Capítulo I. Kohl verde

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Este mapa me lo regaló la esposa, arroba TanitbenNajash, así la encuentran en tuiter

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Este mapa me lo regaló la esposa, arroba TanitbenNajash, así la encuentran en tuiter. Así me imaginé el mundo de Ojos Verdes, Ojos Rojos. Por si se pierden entre Norte y Sur.

***

I.

***

Un rey mira a otro. No son iguales.

—¡Tu ejército saqueó todas las aldeas de la frontera!

Hay una lanza en el cuello del otro rey. Katsuki la acerca un poco más a su piel.

—¡Mataron a los hombres, se robaron a las mujeres! ¡No tienen honor! ¡Y te atreves a intentar asaltar este palacio!

El otro rey está de rodillas.

—Por favor, Su Majestad...

Es la primera vez que lo llama así. Antes había sido el Rey Bárbaro siempre.

—Tendrás que pagar. —Katsuki curvea los labios—. ¿Qué es para ti equivalente por la vida de todas las tumbas que se cavaron por tu culpa? ¿Qué compensa las lágrimas de todos los huérfanos?

El otro rey tiembla. Katsuki ni siquiera se ha molestado en aprenderse su nombre todo ese tiempo. Ahí, frente a él, es insignificante.

—Debería tirarte al calabozo, dejar que las ratas se encarguen de ti.

—Por favor..., Su Majestad.

—¿Qué equivale a la montaña de desgracias que dejaste en mis tierras, entonces? Pon un precio y consideraré que eres digno de mi piedad.

El otro rey no titubea.

—La mano de mi hijo. La mano de mi hijo es equivalente...

Katsuki frunce el ceño sólo porque sabe que el otro rey no puede adivinar su expresión debajo del cráneo del venado que descansa en su cabeza como única corona. ¿Qué clase de ser es capaz de regalar a su único hijo tan fácilmente, sin titubear?

—... y un tratado de paz —agrega el otro rey—. No volveremos a atacar las aldeas.

Katsuki retira la lanza del cuello del rey.

—Sea. Discutamos los términos de ese tratado.

***

Cuando llega la caravana, Katsuki está esperando en el patio principal. Su palacio, entre las montañas, es diferente a los de las tierras del sur. Más que un palacio es una fortaleza amurallada, llena de patios laberínticos y estancias construidas según se han ido necesitando. Cada monarca que lo ha pisado le ha dado su toque.

La caravana que llega es mucho menor de lo esperado. Tres palanquines y los hombres que los transportan. El primero, el más grande, es el que se detiene frente a él y a su comitiva y del que baja el príncipe del sur. No puede verle el rostro porque lo lleva cubierto, pero ve el cabello verde, todo rizos, debajo del tocado que lleva en la cabeza. Su figura está escondida entre los pliegues de la vestimenta tradicional del sur. Le adivina las manos en las mangas anchas y largas, tan largas que rozan el piso. Los bordes, verde esmeralda, están llenos de intrincados bordados dorados. Los patrones son complicados y majestuosos. Se repiten en el cinturón verde que le ciñe la ropa a la cintura, ancho, del mismo tono de verde; también en el cuello y en la parte baja. Es opulento. Magnífico.

Ojos verdes, ojos rojos [Katsudeku / Kirikami]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora