Prólogo

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Prefacio.

Hola de nuevo. Antes que nada, quiero agradecerles por seguir aquí, leyendo estas locuras, que las disfruten tanto como yo, y que hayan tenido la paciencia para ver lo que venía en el camino ante ustedes.

Esta vez no los aburriré mucho, les doy nuevamente la bienvenida, y aprovecho para dar mi agradecimiento a dos grandes amigas y escritoras: WonderGrinch y CherryLeeUp, por sus invaluables contribuciones como indicador de intensidad y correctora editorial respectivamente, ellas, en buena medida, son motivadoras del camino a transitar desde acá.

Y como dije que no los aburriría mucho, no tengo más que dejarlos ante la antesala del desastre, ante, ni más ni menos, que el principio del fin.

Que de comienzo la Epopeya.

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Epopeya de los Dragones.

Prólogo.

Un cielo encapotado, muy propio del otoño, frío y ventoso, cuyas atribuladas nubes corrían sin lograr una forma coherente.

La ciudad debajo no se distinguía por completo. Algunos lugares estaban en total penumbra, y otros tantos eran iluminados en el carmín del fuego que avanzaba como una herida sin atender. Podía escucharse el tumulto, así como el crujir de la tierra en el subsuelo, y se veía como las pocas luces artificiales que quedaban iban apagándose poco a poco entre la cada vez más atemorizante obscuridad. Y el cielo volvía a ser el centro de atención, un cielo revuelto, obscuro, terrible, que parecía resonar con las voces de cientos de barítonos, en una cacofonía difícil de describir.

Cualquiera pensaría en una pesadilla terrible e inquietante, en especial porque a pesar de que llevaba muchos años sin padecerlas, Sakura conocía perfectamente la diferencia entre un mal sueño y una profecía... y estaba justo en presencia de una de las segundas.

Trató entonces de recolectar toda la información que esa visión le diera, retener cada detalle, tratar de buscar una pista sobre el tiempo y el lugar donde esos hechos ocurrirían, a través claro de la única herramienta que tenía a mano: su capacidad de observación.

Estaba dentro de un edificio, uno de amplios ventanales desde cuya altura tenía una vista privilegiada de la ciudad, que entre despojos evidenciaba no ser otra que la capital de Japón, siendo su mayor referencia una de sus más emblemáticas edificaciones: la imponente Torre de Tokio.

El edificio desde el cual ella miraba comenzó a estremecerse y crujir. Los cristales reventaron en poco tiempo y pesadas vigas de hormigón cayeron estruendosamente alrededor de la maestra de cartas, levantando espesas nubes de polvo, haciendo que el suelo bajo sus pies se sintiera inconsistente y frágil. Ella se acercó como pudo a la ventana ahora sin cristal, tratando de ver más de cerca la torre, sabiendo que en ella estaba la clave de toda la profecía. No sé distrajo en el derrumbe a su alrededor, sabía que la visión no podía lastimarla o siquiera interactuar con ella, y por tanto, no le temía, debía concentrarse en conocer más detalles, en saber la verdad de esa premonición.

Alcanzó el borde hacia el vacío, entre la cada vez más opaca visibilidad a razón del humo y el polvo, y ahí pudo vislumbrar una parte del escenario: Se vio a sí misma, observando con un gesto lleno de determinación hacia un punto en la ahora maltrecha torre, y sin quererlo, su mente la llevó al recuerdo de su lejana niñez, al mismo día que Dream le mostraba su enfrentamiento con Yue. En condiciones muy diferentes, la predicción era indiscutiblemente consonante.

Epopeya de los DragonesWhere stories live. Discover now