Capítulo 26

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Eva

Veo el lugar en el que me encuentro y sé que he hecho mal, no sé por qué he vuelto a aquí. No importa si solo es para ir a la casa de Keila, estar aquí es un peligro.

Trago saliva, mi corazón palpita muy rápido. El conductor me deja en la entrada de la casa amarilla con una ventana y una puerta blanca, es una casa sencilla pero acogedora. Respiro hondo, le agradezco pagándole, luego me bajo del auto.

El taxi se va y me quedo viendo hacia las otras casas, una encima de otra y muy pegadas. En este lugar crecí, aunque reniegue a la idea de que viví aquí, no puedo olvidar mi origen, de dónde vengo.

Una vez le dije a mi madre que el barrio no me definía, en ciencia cierta es así, pero es mi origen, es donde nací y crecí. Ahora comprendo que la vida puede ser dura, y que tu entorno puede joderte un poco, pero no por eso debes juzgar y meter a todos en un saco.

En algún momento, viví cosas buenas: estudié, hice amigos –aunque sea solo Keila la más cercana–, conocí personas buenas y trabajadoras. A pesar de todo lo malo, también hay cosas buenas. Y por fin lo he comprendido.

Nací y crecí en Petare, en el barrio más peligroso de Venezuela, pero salí adelante, solo es un recuerdo y el lugar de dónde vengo, y eso no me hace menos.

Miro a todos lados con algo de miedo, camino hasta la puerta de la casa de Kei y toco varias veces, tardan en abrir, pero María lo hace, y cuando me ve, se sorprende.

— ¡Niña! ¿Qué haces aquí?

Me encojo de hombros, apenada por haber venido a molestarlas.

—Tuve un problema en casa... ¿Está Keila?

Ella asiente, pero mira mucho hacia afuera, me toma del brazo y entramos a la casa.

—No debiste venir, hija —se lamenta—, tu hermano ha estado rondando la casa, ha venido...

Suspiro asintiendo.

—Lamento mucho eso, María. Debería irme, no quiero ponerlas en peligro.

— ¿Quién llegó? —pregunta Keila, saliendo de su cuarto con el cabello húmedo, se lo está peinando—. ¿Eva? ¿Qué haces aquí?

Su rostro ha cambiado drásticamente, se ve asustada y preocupada.

—Chama, no debiste venir. Tu hermano vino ayer... —dice ella llegando hasta a mí, dejando el cepillo de cabello en una mesita—. Él está muy cerca y ha estado rondando el sector.

Mis ojos se llenan de lágrimas.

¡No debí venir! ¡Esto es un peligro para ellas!

—Lo siento —digo con la voz quebrada—. Yo...

No termino de hablar, comienzo a llorar, sacando todo lo que siento. Mi amiga me abraza, dando palmaditas en mi espalda.

—Lamento lo de tu mamá, Eva.

La abrazo fuerte.

—Ella no debió morir así, ¿por qué lo hizo, Kei? ¿Por qué papá le hizo daño?

Sorbo mi nariz al separarme de ella.

—No lo sé, amiga. Nadie sabe, todo es especulación.

Ella frunce su ceño.

— ¿Por qué no estás con Arévalo?

Suspiro, encogiendo de nuevo los hombros.

—Discutí con él... —Juego con mis dedos de la mano—, no sé cómo, pero la prensa sabe de dónde soy, y están hablando muchas cosas sobre mí.

Saliendo de la oscuridadWhere stories live. Discover now