CAPÍTULO 7

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Cuando posó sus labios en los de Sienna, ella reconfirmó su teoría de que él era como un animal salvaje, dientes y fuego; incapaz de besar sin devorar, poseer y dominar. Todas sus sensaciones parecían triplicarse en sensibilidad a medida que sentía esas manos acariciándole el cuello, marcándola con la yema de los dedos, mientras ella sentía la suavidad del sofá bajo su espalda y la fuerza viril presionada contra su muslo.

Ella salió al encuentro de las sensaciones que creía que podrían calmar la sed que, de momento, solo Miklos era capaz de saciar. Sintió la barba de dos días generando fricción contra su barbilla de seda. Le gustó el contraste, incluso la rudeza con la que esas manos palmeaban su silueta. Cuando sintió cómo le apretaba un pecho con avaricia, para después pellizcarle el erecto pezón con fuerza sobre la tela del vestido, no pudo contener el gemido que escapó de sus labios. Arqueó el cuerpo, movió las caderas, porque necesitaba sentir algo más que eso, necesitaba profundidad; una conexión que hasta estos momentos no sabía que podría hacerle tanta falta.

Su mano le recorrió la cicatriz que, desde el día en que lo conoció, había querido memorizar. Deslizó la yema del dedo índice a lo largo de la garganta, y cuando abrió los ojos para intentar desabotonarle la camisa, Miklos le retuvo la muñeca. A cambio, sin mediar un segundo, agarró el único hombro del vestido de seda violeta y con una pasmosa facilidad rompió la tela hasta que solo el sujetador negro marcaba la barrera entre lo que él podía ver y lo que no. El vestido había quedado reducido a lo que podría ser más bien una falda.

—Tienes unas tetas tentadoras —dijo él en un tono que podía confundirse entre reverencia y maldición. Porque no era el tipo de hombre que comentara sobre el cuerpo de una mujer, pero Sienna parecía haber sido diseñada por algún jodido demonio con ganas de jugar con su cordura elemental.

Dimitri agarró un pecho y lo apretó, mientras con el dedo jugueteaba con el erecto pezón. Los ojos de Sienna se nublaron de placer. Él esbozó una sonrisa de medio lado, antes de bajar la cabeza y empezar a succionarle los pezones; lo hizo con glotonería, y pasión. Bebió la esencia del delirio y el éxtasis. Dejó los pechos sensibles, porque su lengua jugueteaba con ellos tan solo antes de que sus dientes probaran los botones rosáceos que estaban henchidos de doloroso gusto, mordisqueó la carne suave y generosa que convertía esos dos montículos en posibles adicciones sin vuelta atrás.

—Miklos —susurró Sienna, desabrochándole la camisa por completo esta vez, mientras sus dedos recorrían la piel morena—. Quiero tocarte y verte...

Al escuchar su nombre, él reaccionó. No quería que ese encuentro se llevase a cabo con ella sin estar con todas las facultades a punto. Sabía que no estaba ebria, pero una mujer en esas condiciones no le valía, menos si se trataba de alguien que era la piedra angular para cerrar un trato multimillonario y quitarse el peso de una deuda con el pasado.

--------------GENTE, VOTEN Y RECOMIENDEN LA HISTORIA------------------

Sienna sintió la ausencia del calor masculino al instante, y ni siquiera la chimenea consiguió reemplazarlo. Incorporándose a duras penas se cubrió los pechos con uno de los cojines. Él estaba de espaldas, con las manos apoyadas sobre una estantería de madera llena de ejemplares de lomos dorados que parecían muy costosos. Por la forma en que subía y bajaban los movimientos de la respiración sobre la espalda ancha, ella deducía que él también estaba tan afectado por ese beso y caricias. ¿Por qué entonces se había detenido?

—Miklos...

Él se giró y la observó.

—¿Qué estabas haciendo en Baci e Baci? —preguntó manteniendo la distancia. Necesitaba un par de minutos adicionales para tratar de calmarse. Era de las situaciones más absurdas. Él deteniendo la posibilidad del placer. Solo tenía que pensar que era por un bien mayor. Al menos era una reafirmación que necesitaba.

El Placer del Engaño / FINALIZADA / Todos los derechos reservadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora