Día 4: Regalo de cumpleaños

875 96 16
                                    

Cuando no halló a Senku a su lado en el lecho matrimonial que compartían desde hace unos 2 años, su sexto sentido se alertó. Y no, no era desconfianza o miedo de que la mala suerte de su esposo le hiciera de las suyas.

Más bien, era como una especie de presentimiento sobre que algo muy pronto, sucedería.

De hecho, cuando se levantó y fue a inspeccionar si él se hallaba en la casa, no parecía haber rastros de él. Incluso si forzaba más la vista, no había nada que le diese pistas sobre su paradero o sobre lo que estaba haciendo.

Y aunque no fuese tan temprano, algo así como lo que él diría, como las 10 de la mañana, le extrañaba que él se fuese sin siquiera despertarla o haberle dicho anoche a donde iba. Algo que la intrigó.

¿Debería ir a investigar?

Su estómago gruñó, decidiéndose que iría a buscarlo luego de haber comido algo. Sólo esperaba no quemar algo, aunque no debería haber problema pues, él se había tomado las molestias en enseñarle a hacer algo básico como huevos o carne ahumada o asada.

Igual y, comer pescado frito, no sonaba mal.

...

Puso su mano bajo su mentón mientras arqueaba una ceja, pensativa a la vez que golpeaba con su zapato el suelo, en un gesto inquieto.

Sentía el ambiente extraño, lo que resultaba irónico si todos en la aldea se comportaban como era lo usual, aunque sí notó la ausencia de Chrome, el artesano Kaseki, Gen, obviamente su marido y Ryusui; y aunque le preguntó a su hermana y a Françoise por sus maridos, ninguna dio una respuesta en concreto de su paradero.

Ni siquiera los mejores amigos de Senku.

- Aquí hay ratón encerrado – murmuró, ceñuda, mirando a ambos lados, recelosa.

Dirigió su mirada azulada al cielo con mueca consternada, ya se estaba haciendo tarde y no parecía haber señales de vida de su marido.

Además, por lo visto, ese día era su cumpleaños –o eso Ruri, su padre, Jasper y Turquoise le recordaron, además de sus amigos y habitantes de la aldea–, y el hecho de que Senku no estuviese ahí, realmente la desanimó un poco.

Por lo que, cansada y decaída, partió a casa. Y cuando abrió la puerta, cabizbaja y ojos cerrados musitó un –: Estoy en casa.

Únicamente para recibir, para su sorpresa un –: Oh, bienvenida leona.

Lo que la hizo levantar la cabeza y abrir los ojos de golpe, encontrándose a su –desvergonzado pare ella, en ese momento– marido, quien preparaba algo para comer; en ese instante había una tormenta de sentimientos en ella –como correr y abrazarlo o gritarle–, por lo que tomando aire, lo señaló, acusadora.

- ¡Tú estabas haciendo algo, cierto?

Senku se rascó la oreja, desinteresado, terminando de preparar una sopa –. Claro, no me voy a quedar sin hacer nada. Incluso si ya hemos logrado los objetivos principales, queda mucho por hacer, leona.

Kohaku entró y cerró la puerta, acercándose a pasos firmes al albino, plantándose frente a él con el ceño fruncido y mirada acusadora –. ¡Tú sabes a lo que me refiero! No te vi a mi lado y tampoco me despertaste.

- Tenía algo urgente que hacer – dijo con simplicidad, sin perturbarse, yendo a sacar los platos de la alacena. Kohaku miró su espalda unos minutos más, cruzada de brazos, hasta que finalmente suspiró y procedió a ayudar a Senku a poner la mesa.

Decidió no tocar más el tema en la hora de la comida, aunque de vez en cuando le lanzaba una que otra mirada inquisitoria, sólo para obtener indiferencia y miradas aburridas de su parte.

Cuando se levantó, fue a calentar el agua para bañarse, haciendo pucheros a veces. Y vistiéndose para dormir y posteriormente echarse a la cama dándole la espalda a la puerta en lo que él se bañaba, se puso a pensar.

¿Sería que él había olvidado su cumpleaños? Es decir, ella lo había olvidado totalmente y sólo porque su familia y amigos como aldea se lo recordaron, cayó en cuenta de que, hoy era un día más que ella vivía y con eso, también demostraba que ya no era la misma de cuando tenía 16 años.

Ahora tenía 31 años, y eso la hacía pensar en cuánto camino había recorrido junto a los demás.

¿Y si él había olvidado adrede su cumpleaños porque...?

El peso extra en el lecho la sacó de sus pensamientos, y la atrajo a la realidad, haciéndola cambiar de su semblante triste a uno molesto, mientras se cruzaba de brazos. Escuchó un suspiro de su parte, y cuando menos se lo esperó, él estaba sobre ella, mirándola con una ceja levantada.

- ¿En serio estás molesta, Kohaku?

- ¡Por supuesto! Olvidaste mi cumpleaños.

- Kohaku, tú también lo olvidaste.

- ¡Pero es diferente a que lo haya olvidado yo a que tú...! ¿Q-Qué estás...?

- Ya que estás insistiendo en qué estuve haciendo todo el día, voy a decírtelo – se había inclinado hacia ella, para luego sentarse en la cama –misma acción que ella imitó– y mostrarle una caja de caoba tallada. Lo que la sorprendió –. Este es tu regalo de cumpleaños, feliz cumpleaños, supongo.

Kohaku, cual niña curiosa y emocionada, tomó la caja de caoba y la abrió. Encontrándose con un brazalete de oro con algunos zafiros incrustados en ella –. Esto... Es demasiado hermoso, Senku.

- Y fue toda una odisea hacerlo, en serio – mencionó, cruzándose de brazos, satisfecho del resultado –. Creo que como mínimo merezco un Gracias.

- Muchas gracias, Senku – se acercó, depositando un pequeño beso en sus labios, sonriéndole al separarse –, por todo... Aunque... Quisiera también otro regalo.

Él arqueó una ceja, confundido –. ¿Otro?

- Sí, y quiero que mi regalo seas tú. Por haberme dejado abandonada todo este día.

- Hmph, sí que te has vuelto codiciosa, leona.

Digamos que fue un regalo que ambos disfrutaron esa noche. 

-Traumada Taisho

Tarde pero la termino.

Lioness heart  [Senku/Kohaku]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz