*Solo mío*

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Serena cepillaba constantemente su cabello hasta que éste quedara listo, tal como a ella le gustaba, o si no, no sería posible moverse de ese espejo de cuerpo completo que tenía en su habitación. Su mirada aún estaba vacía. No había podido recuperar su brillo desde que su ex esposo la engañó. Fueron diez años los que le había dado devotamente antes de que el la engañara, con la excusa misma y barata de que ella había tenido la culpa, por sus descuidos y su desatención. Sonrió a su reflejo cuando los recuerdos la embargaron. Verlo sufrir y pedir perdón y clemencia, había sido su entretenimiento favorito. Y lo mejor de todo, es que nadie había sospechado, ni siquiera lo echaban de menos en el mundo.

No sentía pesar por quién era ella ahora, o por lo que había hecho. Él la había obligado a ser así. Él le había mostrado lo realmente mierda que es el mundo. Le había hecho abrir los ojos. Supo que no valía la pena entregar el corazón. Su corazón murió ese día. Por eso ahora sólo complacía a su cuerpo con cosas meramente sexuales. Ya no había más sentimientos, ya no había más corazón. Y no iba a negar que se sentía satisfecha con el reflejo más fuerte y maduro, que el espejo le daba.

Contenta con su aspecto, fue a tomar su bolso y salió de su casa para ir al trabajo. Hoy debía llegar más temprano de lo normal, pues habría un nuevo supervisor. Solo esperaba que no fuera igual de odioso y fastidioso que el anterior. Sin contratiempos había llegado a tiempo, y esperó en la sala de reunión, junto a los demás, en silencio, mientras miraba notificaciones en su teléfono. No solía conversar con nadie. Todos eran unos hipócritas, que hablaban siempre a sus espaldas. Las mujeres la odiaban por ser más bonita que ellas, y los hombres siempre la veían con deseo. Pero sus deseos le daban asco. ¡Imbéciles! Cómo si ella algún día fuera a hacerles caso alguno. Para Serena, si éste no le atraía, simplemente los ignoraba. Aunque aceptaba que ya le hacía falta una ronda de buen sexo, pues los últimos orgasmos que había obtenido habían sido seis meses atrás, cuando estaba en su trabajo anterior. Fue por eso que había conseguido este otro trabajo pues no le gustaba seguir trabajando donde ya la conocieran de aquella manera tan íntima, y de aquel lugar, se había tirado a dos, que inevitablemente habían llamado su atención. Seiya y Diamante eran guapos y habían sido muuy buenos en la cama. Sonriente se relamió los labios al recordarlo. Luego hizo una mueca. Lástima que ambos eran una niñitas y no podían seguirla y aguantarle sus juegos. Puntualmente a la hora acordada, tuvo que dejar de hacer lo que hacía para prestar atención a el jefe, que no tardó en hacer la presentación de el nuevo supervisor. Cuando lo vio llegar, casi sintió que se desmayaba. La presencia tan viril y masculina llamó inmediatamente su atención. Hombros cuadrados, amplios, torso fuerte, ancho. Altura perfecta, piernas fuertes. Cabello largo y lacio.... enloquecedor. Labios apetecibles, ojos de ensueño. Rostro más perfecto que el del David. Al ver sus manos, grandes y perfectas, fue su perdición. Siempre había tenido una afición por las manos grandes y rudas. Le gustaba que éstas le dieran un "buen trato" en la cama. Él estaba distraído mirando y saludando en general a todos los presentes. Cuando sus miradas chocaron, casi sintió que tenía un orgasmo inesperado. El cosquilleo en su cuerpo se presentó. La cavidad entre sus piernas comenzó a latir en desesperación y necesidad. Coqueta, Serena le sonrió, motivo por el cual él le regresó la sonrisa. Una sonrisa preciosa, genuina. Todo él era hermoso. No parecía ser verdadero. Pero lo era. Y estaba frente a ella. Lo quería para ella. Tenía que ser suyo. Tenía que pasar lo antes posible por su cama. Y por la mirada brillante y mordaz que le daba, tal parecía que no batallaría pues el sentir era mutuo. Ambos después de unos segundos dónde solo fueron ellos dos en la sala, él tuvo que retirar la mirada para presentarse oficialmente ante los demás. Darien Chiba. Ese era su glorioso nombre. Saberlo y escuchar su voz tan llena de testosterona, no hizo más que aumentar su deseo.

Cada que podía, él la miraba y le sonreía a ella. Solo a ella. Serena había aprendido cómo ser una mujer sagaz que lucha por lo que quiere. Aprendió que no por ser mujer debías ser débil. Una por si sola tenía sus propios encantos para volverlos locos, y hacerlos delirar en agonía. Constantemente y correspondiendo a las miradas llenas de fuego que él le daba, no dejaba de provocarlo. Hacía cosas simples sin que los demás se dieran cuenta. Relamía o mordía sus labios provocadoramente. Mordía la punta del tapón de su pluma, movía su cabello de un lado al otro, exponiendo diferentes ángulos de su cuello y su escote, elevaba el pecho para que de ese mismo escote salieran a relucir sus atributos. Cuando lo tenía a un ángulo donde pudiera verla de lado, cruzaba las piernas lentamente, dejándole ver esa cavidad oscura de su vestido y mostrando más muslo al subirse la falda con el movimiento. Y mierda, estaba funcionando. Sonrió para si misma. El tipo había caído. Su incomodidad al tener una erección que ocultar lo decía todo.

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⏰ Last updated: Nov 05, 2020 ⏰

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