Capítulo XXVII.Amanecer de invierno

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I.

Izuku insiste en enseñarle un paso de baile específico del sur y Katsuki lo complace. Mina intenta burlarse, pero Katsuki le dedica su mejor gruñido y ella sigue bailando con Ochako, que se acomoda en su pecho. Tsuyu les dedica miradas cada poco, mientras platica con Momo y Jirou, recargadas al fondo de la habitación.

Y eso es a todo a lo que el Rey Bárbaro le dedica atención antes de volver a Izuku y a su velo, a sus mejillas pintadas en donde se ven sus pecas, a sus ojos verdes, al tocado de su cabello.

Izuku cierra los ojos un momento, concentrándose en la música —a la que el bardo del sur, Hisashi, ha insistido en unirse, por lo que tienen una combinación bastante curiosa—. Se abraza a Katsuki y sus pasos se detienen. Se recarga en su pecho.

—Te quiero, Kacchan —murmura.

Katsuki le pasa la mano por el cabello.

No dice nada. Pero sí lo piensa. Demasiado.

Como siempre, Denki Kaminari es incapaz de mantenerse en sus propios asuntos y arrastra a Eijiro hasta que chocan con Katsuki e Izuku. Finge estar sorprendido —maldito mago de mierda— y sonríe.

—¿Un baile, Katsuki? —Suelta a Eijiro, ofreciéndole su brazo a Katsuki, que bufa al tener que separarse de Izuku. Toma la mano de Denki. A cambio, Eijiro le ofrece la suya a Izuku y el príncipe la acepta. Lo ve marcharse sin acercarse más a Denki, sin poner la mano sobre su hombro.

Denki se ríe.

Eijiro tiene razón, su risa es luminosa. Enorme. No cabe en ese cuarto. Retumba contra sus paredes.

—Cada vez que lo miras, una parte de ti se va con él —le dice el mago—. Ten cuidado. Acuérdate del ojo del amante.

Katsuki bufa.

—Es una vieja historia.

Usada pasa asustar niños. Se contaba sobre todo en las zonas muy cercanas a las montañas. Tenía fama es esas aldeas porque la manera en que el viento en invierno golpeaba las rocas hacía parecer que un espíritu lastimero estaba llorando. Se decía que era un amante desesperado por encontrar a su prometida y a sus hijos, arrebatados por el sur. Decían que había ofrendado un ojo a los dioses Sin Cara, buscando ayuda y que lo llevaba en su mano, mientras clamaba, todas las noches, buscar al amor de su vida y a sus hijos. La gente decía que una parte de sí mismo se había ido con el amor.

Denki sonríe.

—Una parte de ti está sobre él siempre. Ha cambiado, ¿sabes? Su fuerza... —Denki mira a Izuku de reojo, bailando con Eijiro—. Siempre ha estado allí, pero ahora es diferente. Como si hubiera mutado y un poco de la tuya también se hubiera quedado con él. Eijiro y yo lo encontramos la primera noche que durmió aquí. Lo sabes, ¿no? Lloró su destino frente a nosotros y ahora le sonríe. —Denki hace que Katsuki dé una vuelta—. Ya te lo dijimos, Katsuki, pero... felicidades. —Y con esas palabras ambos pretenden que el tinte triste de su voz, al pensar en la imposibilidad de su propia boda no existe. Es un tinte que desaparece tan pronto como llega a materializarse y luego Denki vuelve a sonreír y parece que ningún sentimiento negativo lo embargó nunca—. Dirá que sí.

Al Rey Bárbaro sólo le queda aferrarse a esa idea y esperanza que crece en su pecho.

***

Izuku baila con todo el mundo. Arrastra a Lady Tsuyu hasta el centro de la habitación y acto seguido a Lady Ochako. Al último, lo hace con Mina. La sonrisa en sus labios parece genuina. Katsuki no baila con nadie más —excepto con Eijiro, Jirou y Mina—. Sólo lo mira desde la orilla.

Ojos verdes, ojos rojos [Katsudeku / Kirikami]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora