XI. Cacería

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Sett bajó de las escaleras con paso lento, vestido con una camiseta sin mangas de color negro y un pantalón de manta. Soltó un largo bostezo y sus orejas se inclinaron hacia atrás mientras una lagrimilla se escapó de sus ojos. Pasó la palma de su mano sobre su rostro y frotó el puente de su nariz con actitud cansada. Aunque había dormido lo suficiente, tenía demasiado sueño y para su mala suerte, sus heridas no se estaban curando con la rapidez con la que habitualmente lo hacían. Desde hace algún par de días había notado el extraño fenómeno y se preguntó si eran imaginaciones suyas o tan solo estaba muy cansado.

Desde la salita, el profesor lo escuchó bajar por las escaleras y apartó la vista de su libro para ver a su pelirrojo huésped con un aspecto decaído que le preocupó.

—Buen día, Sett ¿Te encuentras bien?—Le saludó dando una fumada a la pipa de madera que sostenía en su mano.

—Quisiera decir que me encuentro magníficamente pero algo extraño le pasa a mi cuerpo— confesó la mitad vastaya con la vista fija en su puño que abría y cerraba; su movimiento era aletargado.

—¿A qué te refieres?— le preguntó el profesor curioso.

—Siento mi cuerpo débil y mis heridas no están cerrando tan rápido, generalmente una herida así no tardaría más de una hora —señaló Sett su mejilla herida y se inclinó para mostrarsela al profesor. Tenía una capa de costra sobre ella y su pómulo aún estaba hinchado.

El profesor se levantó de su asiento para mirarlo más de cerca, se acomodo sus lentes y se alzó de puntillas para examinarlo durante algunos minutos mientras sobo su mentón pensativo.

—Tengo una teoría de lo que te sucede— dijo luego de evaluar al chico— pero tal vez no te gustará oír lo que te diré—agregó

—Escúpalo— dijo Sett irguiéndose nuevamente.

—No conozco muchos mestizos vastaya, de hecho es muy raro ver uno; son tabú dentro de los clanes. Tú eres el primero que conozco pero si algo sé, es que necesitan magia salvaje para vivir. Tu madre o padre vastaya debió haberlo mencionado alguna vez—explicó el profesor dejándose caer nuevamente en el sillón y Sett lo imitó tomando asiento en el sofá. .

—Mi Ma me hablaba de ella, que era algo innato en ellos pero yo nunca la sentí como tal, de hecho la marca que le hice a Aphelios creí que no había funcionado por mi sangre mestiza. Fue una sorpresa que después de tanto tiempo la torpe marca que hice de adolescente hubiera funcionado— explicó el pelirrojo.

—¿Sett, sabes porque casi no hay vastayas en Piltover?—lo interrumpió el profesor liberando el humo de su pipa.

Sett se quedó en silencio y reflexionó sobre ello. Desde que había llegado a Piltover, se había dado cuenta que había gente de todas las naciones pero curiosamente no había visto vastayas en la ciudad.

—Ya te diste cuenta ¿No es así? Aquí la magia no corre libremente como en Jonia, Shurima o en Targon, nosotros manipulamos esta para nuestros avances tecnológicos. No te estás recuperando porque la magia salvaje que usabas de manera inconsciente para ello no llega a ti. Mientras más tiempo pases aquí, tu sangre humana será la dominante. — le advirtió el profesor.

Sett apartó el humo con su mano y chasqueó los dientes molesto, no contaba que el ambiente de Piltover lo afectaría. Aún le quedaba un round esa noche y no pensaba dar un paso atrás por una pequeñez de ese tipo. Sería su última pelea y por fin terminaría de juntar el dinero para la cura de Aphelios y llevarlo a Jonia con él.

—No deberías ir a tu trabajo hoy— dijo el profesor adivinando sus pensamientos.

—Estaré bien, profesor—dijo Sett restándole importancia y se puso de pie con una sonrisa confiada sobre su rostro. Olfateó el aire y un olor dulce se coló a su nariz. —¿Hicieron panqueques?

One little bite (Sett x Aphelios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora