Comprensión

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Era sólo otro jueves. El sol brillaba, su pelo se comportaba bien, y como todos los jueves, Draco Malfoy odiaba su trabajo.

Lo odiaba más que el chocolate derramado en sus mejores pantalones; más que el estúpido cuadro que Blaise le regaló en Navidad; más que la maldita Marca Oscura en su antebrazo.

Draco solía pensar que podía ser peor, que sentarse en una celda con barras y pensamientos fríos sería peor. Que irse a dormir y no despertarse sería mucho peor.

Sin embargo, cada vez que llamaba a una puerta, Draco pensaba que nada podía ser peor que terminar con el amor.

Eso era esencialmente lo que hacía, después de todo. Terminar con el amor. Por lo menos para la parte interesada -la otra persona de la relación-, el amor ya había terminado. Se había marchitado y muerto como las plantas que descansaban disecadas en su alféizar abandonado. La otra, la persona a la que pertenecía la puerta a la que él llamaba, seguía enamorada. A veces, con suerte, se enamoraban perdidamente. Y el trabajo de Draco era romperles el corazón.

Sus nudillos descansaban en la fría puerta de madera. Un golpe fuerte y su trabajo estaría cerca de terminar. A veces el golpe era la parte más difícil de todo el asunto, conseguir la confianza para hacer lo que necesitaba hacer. Su corazón latía fuertemente en su pecho, y eso parecía no desaparecer nunca, no importaba cuantas veces lo hiciera. La ansiedad de destruir a alguien que ni siquiera conocía, era parte habitual de su trabajo.

Dudó, leyendo el trozo de pergamino en su mano una vez más. Respiró hondo, enderezando los pliegues de su chaleco, antes de finalmente golpear la gruesa puerta de madera frente a él.

Draco podía oír los pasos, apagados, pero acercándose, e inhaló una vez más mientras el pomo giraba. Una mujer lo abrió, con la mirada curiosa y el pelo recogido en un moño.

— ¿Señorita, eh... Sarah Hentley? —preguntó Draco, leyendo la tarjeta frente a él, aunque prácticamente la había memorizado. Incluso la recordaría días después, ese nombre, esa mujer.

— ¿Sí? —respondió, abriendo la puerta un poco más, revelando su pequeña sala. Draco vio un marco de plata que sostenía una foto de un tipo más alto, con los brazos envueltos alrededor de la señorita Hentley. La foto se movió, mostrando a la pareja mirándose a los ojos antes de besarse rápidamente. Su estómago se revolvió y tosió antes de comenzar el poema que se arremolinaba en tinta negra en el pergamino:

Mi querida Sarah, me sentí atraído por ti

Como una polilla a una llama, nuestro amor fue verdadero

Pero las polillas mueren a veces, y supongo que nosotros también.

Desafortunadamente esto se ha acabado para mí y para ti.

Draco terminó el poema, poniendo los ojos en blanco ante la horrible elección de palabras. Arrugó el pergamino, metiéndolo en sus ropas antes de dignarse a mirar a la señora Hentley.

— ¿Eh... quién eres? —Sarah preguntó con curiosidad. Se veía feliz, cálida. Joder. Draco no quería ver que todo eso desapareciera.

Tosió, enderezando su chaleco de nuevo antes de empezar.

—Soy el señor Malfoy, Custodio Secundario de la Maestra del Amor. —normalmente empezaba con su discurso, pero algo en la foto le había pillado desprevenido.

—Vale. —dijo Sarah, todavía con una ligera mirada de perplejidad.

Draco tragó y continuó.

—Y no escribí este horrible lío de letras. Jack lo hizo.

— ¿Jack? —Sarah preguntó, con la voz en alto y una sonrisa alegre extendiéndose por su cara— No he sabido nada de él en los últimos días. ¿Eres amigo suyo?

Todo Que Perder [ Drarry ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora