20|Los millones que fuera

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Agárrense de algo, porque comienza lo fuerte.

MAZKLAN

Bailaba al son de la música mientras reíamos con Milán, era nuestro segundo día de luna de miel, nos encontrábamos en un bar familiar que tenía el hotel en el que nos hospedábamos.

Nunca habíamos bailado salsa, pero tratábamos de seguir algunos pasos de otras parejas que se desenvolvían.

Cuando la canción termino, nos reímos por nuestro intento de bailar y nos sentamos de nuevo en nuestra mesa, yo con una copa y Milán con una piña colada sin alcohol.

Pasamos una agradable noche y luego regresamos al hotel, los dos días siguientes no cambiaron en nada, pues practicábamos algunas actividades que no fueran riesgosas para Milán, una de ellas era descontrolarnos un poco en la habitación.

Luego de cuatro días, regresamos a la ciudad, en la casa que ahora íbamos a vivir, recordaba esta casa cuando vinimos por primera vez con mi padre Lance y... todo se fue al carajo.

Los días pasaban de maravilla, aunque ahora Milán ya tuviera su propia oficina y la mía se sintiera tan sola como antes.

—Mazklan, te enviaron esto— Frank entró y me tendió una caja larga con una envoltura que era algo tosca y una tarjeta.

Reconocía la letra.

Mazklan

Recibe el presente como regalo de agradecimiento,

hoy por fin estoy divorciado y te lo agradezco,

mis más cordiales saludos y un millón de gracias.

—Grece

Sonreí y abrí el regalo dejando la nota de lado, dándome cuenta que era una botella de vino, una de mis favoritas.

Dejé en una repisa la botella y solté un suspiro, esperaba y ahora si fuera feliz.

Comencé a realizar algo de trabajo, distrayéndome y esperando la hora de la salida para ver a mi hermoso esposo.

Una mañana abrí los ojos y a pesar de estar todo en oscuridad, sabía que ya pasaban de las siete de la mañana, Milán odiaba que le pegara el sol en las mañanas.

—Despierta corazón— besé su nariz y besé sus mejillas, mientras debajo de las sabanas tocaba su abultado vientre, estaba comenzando a notarse, pero aún no tanto como yo quisiera.

Solo estaba en su quinto mes. Murmuro perezosamente y me abrazo, acurrucándose conmigo.

—Es fin de semana Mazklan— beso lentamente mi cuello, pero me quedé pasmado cuando lo sentí. —¿Ya lo sentiste? — preguntó al notar mi sobresalto, Milán me decía que él ya podía sentir los movimientos del bebé, pero yo nunca lograba sentirlos, el doctor nos explicó que iba a suceder hasta después de la semana dieciocho.

—Oh por dios, es tan maravilloso— bajé hasta su abultado vientre y comencé a hablar con mi bebé, sintiendo nuevamente sus movimientos.

Ese día fue maravilloso, fuimos de compras, ya que sus pantalones comenzaban a apretarle y las camisas ya no eran una opción.

Al final fueron pantalones ajustables, se veían apretados, pero Milán decía que se estiraba la tela y le eran muy cómodos, además de una colección que recientemente sacaron para chicos NG embarazados.

Cada día sus mejillas se volvían rojizas por el frío y su vientre crecía más, el embarazo lo había ocultado muy bien hasta que fue la fiesta de disfraces de la empresa.

MAZKLAN +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora