CAPÍTULO 6

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Sienna era muy consciente de su alrededor, y tan solo sus habituales límites parecían haberse evaporado; se sentía más libre; con ganas de disfrutar de la vida como nunca antes. Si ese era el efecto de los famosos The Sgroppino, ella pretendía ser su adalid número uno cuando se ir de fiesta se tratase. Debía recalcar que, a pesar de los incontables cócteles que había bebido, podía caminar sin tropezarse y su verbalización era elocuente. ¿Puntos extras por eso? Por supuesto. La presencia de Enrico a su lado, le gustaba y halagaba. Él se había encargado de que no le faltara ningún tipo de bebida que pidiese. Lástima que por el resto de la madrugada solo quisiera agua para intentar combatir el exceso de licor.

—¿Estás segura de que no quieres algo de comer, hermosa Marie? —le preguntó, mientras tomaba su mano sobre la mesa. Ella se lo permitió porque no halló nada ofensivo o íntimo en el detalle. No se sentía en peligro o amenazada de ninguna manera. Tal vez esas eran las premisas que experimentaban las mujeres antes de ser asesinadas por un sociópata. Uy, no, ya empezaba con sus teorías de la conspiración y los asesinatos, entonces no estaba tan en sus cabales. ¿Cierto? Ufff. Más agua. Eso era lo que necesitaba.

—Estoy segura, Enrico, gracias. Con un poco de agua estoy bien, los cócteles que sirven aquí son la bomba, y prefiero mantener una conversación coherente contigo y que pueda recordar más adelante.

Él sonrió. Poseía una sonrisa fácil. Aquel tipo de sonrisas que inspiraba confianza en las personas o provocaba ganas de hablar sin sentirse juzgado.

—¿Hace cuánto tiempo vives en Londres? —preguntó.

La sala VIP consistía en no más de veinte personas en un ambiente de cuero negro con terciopelo gris, sillones de respaldos altos que estaban ubicados en cabinas privadas separadas de la pista central. En el centro de cada mesa vibraba una vela Las lámparas poseían una iluminación muy tenue; mucho más tenue que el escenario de la planta baja.

—Vengo a la ciudad por asuntos de trabajo, y hoy decidí quedarme a pasar la noche en un hotel para poder divertirme un poco —dijo—. Estoy con mi mejor amigo —acotó de inmediato. Le gustaría saber en dónde se habría ido a meter Frederick. Por otra parte, no quería darle la errónea idea de que estaba invitándolo a pasar la noche. Tampoco es que fuese una mala idea, pero no se sentía con sus capacidades a punto.

El italiano no era ajeno a la identidad de la mujer que estaba frente a él. Sin embargo, necesitaba jugar sus cartas con inteligencia. Su padre lo había enviado a Londres con un propósito, y ese era hacerse amigo de la muchacha Farbelle para después hallar la forma de ganarse su confianza. Luego, no dudaba de su capacidad de conquista con el sexo opuesto, intentaría cortejarla poco a poco. ¿Acaso no eran los italianos conquistadores por excelencia del corazón femenino? Por supuesto, la pregunta y la respuesta eran retóricas.

Se disponía a aceptar la mano de Enrico para bailar, cuando observó por el rabillo del ojo que había un forcejeo en la puerta.

—Dame un segundo, hermosa Marie —dijo Enrico, antes de apartarse para ir a ver qué era lo que estaba ocurriendo.

Michele no podía creerse que su primo le tuviese prohibida la entrada en esos momentos, cuando era él el administrador de Baci e Baci. Qué pesado podía ponerse Enrico, pensó Michele de mala gana. Además, lo estaba haciendo quedar mal con su amigo de hacía mucho tiempo, Frederick, que tenía interés en ir a ver a la amiga con la que había llegado.

Esperó a que Enrico se acercara.

—Cugino mío. Primo —le dijo Michele a Enrico cuando este apareció en la puerta—. Hasta lo último que supe era yo el administrador de tus negocios lúdicos en Inglaterra. ¿Puedo saber por qué no puedo entrar en la sala VIP? —preguntó cruzándose de brazos.

El Placer del Engaño / FINALIZADA / Todos los derechos reservadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora