que mi mente formuló nunca se me ocurrió eso.

Estoy pasmada. Peor aún, estar en el mismo lugar donde se llevó a cabo una muerte.

¿Cómo pueden seguir viviendo allí? Es traumante, ya entiendo porqué la casa tiene esta pinta que da escalofríos.

Alex se queda mirándome, no se si espera una respuesta o qué; pero lo cierto es, que estoy sin palabras.

—¿El gato te comió la lengua? Tranquila, solo es una muerte más —masculló.

Sin darme tiempo a darle una respuesta, tomó sus herramientas de pintura y salió.

Por coincidencias de la vida, en cada lugar donde estoy hay una tragedia, un pasado doloroso y personas rotas. Quisiera decir que yo no pertenezco a ese grupo, pero sería una mentira, yo tambien estoy rota, herida, resentida y destruida.

Muy dentro de mí está el querer ayudar a otros que pasan por lo mismo que yo, ¿pero cómo lo hago?, no me encuentro en la condición de hacerlo, ni física ni mental.

Ojalá fuera como la abuela, ella siempre tenía las palabras correctas para cada ocasión.

Flashback

Un aroma a flores invadieron mis fosas nasales, el canto de las aves eran música para mis oídos y el viento de esa mañana me reconfortaba.

Hacía un día precioso, no había rastros de nubes grises; el cielo se encontraba totalmente despejado, pero mi alma no.

Me senté en una esquina del jardín y fijé mi vista al cielo.

Dos lágrimas comenzaron a deslizarse por mi rostro.

Mi alma se encontraba atormentada, no soy felíz, ya no puedo continuar; no encuentro la fuerza para hacerlo.

Todo lo que siempre había querido era apoyo pero nadie me lo ofrecía, ¿qué motivos tenía para seguir adelante?

Yo no le importaba a nadie y eso me lo habían dejado bastante claro, ¿pero por qué?, ¿qué había cometido para ganarme ese rechazo?

¿Acaso mi error fue haber nacido?

—Mi niña, ¿por qué lloras? —la abuela apareció en mi campo de visión.

—No puedo más abue, lo intenté pero no puedo más —me hice un ovillo, no quería que ella me viera así.

—Ven aquí, pequeña —se sentó a mi lado y me envolvió en un abrazo—. ¿Sabías que yo no tengo nietos cobardes?

—Lamentablemente te acabas de ganar una —su mirada se fijó en mi y una sonrisa se deslizó por sus labios.

—Te equivocas. La valentía ya está en ti y no te has dado cuenta —murmuró.

—¿Valentía? Yo no tengo ni un poquito de eso —tomé una flor entre mis manos y comencé a quitarle los pétalos.

—La tienes, justo como esta flor —la miré desconcertada.

—¿Qué tiene que ver ella? —pregunté y me quitó la flor que tenía entre mis manos.

—Al momento de plantarla nada te garantiza que ella va a crecer, es decir, que tendrás que darle todo lo necesario para que ella pueda hacerlo. Sin embargo, contra todo pronóstico ella comienza a florecer; sabiendo que en cualquier momento alguien puede arrebatar todos esos pétalos que tanto les costó tener.

—¿Entonces...? —la miré extrañada.

—¿No lo entiendes? Lo que la hace valerosa es que ella se esforzó en crecer sin importar lo que le hicieran después y no se rindió. ¿Y tú piensas hacerlo?

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