VIII

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Caminó a pasos apresurados esquivando el mar de personas que andaban de norte a sur por la calle principal de la villa, llevaba su mano derecha cerrada en un puño temblándole hasta los nudillos. Frenó por un momento y abrió despacio su mano, sus dedos entumecidos le dolieron en reclamo; su vista quedó fija en la diminuta semilla grisácea en el centro de su mano, por su tamaño era difícil andar a toda prisa con ella en la mano cuidado que no fuera a caerse pero simplemente no podía dejarla caer.

Quería protegerle a toda costa.

Tomó su larga falda por uno de los bordes dando un preciso tirón que hizo que la tela se rasgara obteniendo así un simple retazo; no era la gran cosa pero para tan pequeña pepita era más que suficiente. Dejó caer el borde de su falda y esta volvió a cubrirle las rodillas, colocó la semilla en el centro del trozo de tela, después la cerró con un nudo firme. Retomó su andar y algunos hilos bailaban entre los tirones de la tela rasgada cuando retomó su andar, esta vez decidió ir con más calma, recordando que debía tener mucho más cuidado ahora.

No pasó mucho tiempo cuando divisó frente a ella el amplio campo cubierto de un natural manto verde desde el cual se levantaban las lápidas de piedra y granito en honor a quienes ya habían partido. Su corazón se estremeció, llevó hasta el lado izquierdo de su pecho la mano donde sostenía el pequeño paquete que había creado con la tela de su vestido y su garganta se secó.

Primero un paso, luego otro. Poco a poco fue acortando la distancia entre ella y su destino hasta que por fin estuvo frente a él.

Hyuga Neji.

El viento sopló suavemente jugando con los mechones de su cabello y con la falda de su vestido estropeado, con cuidado se sentó de rodillas en el fresco césped que rodeaba la lápida de color gris. Acercó su mano libre hasta ella limpiando con cuidado la superficie sacudiendo el polvo y las hojas caídas de los árboles.

—Neji-niisan —susurró suavemente cuando alejó su mano de la fría placa de piedra, sintió las palabras amontonarse en su garganta, colocó con delicadeza el puño donde protegía la semilla de amapola cerca de su vientre, en un intento por darse valor—. Voy a tener un bebé. Voy a darle un hijo a Naruto-kun.

Sus ojos prácticamente se volvieron un mar cuando el viento volvió a soplar haciendo que su cabello volviera a bailar al mismo son que los árboles que rodeaban el lugar, sonrió cuando un par de hebras oscuras de su cabello le cosquillearon las mejillas humedecidas por sus lágrimas.

Despacio arrastró su cuerpo un poco más cerca de la silenciosa placa y volvió a posar su mano sobre ella, trazando con sus dedos el nombre grabado en la piedra. Su otra mano mantenía entre la diminuta semilla resguardada entre su palma y su vientre.

—Me encontré con Tenten-san y Lee-san antes de venir a verte en cuanto salí del hospital. Les he dicho que sólo me he sentido mal por el cansancio de nuestra última misión, por favor discúlpame por haberles mentido. Han estado muy atentos conmigo y sé que en parte lo hacen por ti...quiero agradecerte también por eso, por heredarme a tus amigos... —comenzó su conversación sintiéndose mucho más cómoda ahora que le había revelado a Neji la gran noticia, sonrió fugazmente, alejó su mano de la placa de su primo y dirigió su mirada hacia sus pies—, seguro debí decirles pero es que...Naruto-kun no está en la aldea y quiero evitar que la noticia se propague antes que pueda decírselo yo misma. Quizá Rokudaime-sama ya se ha enterado pero podemos confiar en que será discreto, ¿no te parece?

Apretó los labios un poco nerviosa, no se había detenido a pensar en cómo se lo diría a Naruto, ¿cuál sería su reacción?, enfocó su vista nuevamente en el nombre de su primo grabado en su tumba. Lo haría muy feliz, ¿verdad? Esa idea le hizo sonreír, rodeó su abdomen con ambos brazos y se aferró a la tela de su vestido. De nuevo había empezado a temblar.

Lirios amarillos [NaruHina] [+18]Where stories live. Discover now