XI

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—Nada como ir juntos a la par —Azul cantaba mientras acomodaba su cama

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—Nada como ir juntos a la par —Azul cantaba mientras acomodaba su cama.

Sus diez días se habían cumplido correctamente, todo lo manejaba con cautela mientras buscaba información sobre su hija en ese pedazo de cemento en el que se encontraba encerrada. Estaba notoriamente inquieta, aquello ya lo sabía todo Cruz del sur, manejaba todo desde adentro mientras Il capo se encontraba en coma. Se estaba encargando de algunos asuntos pendientes a través de Leto, asuntos de suma delicadeza en los cuales ella sola sabía la suficiente información como para manejarlos.

—Se su nombre, se su edad y sus gustos en la intimidad —estaba tan sumida en sus pensamientos, en su cantar y en doblar las frazadas. Tan así que no notó la presencia de alguien en la celda.

—Cantas lindo, morena —susurraron en su oído, asustandola.

—Me asustaste —reprochó llevando su mano a su pecho.

Luego sonrió y la abrazó fuertemente, respirando su aroma tan peculiar.

—Comenzaba a extrañarte, guapa.

Zulema soltó una pequeña carcajada y se dejó aferrar más a los brazos de Azul.

—Mientes fatal —susurró en su oído —. Me extrañas hace semanas —mordió el lóbulo de su oreja, haciendo que la piel de la morena se estremeciera por completo.

El ambiente cambió rápidamente, al igual que la respiración de la que morena comenzaba a regularse y su corazón palpitaba rápidamente.

—¿Eso crees? —murmuró con una voz juguetona —. ¿Tan segura estás morita?

Tras un breve silencio, Roma sintió las manos de Zulema agarrar firmemente su cintura y pegarla rápidamente a su cuerpo.

—Lo probaré —la voz susurrante de la mora había logrado excitar a la morena.

Las manos de Zulema acariciaban la cintura de Azul y sus labios bajaron con delicados besos al cuello de la morena. Una de sus manos abandonó sus caricias en la cintura y la metió dentro de la camiseta blanca, aquella al sentir el tacto de la mora en su abdomen soltó un jadeo. Con los dedos largos y tibios recorría lentamente el abdomen de Azul, mientras aquella sentía como su simple toque quemaba su piel. Como la calentaba lentamente, cada parte de su cuerpo respondía ante el simple rose de Zulema. De un ligero movimiento la mora dio vuelta a su compañera y tenía su rostro frente al de ella. Con una mirada atenta y fija a la suya volvió a coger su cintura con ambas manos y bajó su cabeza a la altura del cuello de la morena para volver a dejar delicados y húmedos besos.

AMORE | Zulema Zahir |Where stories live. Discover now