El nitro de tu vida.

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Peyton Beckett.

América siguió de largo hacia la casa de Sofía, dejándome a solas con Mason. Ian la interceptó en la entrada, preocupado. Pude escuchar su murmullo desde la vereda, preguntando por qué la demora. América lo empujaba dentro, excusándose en que se lo explicaría después y que sería mejor dejarnos solos. Ian no tuvo que mirar atrás para hacerle caso.

El sonido de mis tacos contra el pavimento no rompía la tensión, sólo la aumentaba, mientras me acercaba a la moto de Mason. No se bajó de ella, sólo se quitó el caso para poder hablarme con mayor comodidad.

—¿Suficiente emoción para ti?

Recordé nuestra conversación en el autocine cuando le dije que, si alguien intentaba matarme, debía hacerlo con ganas.

Hice una mueca, insegura de qué hacer exactamente. Me hubiera gustado preguntarle a mi madre. Diría que jamás pidiera perdón por ser tal cual soy o por elegir mi camino en el mundo. Ignorando dónde. Y quisiera o no, yo era la idiota que haría lo que fuera por buscar a mi hermano.

Sí lamentaba haberle traído malos recuerdos y problemas. ¿Pero cuánto de eso era mi culpa, si Mason estaba en la MN sin mi invitación?

Suspiré fuertemente antes de atreverme a levantar la mirada de mi caos mental. Pero en cuanto conecté con Mason, en vez de la defensiva que esperaba, no encontré rastro de enojo o molestia. Sólo cansancio.

Y algo de eso, fue peor.

—¿Me odias? —pregunté lo primero que quise saber.

Mason apretó los labios con lo que identifiqué como tristeza y negó con la cabeza. Sus manos jugaron con sus llaves, dejando de verme.

—Tenía que hacerlo... —comencé a explicar, pero Mason me interrumpió, casi riéndose.

Miró lejos, huyendo de mí, supongo.

—¿Vas a justificar todo eso? ¿De verdad?

—No. —Por fin tuve su atención, negué con la cabeza—. No intento justificar nada. Fui a la MN por propia voluntad, porque algo estaba mal y yo podía hacer algo para arreglarlo. Esa soy yo. No lo dejo estar. —Hice una pausa—. Llevé a mi mejor amiga conmigo. Seguro fue un mal movimiento, pero me siento mucho más segura si América está conmigo. En el mundo. —Observé el cielo nocturno. Las estrellas dispersas y las manchas oscuras de nubes, evitaban que la emoción me pasara por encima con su grandeza—. No tengo mucho que decir en mi defensa porque no tengo una. Es mi hermano, Mason, es lo más importante. —Su mirada llamaba la mía, así que no pude hacer nada más que devolverla—. Pensé que eso podrías entenderlo. Sí lamento que todo se haya ido a la mierda y que tú estuvieras en medio, y que América podría haber sido lastimada. Pero no quiero mentirte y decir que esto no es típico de mí. Es quién soy, yo no paro. No sé cómo.

Mason no habló por unos segundos, su mirada hablaba por él, pero no era capaz de descifrar nada. Jamás me había sentido tan expuesta sólo por hablar de mí y eso que era egocéntrica.

Su mano se estiró hasta tomar la mía, suavemente. Su toque le decía a mi corazón que se calmara, permitiéndome respirar desde que salimos de los barrios Norte. Inhalé profundamente y clavé mi mirada en sus ojos, preguntándole algo. No sabía qué, pero quería una respuesta.

—Lo sé. Entiendo el impulso.

Entender, no es aceptar.

—¿Vas a...? —No pude seguir la pregunta—. ¿Vas a seguir a mi lado? ¿O vas a irte?

Tan sólo la pregunta salió de mí, un nudo se instaló en mi garganta y mordí la parte interna de mis mejillas, con todo el miedo de que dijera que sí.

Persiguiendo Errores. | #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora